Fortalecer lo multilateral

Carta
El Líbero, 16.02.2025
Raúl Sanhueza, doctor en Derecho y diplomático

Me refiero a la notable columna del embajador (r) Fernando Schmidt titulada “Fortalecer lo multilateral”.

A priori, no se puede sino estar de acuerdo con esa afirmación. Chile debe fortalecer el multilateralismo entendiendo, sin embargo, que éste es un instrumento diplomático -junto con el bilateralismo, el unilateralismo y el minilateralismo- para que los estados satisfagan sus intereses nacionales. Cada uno de ellos tiene ventajas y costos.

A lo largo de la historia, Chile ha utilizado estos instrumentos; nuestra inserción en la globalización comercial se inició con una acción unilateral, cuando el gobierno rebajó los aranceles aduaneros de un promedio de 150% a un 10% parejo. Durante la reciente pandemia, Chile negoció bilateralmente con las distintas farmacéuticas, obteniendo oportunamente las vacunas necesarias; los países que confiaron en el mecanismo de la OMS todavía están esperando.

Así entendido, los presidentes Milei y Trump están cuestionando el “multilateralismo institucional asambleario” una forma específica del multilateralismo, consolidada desde la década de 1990.

El fin de la guerra fría y la desaparición de la Unión Soviética consagró lo que se conoce como el “momento occidental” de la historia, el cual albergó ciertas ilusiones: se creyó que la globalización iba a crear democracia, que la economía iba a promover la democracia, que los estados-nación iban a desaparecer y que las instituciones internacionales y la gobernanza global iban a prevalecer. Basados en ese idealismo, en lugar de crear un sistema global -que respetara las psicologías profundas de los pueblos-, Occidente prolongó su dominación mediante los organismos internacionales.

Por ello, se aprobaron convenciones sobre materias propias de ley -no estudiadas detalladamente en nuestros parlamentos- y se institucionalizaron comités, comisiones y tribunales no democráticos, que expresaron una pretensión de universalidad de inspiración occidental. Ahora bien, un “universalismo” considerado universal solo por quienes lo defienden, genera resentimiento.

Además, el orden “occidental-universal” cayó en excesos: la guerra de Kosovo, librada por la OTAN sin mandato de Naciones Unidas estuvo al inicio del principio de la “responsabilidad de proteger”, que cuestionó la soberanía estatal y defendió las “injerencias virtuosas”. Sin embargo, ninguna intervención posterior a 1990, legal (Mali, Afganistán), ilegal (Kosovo o Irak), o legal in principio (Libia), ha culminado exitosamente.

2024 consagró el fin de este período. La elección de los presidentes Milei y Trump, el avance ruso en Ucrania, la iniciativa turca en Siria, la retirada francesa del Sahel y la instalación de China como potencia comercial mundial hablan de la superación de este “momento occidental” y hacen resurgir los cuestionamientos al multilateralismo institucional asambleario, como el viejo problema de la dificultad para hacer coincidir el logro de los objetivos globales de las organizaciones internacionales, con la satisfacción de los intereses nacionales, siempre particulares.

No sólo eso; parte importante de nuestro pueblo desconfía del intervencionismo de los organismos internacionales y de sus agendas globales. Por años, el PNUD publicaba un informe sobre Chile que parecía neutral… hasta que la funcionaria que lo presentaba se descubrió como militante de un partido político y temporal ministra de Justicia. ¿Cómo explica el PNUD esa relativización de su deber de no intervención en los asuntos internos de Chile? Esta situación, que se repite en otros organismos internacionales, requiere respuesta.

Algo parecido ocurre con la Corte Penal Internacional y su incapacidad para conocer de la tragedia venezolana, oportunamente denunciada por nuestro compatriota Claudio Grossmann.

El fin del “momento occidental” permite prever que las grandes potencias irán hacia un nuevo orden internacional, probablemente más westfaliano, que privilegiará el minilateralismo y el multilateralismo no institucional. Cuando el presidente Trump invita a los presidentes Putin y Zelensky para negociar un armisticio a la guerra de Ucrania ¿no está “fortaleciendo lo multilateral”?

Ello supondrá que un nuevo gobierno chileno deberá abordar la cuestión del multilateralismo institucional asambleario, abandonando organismos inútiles -como los mencionados en la columna- y acompasando nuestra participación en foros internacionales, conforme a nuestros intereses nacionales, al imperativo de transparencia de nuestra política exterior, y al objetivo de seguridad para los chilenos.

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