Acuerdos internacionales de Libre Comercio

Columna
El Mercurio de Valparaíso, 04.11.2021
Demetrio Infante Figueroa, abogado y ex embajador

Al poco tiempo de haber asumido el presidente Patricio Aylwin llegó a Washington con su ministro de Hacienda, Alejandro Foxley, con el objeto de dar a conocer a las altas autoridades americanas el plan económico de la nueva administración. El dueño de la billetera fiscal tomó contacto con las altas autoridades económicas de Estados Unidos y, entre otras cosas, fue recibido en un desayuno por lo más selecto de aquéllas. En su intervención en ese evento, sorpresivamente, el ministro Foxley dijo que Chile estaba listo para iniciar negociaciones para consensuar un acuerdo de libre comercio con el país del norte, lo que causó gran sorpresa en todos los concurrentes, pues nadie esperaba una afirmación de tanta trascendencia. Pero Foxley sabía lo que decía y desde ese día quienes estábamos en la Embajada en Washington nos dimos a la tarea de pavimentar el camino para lograr aquello. Digo lo anterior para señalar que la política implementada por el entonces recién asumido presidente y por todos sus sucesores respecto de los acuerdos de libre comercia fue una determinación de Estado calculada y estudiada en todas sus dimensiones.

Hoy, Chile debe ser el país que más acuerdos de libre comercio tiene en el mundo, lo que en la práctica significa que se reconoce su seriedad y que ha sabido negociar en forma adecuada, recibiendo una buena acogida de sus contrapartes. Estos acuerdos han significado beneficios para la economía nacional y en su conjunto, pero lo que es más importante, se han traducido en una mejoría de vida para el común de los chilenos(as).

Los pequeños productores de cerezas de la zona central reciben un excelente retorno desde China y Japón por la venta de su producto en esos países; las personas más humildes de nuestra sociedad pueden comprar por menos de $5.000 una parka para sus hijos menores a fin de defenderlos del frío; los pequeños empresarios pueden importar las materias primas que necesitan para su producción y las maquinarias requeridas en su actividad a menor precio y, a su vez, vender a valor más competitivo en el exterior, pues no pagan allí derechos de importación; y los chilenos de la denominada clase media baja pueden aspirar a adquirir un automóvil. Los miles de vehículos que cada mes importa Chile son una buena demostración de este aserto.

Pero los acuerdos de libre comercio no están escritos en piedra. Es decir, pueden ser modificados por las partes si ambas están de acuerdo. Para hacer eso es necesario desarrollar una aproximación diplomática previa, seria y propositiva a la contraparte, teniendo presente que esta también solicitará algo para su beneficio.

No se puede, por motivo alguno, declarar que Chile revisará los acuerdos de libre comercio sin siquiera identificar cuáles de ellos serán fruto de una proposición en ese sentido. Esa generalización solo crea incertidumbre en el ambiente internacional y da origen a la idea que ya el país no es un socio confiable.

Por lo anterior es que me parecen del todo desafortunadas y peligrosas las declaraciones del candidato Gabriel Boric. Él debe entender que el tiempo de participar en desórdenes y tirar piedras en manifestaciones estudiantiles ya quedó atrás y que si hoy desea llegar a ser presidente de la República, debe adoptar una conducta que amerite esta pretensión.

La generalización de revisar acuerdos de libre comercio expresada por el candidato le ha hecho un inmerso mal al país y no será fácil recuperar la confiabilidad de los socios que hoy tiene Chile. El candidato de marras, si tiene un pequeño sentido de responsabilidad y un atisbo de conocimiento acerca del cuidado que debe considerar cuando se refiere a asuntos internacionales, debería hacer una muy seria declaración en orden a que la revisión de los acuerdos de libre comercio que mencionó es una mera posibilidad y que antes de proceder a cualquier determinación de esa naturaleza, las contrapartes serán oportunamente consultadas por los canales habituales en este tipo de tratados.

No hacerlo es inferir al país y a los chilenos un prejuicio directo.

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