Columna
El Líbero, 24.06.2023
Fernando Schmidt A., embajador (r) y exsubsecretario de RREE

Ayer concluimos junto a El Líbero una visita de cuatro días a Corea, país en el que representé a Chile hace unos veinte años. Eran los tiempos del presidente Kim Dae-jung, Premio Nobel de la Paz por su política de acercamiento a Corea del Norte. La Cancillería estaba en manos de Ban Ki-moon, que luego fue secretario general de la ONU. El entonces jefe de la Dirección de Comercio era Han Duck-soo, actual primer ministro. En esos años los tres impulsaban el TLC con Chile, el primero que estrenaba ese país y que a lo largo de los años nos ha permitido convertir a Corea en uno de nuestros principales mercados con más de US$ 4.500 millones de superávit. Esta vinculación comercial genera hoy miles de puestos de trabajo en Chile y ha multiplicado la canasta exportadora.

Veinte años después la democracia coreana está encabezada por una generación que no sufrió la guerra (1950-1953) y, en muchos casos, tampoco las luchas por la democracia de los años 70 y 80. A ellos les toca administrar una economía que se cuenta entre las más vibrantes del mundo. Lo primero significa que el peligro norcoreano, aunque está presente en diferentes políticas públicas partiendo por las de seguridad y defensa, no está entre las preocupaciones inmediatas del votante, aunque marca las diferencias entre los partidos. Los titulares en todos lados tratan del tema con preocupación, que no son las del ciudadano coreano para el que sus eventuales parientes en el Norte son ya unos desconocidos.

Lo segundo se enfrenta con una mirada puesta en el futuro a base de un enorme esfuerzo en I+D o en la recreación de lo tradicional a formas modernas. En SK, por ejemplo, pudimos visitar el año 2053 y lo que nos espera en materia de movilidad a 1.300 kilómetros por hora; estaciones espaciales; ciudades submarinas; operaciones quirúrgicas a distancia; detección temprana de catástrofes naturales o tecnologías ambientales. Estas ideas en desarrollo empezarán a aparecer entre el 2025 y el 2030. Por otro lado, sorprende el vigor de lo tradicional en el diseño y las artes. Impresiona también el esfuerzo que se invierte en todos lados para que la marca Corea se expanda más allá del pop, el cine, la gastronomía o la música. Hoy está lanzada la campaña para obtener la sede de la Expo Mundial 2030 para Busan y la sociedad, colectivamente, está detrás de esta candidatura. Me pregunto si Arabia Saudita e Italia, los otros competidores, ponen el mismo empeño que Corea en su postulación.

La mirada de largo aliento que me impresionó hace veinte años me sigue sorprendiendo hoy. Ocurre en la aeronáutica, la robótica, la industria de la defensa, los transportes. Esto contrasta aún más si tenemos en cuenta que para el chileno promedio el largo plazo ¡son los próximos tres meses! Los gobiernos pasan, pero aquí los planes estratégicos de desarrollo siguen adelante en forma imperturbable.

Sin embargo, también aparecen nubes en el horizonte político según pudimos constatar en la charla que nos ofreció la profesora Lim Sujin de la Universidad Católica de Daegu. Por ejemplo, el voto para la Asamblea Nacional unicameral sigue estando fuertemente arraigado en lo regional y no en una perspectiva nacional. Es decir, en un país altamente urbanizado, pero donde las circunscripciones agrícolas constituyen la mayoría, las posibilidades de una apertura comercial total sigue siendo compleja por el bloqueo agrícola.

Igualmente, según la profesora Lim se observa un agotamiento y baja credibilidad en los partidos políticos entre la población. El Poder Legislativo de 300 escaños está prácticamente monopolizado por Poder Popular de gobierno (115 puestos) y el Partido Demócrata de oposición (184). A pesar de una alta participación para un sistema voluntario (77%), hay poca credibilidad en los partidos lo que explicaría hoy día el enorme poder de fiscales convertidos en políticos, que son los que dominan el Ejecutivo.

Paralelamente, se está produciendo una mayor polarización y banalización de la vida pública; distanciamiento entre quieres vivieron la guerra y los que nacieron en un Estado próspero; disputas entre hombres y mujeres por la paridad; son visibles la obesidad y una sociedad más hedonista; crece un papel más asertivo de las iglesias protestantes en política (para reivindicar valores conservadores), etc. Todo esto retroalimenta según Lim el descrédito de las instituciones.

Así, los problemas políticos, comunes a muchas democracias, cierto, conviven con un país paralelo eficiente y muy productivo que mira al largo plazo, que gana espacios tecnológicos en el mundo. Sin embargo, es en esa dualidad donde puede producirse una brecha que reclama un nuevo pacto social (no necesariamente constitucional) ya que su carencia podría impedir mantener la vitalidad de la exitosa marca Corea que depende de que ambos factores -innovación y política- vayan de la mano.

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