Editorial OpinionGlobal, 31.01.2024
Desde algún tiempo a esta parte, hemos venido alertando en estas páginas acerca del creciente deterioro sufrido por el sistema internacional. Hemos mencionado varias causas del fenómeno, entre otras, la atomización de las potencias mundiales; el desconocimiento del derecho internacional y debilitamiento del sistema multilateral; las vicisitudes de la globalización; la agudización de los conflictos armados; etc. Algunos agoreros hablan ahora de la irrupción a corto-mediano plazo de una posible tercera guerra mundial gatillada, fundamentalmente, por el ascenso de China y su correspondiente competencia con EEUU, el revanchismo ruso contra Occidente, el auge de los regímenes autoritarios e iliberales frente a las democracias en crisis, y la explosiva y perenne lucha en el Medio Oriente (guerras árabe-israelíes o judío-palestinas y competencia chiita-sunita o iraní-saudita).
Tratemos de avizorar el próximo desarrollo e impacto ulterior de algunos de estos conflictos.
Partamos por la agresión no provocada rusa contra Ucrania y la ambición geopolítica de Putin de que Rusia debe recuperar su imperio (revanchismo), a fin de brindarle supuestamente una mayor estabilidad al mundo (aunque en desmedro de Occidente y de las naciones vecinas). Sin embargo, el atrevimiento del “Hitler del siglo XXI” ha sido hasta ahora contenido por la sangre ucraniana y los suministros de una OTAN ampliada por la amenaza real de Moscú. Al parecer, la prolongación de la guerra no sólo desgasta al país invadido, sino que está debilitando internamente al régimen de Putin.
Por otra parte, si bien el ascenso mundial chino es hegemónico (cambios en el orden internacional, al igual que Rusia), en apariencia resulta más bien económico y pacífico. Es cierto que Xi Jinping pretende convertirse en el nuevo Mao de China; es decir, un tirano en lo interno con políticas agresivas en lo externo. Pero la invasión de Taiwán es todavía más una amenaza que un hecho. Para ello, Pekín está mirando muy de cerca el apoyo occidental a Ucrania, porque en el fondo refleja la firme predisposición de Washington a defender la isla.
El armamentismo desenfrenado de Corea del Norte (prueba de misiles de largo alcance y suministros militares a Rusia), bajo el liderazgo del estrafalario Kim Jong-Un, constituye un factor altamente perturbador de la escena internacional. Mientras la hambruna se cierne sobre el pueblo norcoreano, su dictador amenaza con "intensificar los preparativos de guerra".
Tal vez la situación más peligrosa es la que se presenta hoy en el Medio Oriente, por su explosividad, intensidad y posible extensión. En la base, está la lucha despiadada entre dos pueblos semitas (judío y palestino) por un mismo territorio. Pero a ello se han sumado, en el tiempo, los intereses de potencias extrarregionales (imperios coloniales, la URSS, EEUU, Irán, Arabia Saudita, Turquía y otros países menores). La comunidad internacional no ha sido capaz de alcanzar un acuerdo definitivo entre las partes, porque el pueblo palestino y algunos de sus aliados árabes no han rechazado el uso del terrorismo como arma política y militar: Hamas (islamista) controla política y militarmente la Franja de Gaza; Hizbulá (proiraní) es un estado dentro del estado libanés; e Irán está empreñado en obtener la bomba atómica y en hacer desaparecer al estado de Israel. Por su parte, éste último es un régimen racista que, sobre todo con Netanyahu, ha desconocido la solución de dos estados en Palestina y se empeña en desplazar, gradualmente y a la fuerza, a los palestinos de sus territorios.
Frente a este panorama tan complicado, cabe consignar que el funcionamiento del sistema multilateral actual deja mucho que desear en la solución de controversias internacionales. El poder real en Naciones Unidas recae en los cinco miembros permanentes con veto del Consejo de Seguridad (EEUU, Rusia, China, Reino Unido y Francia), un vestigio de la segunda guerra mundial. El problema hoy es que dichos actores han usado su posición privilegiada para limitar la participación de Naciones Unidas en los mayores conflictos, incluyendo no solo algunas de las guerras civiles (Siria y Yemen) sino dos crisis globales (Ucrania y Gaza). Debido al veto, Rusia ha bloqueado todos los esfuerzos para que la ONU intervenga en contra de una guerra de agresión en Ucrania, que viola el mandato de la ONU, y EEUU ha desplegado la misma obstrucción para evitar un cese del fuego en Gaza que alivie el sufrimiento de los civiles palestinos.
A falta de mecanismos que sean operantes para asegurar la paz internacional, un número significativo de estados deben comprometerse a ultranza con la defensa de la democracia y los derechos humanos. Eso es lo que persiguen la OTAN en Ucrania y EEUU en el estrecho de Taiwán. A escala regional, eso es lo que deben proponerse países menores como Chile frente a las dictaduras de Cuba, Nicaragua y Venezuela. Nuestra diplomacia no puede seguir ignorando la situación cubana, como si la isla no existiese, tendría que romper relaciones diplomáticas con Managua para aislar al régimen de los Ortega-Murillo y, finalmente, retrotraer la relación con Maduro a la situación previa al nombramiento de nuestro embajador, en vista de la inhabilitación de María Corina Machado como candidata presidencial opositora. En este caso, La Moneda debe reconocer que la "estrategia de diálogo" con el tirano chavista fracasó.