Columna Realidad y Perspectivas, N*127 (julio 2024) Milos Alcalay, embajador (r) y columnista venezolano
No fue una sorpresa cuando en la madrugada del 29 de julio el presidente del Consejo Nacional Electoral (CNE), Elvis Amoroso, anunció falsamente que Nicolás Maduro había ganado las elecciones con el 51,20% de los votos. Las actas en manos de la oposición demostraban lo contrario al apuntar un triunfo aplastante de Edmundo González.
María Corina Machado, líder del movimiento opositor, desmintió públicamente la falacia del oficialista Amoroso –el mismo que como contralor la inhabilitó en su momento–, al responderle: “Tenemos presidente electo. Es Edmundo González Urrutia. Ganamos y todo el mundo lo sabe. Ganamos en todos los estados del país”. Al levantarle triunfalmente la mano al ganador, estuvo acompañada por los más destacados dirigentes de la Plataforma Unitaria. En su alocución concluyó que “la verdad es que Edmundo obtuvo el 70% de los votos mientras que Maduro solo el 30%”.
El resultado obtenido por la oposición no fue una sorpresa, sino que ratificaba lo que ya se sabía y que se constató con la presencia masiva en las movilizaciones espontaneas durante la campaña, las encuestas serias, los resultados obtenidos en boca de urna. Todo ello es consecuencia de la conformación de un fenómeno político y espiritual de unidad en un arcoíris democrático formado desde las bases independientes, liberales, socialistas, demócratas cristianas, chavistas disidentes, militantes de partidos históricos de izquierda, centro y derecha.
El 28 de julio, y en los días siguientes, ni los atropellos ni las amenazas del régimen para infundir temor lograron su cometido. La esperanza por conseguir el anhelado cambio pacífico tras 25 años de dominación autoritaria y empobrecedora estuvo presente en todo momento.
Los inaceptables ataques contra Edmundo González y María Corina el 28 de julio y los días siguientes por el CNE, el fiscal general Tarek William Saab, el Tribunal Supremo de Justicia y por la Asamblea Nacional demostraron cómo las instituciones dominadas por el presidente reeleccionista siguen incondicionalmente el objetivo de que se mantenga en el poder por “las buenas o por las malas”. A partir del 29 de julio demostraron su decisión de aferrase al poder “por las malas”.
La respuesta internacional exigiendo transparencia estuvo presente antes y después de las elecciones. Para la oposición, fue alentador constatar que Gobiernos de izquierda democrática de América Latina que antes se identificaban como aliados internacionales de Maduro, esta vez no quisieran retratarse incondicionalmente con un modelo que repetía que no dejaría de ninguna forma el poder, con una narrativa inaceptable de amenazas de guerra civil, baños de sangre, persecuciones, intimidaciones y otras triquiñuelas muy alejadas de los principios democráticos electorales establecidos en la Constitución Bolivariana y en los Acuerdos Internacionales suscritos.
El presidente chileno Gabriel Boric ha sido claro desde el comienzo en materia de derechos humanos y democracia en Venezuela. La advertencia de su homólogo brasileño Lula al recomendarle a Maduro no seguir con las amenazas y respetar los resultados, coincidió con la propuesta de su par Gustavo Petro de Colombia o del exmandatario Mujica del Uruguay quien ha dado lecciones de altura sobre la necesidad de reconocer el resultado electoral sin trampas. En Argentina, Cristina Kirschner exigió –en memoria de Hugo Chávez– que Maduro cumpliera entregando las actas, mientras la inesperada “desinvitación” como observador al expresidente trasandino Alberto Fernández, por exigir transparencia, siguió la misma pauta de la otra “desinvitacion” de la delegación de la Unión Europea y de los observadores del Tribunal Superior Electoral del Brasil. También exjefes de Estado como Michelle Bachelet, Ernesto Samper y Leonel Fernández marcaron sus distancias con el totalitarismo.
Si esas confrontaciones se dirigieron contra gobienos y dirigentes de izquierda, con mayor vehemencia atropellaron a invitados del candidato opositor y de María Corina de centro o de derecha, quienes acudían simplemente como acompañantes en este histórico momento. La furia desmedida del régimen fue contraproducente porque le dieron más visibilidad al nerviosismo imperante.
Se incumplió con la cortesía internacional al impedir la presencia de los expresidentes Vicente Fox (México), Jorge “Tuto” Quiroga (Bolivia), Miguel Ángel Rodríguez (Costa Rica), Mireya Moscoso (Panamá), de la exvicepresidente de Colombia, Marta Lucia Ramírez; la expulsión de la delegación de 10 senadores, diputados y eurodiputados del Partido Popular, al igual que de la exalcaldesa de Bogotá Claudia López, de los senadores chilenos José Edwards y Felipe Kast, de la senadora colombiana Angélica Lozano, de los senadores argentinos Francisco Paoltroni y el político Bongiovanni. Un parlamentario de Vox, Víctor González quien entró como turista, fue procurado por los servicios de inteligencia en el hotel, vejado, desnudado y expulsado al día siguiente, lo que muestran el talante totalitario y primitivo de las autoridades. A su vez, presidentes como el de Uruguay Luis Lacalle Pou, o expresidentes como el paraguayo Mario Abdo Benitez y su excanciller Luis Alberto Castiglioni, o personalidades peruanas de los más variados partidos, o el Senado de Chile, condenaron estos hechos presentando claramente la realidad.
Ante estas escandalosas expulsiones de honorables personalidades, el presidente del CNE y otros altos dirigentes chavistas tuvieron la osadía de señalar que los habían expulsado porque se trataba de narcotraficantes y corruptos, insultando sin rubor a destacadas personalidades sólo por el hecho de aceptar la invitación del binomio María Corina-Edmundo.
Pocos días después, la prepotencia madurista llego a expulsar también a siete misiones diplomáticas de América Latina, por el simple hecho de que sus gobernantes no aceptaron el fraudulento resultado hasta que no se publicaran los resultados en base a las actas como establece la Ley Electoral venezolana. Desde ese momento no hay embajadas de Argentina, Chile, Costa Rica, Ecuador, Panamá, Perú, República Dominicana, a las que se suma las que ya estaban proscritas como Estados Unidos, Canadá y Paraguay.
La reacción firme de 17 gobernantes latinoamericanos en la sesión especial del Consejo Permanente de la OEA convocada para pronunciarse sobre las elecciones en Venezuela quedó evidenciada en sus intervenciones, y se suma a otras posiciones adoptadas por el G7, el Alto Comisionado de la ONU sobre Derechos Humanos, el Centro Carter, la Unión Europea y otras instituciones que demuestra el rechazo a lo anunciado por el señor Amoroso y por las instancias del régimen.
En la OEA no se logró acordar una resolución que exigiera a Venezuela transparentar los resultados electorales. Esto por las abstenciones, entre otros, de Colombia y Brasil, y por la ausencia de México. Estos tres países suscribieron una declaración que muestra el papel “negociador” que aspira jugar Troika, especialmente como interlocutor con los Estados Unidos. Pese a la innegable influencia del aquel trinomio, no deja de preocupar la influencia del Foro de Sao Paulo, del Grupo de Puebla o del Partido de los Trabajadores que ya se pronunciaron a favor de Maduro, y que podrían influir a sus gobernantes para procurar una “paz” que en el fondo sería asegurar el “statu quo” de la permanencia en el poder de los perdedores. Preocupa igualmente las posiciones de algunos asesores de esa Troika, que pretenden excluir a María Corina, la gran líder y estratega opositora, de las futuras “negociaciones” separándola del binomio exitoso con Edmundo, lo que sería repetir la ilegitima inhabilitación, esta vez a nivel internacional y que sería inaceptable para los venezolanos, porque ella es la gran dirigente electa con el 93% de los votos en las plenarias y el gran fenómeno político del país.
La propuesta de la falsa solución “institucional” basada en lo que dispongan los órganos controlados por el PSUV no es aceptable, porque ya se sabe su total sumisión a la permanencia de Maduro en el poder, lo que quedó demostrado en la valiente respuesta popular de respaldo a María Corina y Edmundo, que se volvió a repetir al cierre de esta edición en toda Venezuela a pesar de los asesinatos, las órdenes de arresto del binomio triunfador, las amenazas a dirigentes o simples trabajadores, la represión y más de un millar de detenidos.
La situación sigue siendo muy fluida, y resulta prematuro saber cómo evolucionará la grave crisis venezolana. Pero lo que sí es cierto es que el cambio es irreversible y que ésta es una carrera de resistencia y no una de velocidad.