Columna El Mostrador, 29.06.2016 Renato Garín, estudiante posgrado (U. de Oxford) e investigador (CAIP)
Existe una rivalidad enorme entre ambos personajes, desde Oxford en adelante. Esta rivalidad estaría también detrás de la división del Partido Conservador, que llevó al choque de trenes entre estos dos líderes, ambos enfrentados detrás del referendo. La estrategia de Johnson fue presentar la contradicción entre la revolución neoliberal iniciada por Thatcher en los ochenta, con la hegemonía de los burócratas socialdemócratas en Bruselas. Esto construyó un clivaje dentro del partido, en el que Johnson logró ocupar el sitial de la coherencia discursiva y programática. Si Cameron aparecía como un líder global, a Johnson le preocupó siempre el perfil nacionalista, a ratos populista, que logra capturar en su libro sobre Winston Churchill.
El Brexit ha generado un gran caudal de artículos, todos armados de citas respetables de lado y lado, con cifras y argumentos convincentes. El triunfo del voto contrario a la Unión Europea tiene ribetes sociológicos profundos al menos en dos sentidos.
Por un lado, el Brexit habla del profundo desencanto que viven las clases medias que viven fuera de Londres. La ciudad capital y su área metropolitana extendida dominan la nación. Los poderosos, los influyentes, los millonarios, tienen todos su hogar en la ciudad de Londres. Es, con mucha diferencia, la ciudad más Europea del Reino Unido, emergiendo como un centro global financiero que ha atraído la inversión y la instalación de los circuitos financieros más influyentes del planeta.
Por ende, resulta lógico que las clases medias pertenecientes al área del “Greater London” sientan una mayor pertenencia al proyecto europeista. Del mismo modo, el resultado electoral habla a las claras de una división por edades, donde los jóvenes se sienten atraídos al proyecto continental y los adultos mayores no.
Sin embargo, hay una cuestión sociológica no solo a nivel de clases medias, sino también en las elites.
En el Partido Conservador, los llamados Tories, existe una división política profunda, encarnada por dos líderes cuyas vidas y trayectorias están enlazadas desde la infancia. David Cameron, el renunciado Primer Ministro, y Boris Johnson, ex alcalde de Londres, representan una escisión dentro de las elites del partido gobernante.
Esta disputa acarrea elementos personales y colectivos de larga data, que retrotraen a ambos personajes hacia las instituciones más privilegiadas de la nación. La caída de Cameron es, también, el ascenso de Johnson, quien las ejerció de vocero del Brexit en las últimas semanas de campaña.
David y el pasado
David Cameron es hijo de una familia tradicional encumbrada en la alta burguesía de la sociedad inglesa, teniendo el privilegio de asistir a Eton College. Esta es la institución educacional más elitista de Inglaterra y probablemente de todo el mundo, contando entre sus ex alumnos a diecinueve primer ministros, además de artistas, intelectuales, académicos, diplomáticos y héroes militares.
Este colegio, fundado por Enrique VI en 1440, es considerado la cuna cultural de las elites del Reino, pues en sus casi seis siglos de existencia ha sido el punto donde los padres ricos han enviado a sus hijos.
En Eton, Cameron fue compañero de generación, entre otros, de un adolescente de cabello rubio y voz ronca, que respondía al nombre de Boris Johnson.
Al terminar en Eton, el joven Cameron decidió matricularse en la Universidad de Oxford, otro de los puntos neurálgicos del Reino Unido, por ser su primer cerebro humanista y científico, y por constituir, junto a la Universidad de Cambridge, los dos buques insignia de la armada británica en la guerra cultural de la modernidad.
En Oxford, otro lugar de privilegio y elites, confluyen no solo los mejores estudiantes de Inglaterra y sus adyacencias, sino también los estudiantes europeos, africanos, indios, gringos, asiáticos y latinoamericanos, en menor proporción.
En los pasillos de Oxford, Cameron volvió a encontrarse con Boris Johnson, quien era uno de los principales líderes políticos a nivel estudiantil.
Durante sus años en Brasenose College, uno de los colegios constituyentes de la Universidad de Oxford, David Cameron no mostró mayor interés por la política. En cambio, prefería el tenis, las bandas de rock improvisadas y el estudio. Contra todos los pronósticos, luego de graduarse en la ciudad, Cameron obtuvo su primer trabajo en las oficinas del Partido Conservador, desde donde iniciaría una meteórica carrera hasta quedarse con el puesto más importante del Reino.
Como líder de su país, se transformó en la tercera pieza dentro del esquema regional europeo, junto a Alemania y Francia, como baluartes indiscutidos de una férrea unión.
Las condiciones bajo las cuales Inglaterra opera en esta alianza son curiosas, pues mantiene su propia moneda y profundiza su alianza con Estados Unidos. Esa doble jugada de Cameron, muy propia de una forma de hacer política en el Reino, se hace visible en su pragmatismo a toda prueba que lo lleva primero a pactar y consumir a los liberales y luego a desactivar, momentáneamente, el ruido independentista en Escocia.
El esplendor financiero de Londres y su consolidación como puerto global no se entienden sin la Unión Europea, pues muchas empresas tomaron la ciudad como centro de operaciones para desembarcar luego en el continente. Solo Berlín puede compararse en su dimensión estratégica y sus pretensiones hegemónicas.
Cameron entendió esto y su reelección avasalladora no se entiende sin su pragmatismo ilustrado, que minimizó cualquier atisbo de liderazgo que se pudiere proyectar en su oponente, el laborista Edward Miliband, hijo del destacado intelectual marxista Ralph Miliband.
Sin embargo, pese a que Cameron tenía todos los frentes controlados, hubo una arista que no pudo someter. Poco a poco, lentamente, el discurso euroescéptico creció.
La inmigración, las crisis económicas ajenas, los burócratas en Bruselas, fueron creando hebras de un discurso que entró de forma líquida en la sociedad británica, especialmente en los mayores de 45 años.
Una voz, permanente, ronca, rubia, le quitaba el sueño a Cameron. Era la voz del alcalde de Londres, Boris Johnson, su antiguo compañero de curso en Eton, y también en Oxford.
Boris y el futuro
“La ambición rubia” lo apodaban en Baliol College, uno de los colegios más importantes de la Universidad de Oxford, lugar hasta el cual llegó luego de ser un alumno sobresaliente en Eton. Pese a esta descripción, Johnson no proviene de las elites tradicionales.
Siendo hijo de ingleses, nace en Nueva York y estudia en Bruselas antes de entrar a Eton. Sus estudios son financiados mayormente con becas y no por patrimonio familiar, lo que lo convierte en un representante de cierto ideal meritocrático que las instituciones de elite quieren proyectar. La política, en su caso, parece definirlo desde el comienzo.
Ya en Oxford es reconocido por competir por la presidencia del Union, considerado el puesto más importante al que los estudiantes pueden aspirar. La primera vez que compitió perdió, aunque la segunda ganó y entonces pareció ser una estrella naciente.
Su camino, sin embargo, se truncó varias veces, debiendo conformarse con premios de consuelo y labrar una larga carrera, primero como miembro del Parlamento en representación de Henley y luego como alcalde de Londres.
En paralelo a su carrera como figura política, Johnson ejerció el periodismo, escribió libros y se convirtió en una reconocida voz pública. Su olfato para rastrear los grandes temas y tomar posición, probablemente, lo alertó de lo que venía. El discurso euroescéptico, que crecía de la mano del partido outsider UKIP (United Kingdom Independence Party) y penetraba de forma equivalente entre toriesy laboristas.
Si bien simpatizaba con la idea de separarse del continente, Johnson no lo hace expresamente, pues era alcalde de Londres, la ciudad europea por definición dentro de Inglaterra.
Así, Boris Johnson enfrentaba una contradicción: ser pro Brexit y a la vez ser alcalde de Londres. Esta dualidad duró hasta que abandonó el cargo edilicio y se volcó por completo a la campaña comunicacional del referendo. Era la coronación de un largo proceso, que incluye también una década de presiones internas dentro del Partido Conservador. La promesa de la votación, que hiciera Cameron ante los tories, es también un compromiso con el ala de Johnson.
Según el documental When Boris met dave (Cuando Boris conoció a Dave) existe una rivalidad enorme entre ambos personajes, desde Oxford en adelante. Esta rivalidad estaría también detrás de la división del Partido Conservador, que llevó al choque de trenes entre estos dos líderes, ambos enfrentados detrás del referendo.
La estrategia de Johnson fue presentar la contradicción entre la revolución neoliberal iniciada por Thatcher en los ochenta, con la hegemonía de los burócratas socialdemócratas en Bruselas. Esto construyó un clivaje dentro del partido, en el que Johnson logró ocupar el sitial de la coherencia discursiva y programática. Si Cameron aparecía como un líder global, a Johnson le preocupó siempre el perfil nacionalista, a ratos populista, que logra capturar en su libro sobre Winston Churchill.
En Oxford, ganó el voto “Remain” con más del 70%. De ahí el desaliento que se vive hoy en la Universidad y en los intelectuales que allí habitan. Es complejo de entender, en una de las ciudades más cosmopolitas del mundo, el estar inserta en un país que vota por romper una unión continental.
A la vez, cunde el morbo por ver que el enfrentamiento cultural entre Cameron y Johnson parece tener un claro ganador. David, de Brasenose College, dejará el cargo más importante del Reino con un fracaso entre manos. Boris, de Baliol College, ocupará su lugar en un futuro próximo, sin rival a la vista. Ya se encuentra en la preparación de su asalto final al poder, una vez que su rival generacional ha entregado la espada.
Finalmente, David terminó por conocer a Boris. Una vez que concluyó el discurso de Cameron, Johnson apareció en cadena nacional honrando su figura y perfilando el futuro. David intentó gobernar en medio de la paz financiera. Boris, estudioso de los romanos, bien sabe cómo dice el latín: Si vis pacem para bellum. Si quieres la paz, prepara la guerra.