De la Franja y la Ruta a la ‘guerra de corredores’

Columna
El Mercurio, 30.09.2023
Juan Pablo Toro V., director ejecutivo de AthenaLab

La conectividad física agrega mayor valor a las economías, bajo el supuesto de que si uno construye infraestructura, luego se pagará sola con más comercio. Pero desde los romanos hasta la Compañía Neerlandesa de las Indias Orientales es sabido que las nuevas vías también tienen efectos geopolíticos inevitables: a los imperios desaparecidos les sobreviven los caminos trazados.

Al cumplirse una década del lanzamiento del billonario proyecto de la Franja y la Ruta por parte de China, se están haciendo muchos balances sobre el éxito o fracaso de esta iniciativa de Xi Jinping, que buscaba mejorar las conexiones entre Asia, África y Europa, en primer término, y luego, con el resto del mundo.

Este objetivo se alcanzaría mediante la entrega de créditos directos a países —sin considerar a fondo su capacidad real de pago—, para construir carreteras, ferrocarriles, puertos, aeropuertos y redes de transmisión de energía y datos. Como plan, sin duda, era una buena idea para crear la “Comunidad de Destino Compartido” que promueve Xi, ya que hay muchas regiones del mundo que tienen enormes déficits de infraestructura, incluida América Latina.

En la práctica, la llamada Nueva Ruta de la Seda ha tenido resultados mixtos, ya que existen proyectos que funcionaron, como el tren entre Etiopía y el puerto de Djibouti, y otros que no han tenido el efecto esperado (Italia incluso ya piensa en salirse).

Un ejemplo de esto último es el corredor Xinjiang-Gwadar, considerado la “joya de la corona” (más de US$ 60.000 millones en inversión), que busca dar acceso a China al océano Índico evitando a India. Al iniciarse, el proyecto estimuló la economía de Pakistán por la compra de maquinaria y materiales de construcción. Pero con el pasar de los años empezó a presionar, aún más, el déficit fiscal del país. Si bien la terminal está finalizada, se han registrado fuertes protestas por el descontento de la población local, que no ve beneficios concretos. Otro país que experimentó un verdadero estallido contra el gobierno es Sri Lanka, ahogado por las deudas contraídas para expandir el puerto de Hambantota.

Es cierto que entremedio de la Franja y la Ruta se atravesaron imponderables, como la pandemia de covid-19, con todos sus efectos negativos en las economías más frágiles, y la invasión rusa a Ucrania, que volvió a estresar las cadenas de suministro globales. Pero desde el punto de vista financiero, varios líderes que engancharon a sus países con el plan parecen haber pensado más en los beneficios en el corto plazo, con la inyección de millones de renminbis para sus gobiernos de turno, que en el largo plazo, algo frecuente en los populistas.

No obstante, quizás habría hasta que agradecerle a China por el lanzamiento de la Nueva Ruta de la Seda, ya que esa maniobra desató una verdadera “guerra de corredores” e iniciativas internacionales para financiar infraestructura que le compita. Otra cosa es que se empiecen a canalizar los fondos.

En la reciente cumbre del G20 se anunció la creación de un corredor entre India y Europa a través de Medio Oriente; la Unión Europea lanzó su Global Gateway para movilizar hasta 300.000 millones de euros. Liderados por EE.UU., los países del G7 aseguraron que canalizarán US$ 600.000 millones para infraestructura de calidad. Japón tiene su propio plan andando en el Sudeste Asiático. Europeos y americanos respaldan la idea de una conexión africana que una Zambia y Angola vía la República Democrática del Congo.

Por lo mismo, es muy difícil conseguir hoy un balance objetivo sobre la Iniciativa de la Franja y la Ruta, puesto que quedó de manifiesto su efecto geopolítico al acrecentar la competencia global por ganar influencia en regiones menos desarrolladas y crear cadenas de suministros confiables hacia y desde las potencias industriales.

Sin embargo, como no se trata de un juego de suma cero, sino variable, el desafío es acceder a esos recursos disponibles para infraestructura sin ahondar déficits fiscales ni exacerbar dependencias económicas a límites peligrosos. América Latina es particularmente sensible a esto. Nunca se explicó bien por qué Chile ingresó a la Iniciativa de la Franja y la Ruta, más allá de la relación comercial con China, porque existe un sistema de concesiones que evita los tratos directos y posibilidades múltiples de acceso a créditos. Quienes asistan a la cumbre del 10° aniversario de la Nueva Ruta de la Seda tendrán la oportunidad de pedir una evaluación sincera a sus creadores, aunque la diferencia respecto a 2013 es que lo podrán hacer contrastándolo con una variada oferta de nuevos corredores, que ofrecen tanto oportunidades económicas como una verdadera encrucijada geopolítica.

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