Editorial OpinionGlobal, 16.11.2024
El mundo está sufriendo un incremento sostenido de la violencia, entre conflictos armados y altas tensiones internacionales. Sólo por mencionar algunos casos, tenemos: amenazas del crimen organizado transnacional (México, Venezuela); conflictos permanentes (Árabe-Israelí, Armenia-Azerbaiyán, India-Pakistán); guerras civiles en Birmana, Siria, Somalia, Sudán y Yemen; guerras en Ucrania y el Medio Oriente (Franja de Gaza y El Líbano); olas masivas de migración; proliferación nuclear (Corea del Norte e Irán); terrorismo internacional (África subsahariana, ISIS, Talibanes); aparte de los bandidos nigerianos, pandilleros haitianos y separatismos varios (abjasio, kurdo, osetio, transnistrio).
Ahora bien, todos esos conflictos se están planteando dentro de un sistema internacional marcado por una segunda guerra fría o guerra fría 2.0 (EE.UU. vs. China), así como por un aumento de los embates de autócratas contra las democracias.
Evolución de los conflictos
En ese contexto, el expansionismo imperialista de Vladimir Putin en Europa a partir de 2008 (Georgia), luego en 2014 (Crimea-Donbas) y, finalmente, en 2022-2024 (Ucrania), son los primeros pasos de una política encaminada a recuperar el espacio postsoviético. De triunfar en Ucrania, Rusia plantearía una amenaza directa hacia otros países de Europa Oriental (Moldavia, Polonia y Rumania) y del Báltico (Estonia, Letonia, Lituania y Finlandia). Asimismo, puede incentivar la agresión de China contra Taiwán y en Mar de la China Meridional, así como una mayor agresividad en las políticas exteriores de Corea del Norte y de Irán (ambos socios de Rusia)
Por ahora, la cuestión más importante es poder determinar si la agresión armada de Moscú contra Kiev (24 de febrero de 2022) se verá contenida dentro de un esquema general de guerra fría, o bien, se ampliará hacia una guerra total (III Guerra Mundial). En el primer caso, el argumento es que la guerra de Ucrania equivale a la guerra de Corea (uno de los conflictos mayores que hubo en la guerra fría original), sobre todo si la solución del conflicto implica la partición final de Ucrania. En cambio, para el segundo, Ucrania representa algo así como la guerra civil española (1936-1939), porque la internacionalización de esta fue el preludio de la segunda guerra mundial. El raciocinio consiguiente es que, con la intervención de tropas norcoreanas, la internacionalización del conflicto ucraniano bien puede desatar una participación masiva de otras potencias (partiendo por Corea del Sur), de la OTAN o de algunos de sus miembros más afectados.
¿Tercera guerra mundial?
Para una hipótesis de conflagración global, basta con establecer una relación directa entre:
(a) La guerra neo imperialista rusa de Putin en Ucrania, que es apoyada en distintos grados por China, Irán y Corea del Norte (eje de las autocracias) y que puede expandirse en la misma Europa o en otras latitudes (Corea, Taiwán). De hecho, la intervención de tropas norcoreanas en el lado ruso puede gatillar la participación de terceros países en favor de Ucrania;
(b) Los diversos conflictos del Medio Oriente, derivados del antagonismo entre Israel (apoyado por EEUU) e Irán (apoyado por Rusia), que podrían llegar a definirse en una contienda nuclear;
(c) Las posturas internacionales cada vez más agresivas de la China liderada por Xi a raíz del estancamiento económico interno, la amenaza que representan las democracias para el PC chino, y la postura cada vez más independiente de Taiwán, que Beijing reciente y que podría llegar a invadir; y
(d) Las consecuencias negativas de la proliferación nuclear desatadas por el novel dictador norcoreano Kim Jong-un y por la teocracia iraní.
Factor Trump
Una de las claves para poder discernir cualquiera opción futura es analizar el impacto que tiene ahora el triunfo electoral de Donald Trump, puesto que él definirá la relación con China, así como el futuro rol de los EEUU en la OTAN y el nivel de apoyo al gobierno de Volodímir Zelenski. En principio, se ha dicho que el aislacionista Trump admira a Putin (y a los autócratas) y que quiere poner fin de inmediato a la guerra de Ucrania y a los conflictos de Israel con Hamas y Hizbulá, a través de sendas fórmulas transaccionales. El contrapunto lógico es que la derrota ucraniana afecta, a la postre, los intereses estratégicos norteamericanos ante Rusia. Existe, además, un fuerte lobby bipartidista a favor de Ucrania en el Congreso y la administración norteamericanas, en tanto que la expansión del imperialismo de Putin contra terceros países vecinos obligará a la reacción ulterior de la OTAN.
La duda existencial es si Trump, los líderes europeos, y la OTAN, en definitiva, mantendrán o cambiarán su actual política de apaciguamiento; es decir, el apoyo condicionado para que Ucrania no sea vencida, pero no lo suficiente para derrotar a Rusia. La realidad es que las constantes amenazas de escalamiento nuclear planteadas por parte de Putin (la última sobre cambios en la doctrina nuclear rusa), si bien son un bluf, porque Moscú sabe que no puede doblegar a la OTAN en una contienda de ese tipo, igual atemorizan y disuaden a los líderes occidentales de adoptar medidas ofensivas que puedan conducir a un eventual holocausto bélico.
Plan de Paz
Aparentemente, el plan de paz de Trump para poner fin a la guerra en Ucrania podría contemplar algunos de los siguientes elementos, entre otros: independencia y seguridad de Ucrania; cesión a Rusia de ciertos territorios ucranianos ocupados; establecimiento de una zona de desmilitarización (o de amortiguación) entre las fuerzas de ambos bandos, con tropas de contención occidentales; y postergación por dos décadas para un ingreso de Ucrania a la OTAN o a la UE.
Como una solución de este tipo no debería satisfacer plenamente a las partes, Trump cortaría la ayuda a Kiev si ésta rechaza el acuerdo y, al contrario, la “armaría hasta los dientes” si el rechazo es de Moscú. De hecho, Trump tiene la alternativa de diferenciarse del tímido Biden, autorizando a Ucrania el uso de misiles de largo alcance contra objetivos en Rusia; declarar el territorio una zona de exclusión aérea (“no fly zone”); y acordar el financiamiento de la reconstrucción de Ucrania.
Escenarios
En todo caso, habrá que ver cómo se comporta la personalidad tan volátil e impredecible de Trump en esta crisis, puesto que su inmenso ego puede jugar tanto en contra como a favor de Ucrania: en el primer caso, su impaciencia y supuesta fama de eximio negociador lo presionarán por conseguir un acuerdo rápido y -por ende- desprolijo; y en el segundo, él no querrá aparecer como un líder débil, ni como un simple monigote de Putin. Y, a este efecto, resultará muy importante la eventual contención que puedan ejercer sobre él los expertos de su círculo íntimo.
Ahora bien, con respecto a la guerra misma, académicos británicos presentan cuatro posibles escenarios: (i) Victoria rusa tras una prolongada y costosa guerra de desgaste (“Attrition”), con pérdida de la independencia ucraniana; (ii) Un arreglo al estilo de los Acuerdos de Minsk, que favorece -en principio- los intereses rusos, porque exigiría la futura neutralidad de Ucrania; (iii) Congelamiento del conflicto, de manera de mantener el statu quo, lo que permitiría a Putin ganar tiempo para rearmarse para un nuevo conflicto a futuro; y (iv) Un acuerdo en 2025 (según Zelenski) donde Ucrania negocia, desde una posición más fuerte, y consigue la plena soberanía y seguridad del país (ingreso a la OTAN o alianza bilateral con EEUU), a cambio de la cesión de determinados territorios (¿Crimea?) y garantías federales para los rusos parlantes en Ucrania.
Como punto final, consignemos una importante noticia de último minuto: El presidente Biden ha autorizado a Ucrania para usar sus misiles de largo alcance dentro de Rusia, lo cual no sólo significa una mejora sustancial en el posicionamiento estratégico de las fuerzas ucranianas, sino que representa también una nueva escalada en la guerra. EEUU ha decidido dar este paso fundamental ante un devastador ataque perpetrado por Moscú a la infraestructura civil y energética de Ucrania y en respuesta a la intervención de tropas norcoreanas en el lado ruso.