Del Mercosur a la Alianza del Pacífico

Editorial
Correo del Sur, 12.12.2016

La decisión adoptada la pasada semana de cesar los derechos de Venezuela en el Mercosur por incumplir los requisitos para ser miembro del pacto comercial regional, ha vuelto a poner en evidencia que ese proyecto de integración regional, al igual que los otros intentos hechos durante las últimas décadas, no ha logrado salir del estancamiento que arrastra prácticamente de su fundación.

Esta nueva crisis interna, tras la que se mantienen latentes otras dificultades menos visibles que las ocasionadas por los incumplimientos venezolanos, se hace más notable por el contraste con los continuos avances que muestra la Alianza del Pacífico. Es tanta la diferencia, que todo parece indicar que el Mercosur está condenado a jugar un papel marginal y correr a la larga una suerte similar a la de otros proyectos fallidos de integración regional.

En efecto, los gobiernos de Argentina y Brasil han dado un giro radical a las políticas comerciales de sus respectivos antecesores. Han decidido poner fin al distanciamiento entre el Mercosur y la Alianza del Pacífico, lo que hace que las disputas internas en el bloque sudamericano resulten una inútil pérdida de tiempo y esfuerzos.

Este giro es también impulsado por el ya irreversible colapso de la economía venezolana, la que arrastra en su agonía todos los proyectos de integraciòn regional que hace una década fueron promovidos como alternativos a los tratados de libre comercio. Ha sido tan rotundo el fracaso de la Alianza Bolivariana para los pueblos de nuestra América (ALBA) que actualmente ya no es más que una sigla muerta y ya ningún país toma en serio sus postulados.

En ese contexto, es de máxima prioridad que Bolivia se ponga a tono con las nuevas circunstancias y reformule los lineamientos básicos que hasta ahora guiaron su relacionamiento con los países de la región. Más aún cuando el principal pilar sobre el que se sostienen nuestros vínculos comerciales, la exportación de gas a Brasil y Argentina, da claras señales de un agotamiento que no podrá ser revertido en el corto y mediano plazo.

Es urgente que al asunto se le dé máxima atención, pues la nueva tendencia regional, tan favorable a la apertura económica y a la suscripción de tratados de libre comercio, pone a la economía boliviana en una situación de gran desventaja. Es así porque todos los países que nos rodean son mucho más eficientes y competitivos que Bolivia en todos los rubros. Las posibilidades de competir con alguna posibilidad de éxito es prácticamente nula, pues desde la industria textil y los productos de madera, hasta los alimentos, la producción nacional está muy lejos de los niveles de nuestros vecinos.

En tales circunstancias, hay motivos para temer que la clara tendencia hacia una aceleración de la apertura comercial en nuestra región cause una aceleración del proceso de destrucción de la industria manufacturera, el debilitamiento del sector agroindustrial y, por consiguiente, un aumento de la fragilidad económica a la que nos condena nuestra condición de país monoproductor y monoexportador.

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