Democracia y autoritarismo

Columna
Infobae, 12.04.2022
Felipe Frydman, economista argentino, exembajador y consultor del CARI

El mundo está de vuelta en una confrontación ideológica que será muy difícil de acomodar por los intereses contrapuestos

La invasión a Ucrania reconfiguró el escenario mundial. Las sanciones impuestas por los Estados Unidos y Europa y las acusaciones de criminal de guerra contra Vladimir Putin implican el rompimiento de las relaciones y el aislamiento de Rusia del mundo occidental. Con esta invasión, Rusia buscó concretar el desmembramiento de Ucrania iniciado en 2014, cuando se apropió de Crimea y alentó con armas y soldados la independencia de las provincias de Donetsk y Lugansk. Ahora, le sumó el propósito de instalar un gobierno títere similar al de Bielorusia.

El aislamiento de Rusia ha vuelto a recrear en Europa el fantasma de la Guerra Fría, cuando los motivos ideológicos eran predominantes para definir las relaciones entre países. La diferencia con aquellos años es la mayor debilidad de Rusia, tanto por los cambios internos como externos. La economía de la Unión Soviética subsistió por su reducida integración al mercado mundial que escondió las falencias de una baja productividad y afectó el nivel de vida de la población. En 1991, el PBI de la Federación Rusa fue de 517.963 millones y en 2020 alcanzó a 1.483.000 millones; en el período de adaptación del sistema económico 1991/2000 el PBI sufrió una grave contracción, ubicándose en 195.907 millones en el año 2000. La recuperación desde ese entonces, por las exportaciones de petróleo y gas y la estabilidad, coincide con los gobiernos de Vladimir Putin.

El Golpe de Estado para destituir a Mikhail Gorbachov propulsó la disolución de la Unión Soviética y la recuperación de la independencia de 15 países que se encontraban sometidos al poder colonial. Al mismo tiempo, la caída del Muro de Berlín simbolizó el fin de la ocupación de Europa Oriental que se arrastraba, en algunos casos, desde 1939, y en otros, desde el fin de la II Guerra Mundial. Estos cambios marcaron el fin de la Guerra Fría, y también de la disputa ideológica que dominó la política internacional desde el triunfo de la Revolución Bolchevique en 1917.

Esa paz duró 20 años. La consolidación de China no solo revivió la disputa ideológica, sino que también activó los conflictos económicos. Después de tres décadas de colaboración entre China y los Estados Unidos para apuntalar el desarrollo económico del primero, el ascenso de Xi Jinping en 2013 marcó un punto de inflexión al insistir en las diferencias de modelos, la consolidación del poder hegemónico del PC, la enseñanza en las escuelas del pensamiento del líder y comenzar una campaña para expandir su influencia que se expresó en la reclamación del Mar de China y la Iniciativa de la Ruta de la Seda (BIR). La Declaración Conjunta Rusia-China del 4 de febrero constituyó una plataforma de colaboración para enfrentar a las democracias occidentales y una advertencia sobre los intentos de cuestionar los regímenes políticos de ambos países mediante demandas de derechos humanos, libertad de expresión y pluralidad política.

La decisión del presidente Joe Biden de calificar esta nueva situación como un enfrentamiento entre democracia y totalitarismo define el inicio de una etapa de inseguridad porque el mundo está de vuelta en una confrontación ideológica que será muy difícil de acomodar por los intereses contrapuestos. La declaración del Consejo Europeo, resumiendo la reunión entre el presidente del organismo Charles Michel con el primer ministro Li Xeqiang mostró las diferencias, a pesar de los intereses comerciales entre ambas partes. Ni los Estados Unidos ni Europa pueden obviar los temas democráticos por la demanda de la sociedad civil para continuar presionando al gobierno chino. El Parlamento europeo, sensible a la situación política interna, postergó el tratamiento del Tratado de Inversiones, acordado en enero de 2021 por 559 votos a favor y 30 en contra.

La agresión de Rusia a Ucrania agudizó las contradicciones en los cuales se divide el mundo de hoy y alejó las posibilidades de tener una multipolaridad, que hubiera podido asegurar estabilidad para promover el desarrollo y enfrentar los graves problemas heredados de la pandemia. Mientras subsistan los regímenes autoritarios será imposible concretar la gobernabilidad porque subsistirán los riesgos de líderes megalómanos, cuyas decisiones no dependen de equilibrios institucionales existentes en los sistemas democráticos.

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