Demografía y cambios en el orden mundial

Columna
El Mostrador, 11.04.2023
Juan Pablo Glasinovic Vernon, abogado, exdiplomático y profesor (PUC Valparaíso)

Si bien la población a nivel mundial sigue creciendo, en la mayor parte de los países la tasa de natalidad ha caído bajo el nivel de reposición, lo que está generando un envejecimiento masivo y la contracción poblacional en muchas áreas. Además de su masividad, este fenómeno está ocurriendo en un período muy corto. Es muy importante tener esto presente, porque la foto actual del orden mundial podría cambiar profundamente en un plazo no superior a 25 años.

En esta oportunidad abordaré el tema demográfico y su impacto en el orden mundial, lo que tiene una íntima relación con el fenómeno de las migraciones y que analicé en una columna anterior.

Aunque en el mundo somos prácticamente 8.000 millones de personas, la más alta población desde que existe el ser humano, y hay toda una discusión y literatura sobre la sostenibilidad del planeta con esta cifra (que se remonta al economista Thomas Malthus a fines del siglo XVIII con su ensayo “El Principio de la Población”), esta es una realidad muy dinámica. Bajo ese número hay circunstancias regionales y nacionales muy distintas y grandes transformaciones en curso.

Si bien la población a nivel mundial sigue creciendo, en la mayor parte de los países la tasa de natalidad ha caído bajo el nivel de reposición, lo que está generando un envejecimiento masivo y la contracción poblacional en muchas áreas. Además de su masividad, este fenómeno está ocurriendo en un período muy corto. Es muy importante tener esto presente, porque la foto actual del orden mundial podría cambiar profundamente en un plazo no superior a 25 años.

Si miramos la demografía en una perspectiva histórica, la población creció muy lentamente hasta el siglo XIX, momento en el cual se produjo una explosión en atención a las mejores condiciones sanitarias (incluyendo las vacunas) y de alimentación (mayor productividad agrícola). A partir de ese siglo, por regla general todos los continentes experimentaron sucesivamente oleadas de incremento de la población por la combinación de una alta natalidad con bajas importantes en las tasas de mortalidad, a lo que se debe agregar los movimientos migratorios.

En general, el crecimiento demográfico ha seguido un patrón muy similar globalmente, relacionado con el desarrollo y la urbanización. A mayor bienestar económico y más gente viviendo en las ciudades, menor cantidad de nacimientos. Por lo tanto, la creciente urbanización mundial está bajando el nivel de nacimientos (sin perjuicio además de la extensión de los sistemas anticonceptivos).

Si el siglo XIX fue el hito de la explosión demográfica, el siglo XXI es el del inicio de su disminución, antecedida por la baja de nacimientos (aunque sus mayores efectos se verán en el próximo siglo).

¿Qué implica todo esto para el sistema internacional? En términos generales un reordenamiento del poder y de la economía.

Respecto del poder, desde el punto de vista de la teoría clásica, los Estados se sostienen sobre un territorio y población. Desde siempre ha habido una pulsión de los gobernantes (desde el jefe de la tribu, pasando por reyes y hasta las autoridades actuales) por acrecentar el territorio y su población como sinónimo de aumentar el poder nacional. Lo vemos con la Rusia de Putin, por ejemplo. Por eso, el tamaño territorial y poblacional importan y, aunque un país sea pobre, si tiene cualquiera de estas características y más si son ambas, tiene asegurado un nivel de influencia en el sistema.

Pero yendo a lo práctico, ¿dónde se están gestando los cambios demográficos más importante en la actualidad?

Si se trata de contracción, el Noreste de Asia es la región de mayor cambio. Acá nos referimos a Japón, Corea y China.

En Japón la población empezó a disminuir el 2004 y está envejeciendo más rápido que cualquier otro. Más de 29% de los japoneses tienen 65 años y más. Un informe del Gobierno Japonés de 2012 proyectaba que para el 2060 la población de Japón pasaría de 127 millones a 87 millones, de los cuales el 40% tendrá más de 65 años. Manteniéndose esa dinámica inalterada, al 2110, la población será de 43 millones (hoy es de 120 millones). Para estabilizarse en 100 millones, deberían ingresar 650 mil migrantes al año en ese período (actualmente solo el 2% de la población es inmigrante).

En el caso de China, desde el 2012 se ha contraído la fuerza laboral. En 2050 tendrá 198 millones de trabajadores menos y 271 millones más de jubilados que hoy. A partir de esa fecha en ese país jubilarán más personas que las que entren a fuerza laboral (tasa de dependencia crecerá). La población de alrededor de 1.400 millones en la actualidad bajaría a menos de la mitad en el año 2100.

Corea del Sur tiene una realidad similar.

Estos tres países que actualmente son el motor manufacturero y de innovación del Indo-Pacífico irán cediendo espacio a otros, lo que impactará en las inversiones y flujos de comercio.

En el caso de Japón, hace ya décadas que se produjo una migración de industrias por un tema de costos a otros países. Lo mismo está aconteciendo ahora con China y Corea. Estos países entonces están disminuyendo su base industrial en beneficio de otras plazas, y aumentando la participación de los servicios en su economía. Hoy China es la fábrica del mundo, pero está rápidamente dejando de serlo y una zona que está recogiendo la relocalización manufacturera es el Sudeste de Asia.

La tendencia se va a acelerar con la disminución de sus poblaciones, convirtiéndose en mercados menos atractivos para la inversión.

En esa línea, China es la que más necesita de la globalización y su apuesta de los últimos años por fundar su crecimiento en el mercado interno chocará con una baja en la cantidad de consumidores y en su poder adquisitivo, al aumentar sustancialmente el porcentaje de jubilados. En este país actualmente los hombres jubilan a los 60 y las mujeres a los 55 y el sistema de reparto está colapsando, amenazando con generar un tremendo problema social y político que no tendrá fácil solución ni mejorará las condiciones de los pensionados por mucho tiempo. Y compensar esa merma será más difícil en los mercados externos ante más restricciones comerciales y a las inversiones, fenómeno que vino para quedarse.

Con economías menores y gastos crecientes para atender una población envejecida, sostener altos niveles de gasto militar será también inviable.

Para los que creen que la robótica y la automatización pueden subsanar una menor fuerza laboral, la evidencia indica que no es así. Puede haber un efecto de mitigación, pero no impedir la tendencia productiva a la baja. Al final se necesitan consumidores y si estos disminuyen y no se compensan con otros, por más que las fábricas se automaticen, no será rentable.

En suma, y sin considerar el impacto que podría tener la migración, el Noreste de Asia perderá relevancia relativa en el tablero mundial. Y parte de ese poder, especialmente en materia económica, se trasladará al Sudeste Asiático (ASEAN), donde además Indonesia es uno de los países que superará los 300 millones de habitantes en 2050. Por eso sería relevante retomar la iniciativa, aceptada en 2021 por ASEAN, Australia y Nueva Zelandia, para que Chile adhiera al Tratado de Libre Comercio entre los diez países que conforman la ASEAN, más Australia y Nueva Zelanda (AANZFTA).

Además de este cambio en la matriz productiva en la región y del peso de sus actores, hay que observar muy atentamente el impacto político que todo esto pudiera generar en China. Hasta ahora la legitimidad del gobierno comunista o su tolerancia se han sustentado en la mejora continua de las condiciones de vida de la población. Pero ¿qué pasará cuando no sea posible mantener altas tasas de crecimiento y además habrá que hacer frente a las necesidades de una población pasiva que crece aceleradamente con un sistema que no está preparado para ello? No hay indicios de reformas o cambios sustantivos en la materia por parte del gobierno y el problema que se avecina es enorme y suficiente para movilizar a la población y eventualmente hacer caer al sistema. Si ello ocurriere, indudablemente que habrá repercusiones regionales y globales, incluyendo en materia de seguridad.

Otra zona en la cual el tema demográfico está redibujando el mapa del poder es Europa del Este, incluyendo a Rusia. Estos países vienen perdiendo población sostenidamente. En el caso de Rusia, que por su tamaño incide en Europa y Asia, esto se refleja dramáticamente en las dificultades para enrolar a personas para la guerra con Ucrania. Eso explica en parte la sobrerrepresentación de las minorías étnicas en los nuevos contingentes enviados a la guerra y abre también un signo de interrogación acerca del control eslavo sobre vastas regiones del país cuyas poblaciones van incrementando su peso en el total y podrían verse tentadas a independizarse (chechenos, tártaros, daguestaníes, etc.). Si los eslavos pierden su tradicional mayoría o siguen contrayéndose mientras otros grupos crecen, será casi inevitable el auge de intentos separatistas y la posibilidad de una reconfiguración continental a partir de la implosión rusa.

Las restricciones de espacio impiden seguir proyectando escenarios, pero a modo de síntesis final, vuelvo a llamar la atención sobre los acelerados cambios demográficos en curso que, además de sus múltiples variables domésticas, tendrán un indudable impacto en cómo está actualmente estructurado el mundo en materia económica y de poder. Y esto sucederá más rápido de lo que nos podemos imaginar hoy.

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