¿Dónde queda Níger?

Columna
El Líbero, 05.08.2023
Fernando Schmidt Ariztía, embajador (r) y exsubsecretario de RREE

El pasado 26 de julio hubo un golpe de Estado en Níger, país africano de 20 millones de habitantes, rico en uranio, que se sitúa entre los cuatro más pobres del mundo. Este golpe se une a otros dos que tuvieron lugar hace pocos meses en Mali y Burkina Faso, vecinos de Níger en el Sahel (enorme franja al sur del Sahara). Entre los tres reúnen más o menos 67 millones de personas (como el Reino Unido o Francia) de las cuales la inmensa mayoría vive por debajo de la línea de la pobreza. La región está cruzada por una violencia endémica heredada de la época colonial y anteriores, como también por la que provoca la presencia en auge del islamismo extremo, sea de los distintos grupos yihadistas afines a Al-Qaeda o del Estado Islámico, que el 2022 dejaron más de 10.000 muertos.

Salvo algunos misioneros, funcionarios internacionales, voluntarios de ONG, o aventureros, los chilenos no tenemos idea dónde quedan estos países. Seguramente por eso y por la ausencia de cualquier relación diplomática o comercial activa se explica que no haya habido reacción alguna frente a los golpes de Estado.

Sin embargo, a poco de cumplir 50 años de nuestro quiebre institucional de 1973, ¿no deberíamos emitir una breve declaración? ¿O la democracia tiene que ver más con las características sociales, económicas, históricas, culturales y liderazgos transitorios de cada pueblo, y no posee un alcance universal? El silencio crea precedentes, ¿o no? Conviene recordar que hace años atrás promovimos junto a Mali, uno de los tres países mencionados, la Comunidad de las Democracias, una coalición de Estados creada el 2000 para apoyarla globalmente, promover la participación ciudadana, fortalecer la institucionalidad democrática, proteger las libertades individuales. Éramos parte de su Consejo de Gobierno y entre el 2003 al 2007 ejercimos sucesivamente su Presidencia.

Pero las repercusiones de este lejanísimo golpe de Estado en Níger van más allá de un asunto de principios. A la evidente fragilidad institucional y cuadro de violencia se superpone una crisis humanitaria en curso agravada por el cambio climático, carestía de alimentos y el recorte de los suministros de trigo causados por la Guerra en Ucrania. En África Central y Occidental más de 68 millones de personas se ven afectadas hoy por la falta de alimentos, dicen organismos de la ONU. La situación es límite en los tres estados aludidos.

Las crisis de seguridad y humanitaria cruzan el continente africano de este a oeste. Desde Guinea, Senegal y Mauritania en la costa atlántica, a Sudán, Eritrea, Etiopía y Somalia en el Mar Rojo y océano Indico. A su vez, ambas presionan crecientemente hacia el sur y el norte de estos paralelos.

Por el sur, están en riesgo la institucionalidad y seguridad de los países del Golfo de Guinea y sus poblaciones fuertemente cristianizadas. Son 9 países con más de 360 millones de habitantes, entre los que está Nigeria, líder en África en términos políticos y energéticos con sus 214 millones y una violencia crónica que los divide y de la que conocemos apenas las atrocidades de Boko Haram.

Por el norte, hace décadas que cientos de miles de personas se desplazan hacia el Mediterráneo en procura del sueño europeo para ellos y sus familias, y presionan en su tránsito sobre Marruecos, Argelia, Túnez y Libia entre otros. Con ello, nutren el tráfico ilegal de personas de sur a norte, y de armas de norte a sur.

Alguna vez Francia fue el país más relevante en África Occidental. El presidente Macron y sus antecesores corrigieron actitudes políticas paternalistas e intervencionistas; restituyeron sensibles piezas de culturas africanas. En conjunto con los países del Sahel idearon operaciones de seguridad como Serval, Epervier y Barkhane para contrarrestar el auge yihadista; enviaron tropas a Mali y a Níger; aumentaron la cooperación. Sin embargo, los desafíos del extremismo islámico siguen y Francia acaba de perder en Níger el último bastión que le quedaba en el Sahel. Además, 1.500 soldados suyos y un número indeterminado de fuerzas especiales están atrapados en una base aérea en Niamey, la capital, pero la opción militar unilateral no es una alternativa. Temen que el discurso nacionalista que se expresa frente a la embajada francesa se agrave y que la onda se extienda a Chad o Costa de Marfil, situados al norte y sur de Níger, donde aún hay tropas francesas para contener el islamismo terrorista.

Los Estados Unidos han apoyado a Francia en sus empeños de seguridad en la zona y para controlar el fenómeno yihadista global. Por ello, operan dos bases en Níger con mil efectivos: una de drones en Agadez, al centro del país, y otra en Niamey.

El vacío de poder que está dejando el país europeo (y Occidente) no lo ocupa la muy fragmentada y poco eficaz Comunidad Económica de África Occidental (ECOWAS), que ha amenazado a las nuevas autoridades de Níger con una invasión militar si no se restituye al presidente depuesto mañana domingo. Sin embargo, con el respaldo de Argelia, una acción militar implicaría una guerra abierta en la zona donde Níger estaría apoyado por Guinea, Mali y Burkina Faso. Esto equivaldría al quiebre de ECOWAS, por lo que el presidente de la Comunidad busca, hoy mismo, una salida “amistosa”. Sabe también que las sanciones económicas sostenidas agravan la crisis humanitaria.

El vacío político lo están ocupando calladamente China, Rusia (a través de Wagner en lo militar) y Turquía, y el poder lo tienen crecientemente el islamismo extremo y las mafias organizadas. Entre ambos se encuentran los militares que, con Níger, ya gobiernan en cuatro de los cinco estados del Sahel.

La grave situación en África Occidental nos debiera preocupar también a nosotros desde el punto de vista de la pertenencia a occidente y al conjunto de valores que defendemos y, por supuesto, desde la perspectiva de la seguridad y crisis humanitaria. El Atlántico no constituye una barrera real para los distintos grupos armados que se consolidan en África, que emparentados con el crimen organizado nuestro, sacan provecho de la desesperación de millones de personas.

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