Columna El Líbero,14.10.2025 Peleg Lewi, embajador de Israel
Durante meses, los críticos de Israel insistieron que la guerra en Gaza se prolongaba por motivos políticos, y que no respondía a los objetivos trazados por el gobierno, tras la masacre del 7 de octubre de 2023. Sin embargo, los términos del acuerdo propuesto por el presidente Trump reflejan a plenitud las condiciones que había planteado Israel desde el principio: la liberación de todos los rehenes y el desmantelamiento del poder militar y gubernamental de Hamás.
El acuerdo negociado con el presidente Trump garantiza ambos objetivos, y a diferencia de propuestas anteriores permite a las tropas israelíes permanecer en Gaza para hacer cumplir los términos si la fuerza internacional de estabilización fracasa. Trump ha prometido su “pleno respaldo” en ese caso, y los israelíes, a la luz de su experiencia, tienen motivos para creerle.
Aunque durante varias semanas se alimentó la narrativa de una ruptura entre Trump y Netanyahu, en realidad la cooperación entre ambos líderes ya ha producido resultados de gran alcance: los Acuerdos de Abraham, los ataques de junio contra Irán y ahora el acuerdo de paz en Gaza.
Y más aún, el comentado distanciamiento de algunos países occidentales de Israel producto de las operaciones en Gaza, parece quedar en el pasado a la luz del apoyo generalizado que tuvieron los acuerdos de parte del mundo occidental, pero también de países del mundo árabe y musulmán, como Turquía, Arabia Saudita, Jordania, Egipto, Emiratos Árabes Unidos, entre otros.
Otra afirmación habitual es que Israel podría haber conseguido este acuerdo meses antes, pero eso no es acertado, porque Hamás exigía entonces la retirada total de Israel de Gaza a cambio de los rehenes, lo que habría dejado al grupo armado en control del territorio y con posibilidades ciertas de rearmarse y generar otra masacre. Sólo la presión militar sostenida cambió esa ecuación. Al capturar Rafah, eliminar al líder de Hamás Yahya Sinwar y cortar la ruta de contrabando desde Egipto, Israel debilitó a Hamás hasta que aceptó lo que antes parecía impensable.
Los críticos interpretaron la negativa de Netanyahu a aceptar acuerdos parciales como puro cálculo político. Pero si se hubiera detenido la guerra antes, Hamás seguiría gobernando Gaza, Hezbolá seguiría amenazando desde el norte e Irán mantendría intacta su red de milicias. La persistencia israelí permitió obtener ganancias estratégicas reales y un acuerdo final mucho más favorable, no sólo para Israel, sino para la estabilidad y el futuro de la región.
Nada de esto significa que la larga guerra no haya tenido costos. Israel sufrió pérdidas profundas, y las motivaciones de Netanyahu -personales, políticas y estratégicas- se entrelazaron inevitablemente. Pero el desenlace sugiere que su cálculo fue correcto: poner fin a la guerra demasiado pronto habría dejado un statu quo inestable y peligroso. Al resistir, se mantuvieron abiertas las opciones de Israel, se debilitó el eje de milicias iraníes y se obtuvo la liberación total de los rehenes en condiciones favorables para la seguridad nacional.