Reportaje El Confidencial, 21.09.2016 Antonio Martínez
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Merkel ha dejado de ser intocable. Entre sus correligionarios hay quien duda abiertamente de que sea la mejor candidata a la cancillería de entre los conservadores
Merkel ha dejado de ser intocable. Entre sus correligionarios hay quien duda abiertamente de que sea la mejor candidata a la cancillería de entre los conservadores para las generales de otoño de 2017. Las dos derrotas electorales consecutivas de su partido, la Unión Cristianodemócrata (CDU), en sendos comicios regionales han puesto de relieve la erosión de la que fue, durante más de una década, líder incontestable de su partido, Alemania y la Unión Europea. Su gestión de la crisis de los refugiados -su decisión más controvertida y quizá, más personal- le está pasando una enorme factura política: un partido dividido, un agujero en las urnas y el auge de la ultraderecha. ¿Comienza el fin de la Era Merkel?
Fue en la noche del 4 al 5 de septiembre del año pasado cuando la canciller acordó, en una larga conversación telefónica con su homólogo austríaco, Werner Faymann,mantener las fronteras abiertas y permitir que las decenas de miles de refugiados bloqueados en Hungría pudiesen viajar hasta Alemania. La oleada de peticionarios de asilo, principalmente sirios, afganos e iraquíes, superó el millón de personas en 2015. La canciller estuvo seguro durante semanas analizando con sus asesores las consecuencias económicas, financieras y sociales de su decisión. Pero nunca pudo imaginarse que la mayor derivada fueran las secuelas políticas.
Apenas doce meses después de aquella decisión el panorama político ha cambiado totalmente. Las elecciones en los estados federados de Mecklemburgo-Antepomerania y Berlín así lo atestiguan. En ambos la CDU ha obtenido su peor registro histórico. En el primero, un deprimido y rural Land de la antigua Alemania oriental, los conservadores quedaron relegados a la tercera posición, por detrás de la emergente Alternativa para Alemania (AfD), una formación xenófoba y nacionalista que resultó segunda. En la ciudad-estado, un núcleo urbanita y multicultural, mantuvieron la segunda posición pese a perder casi seis puntos porcentuales. No obstante, se han convertido en irrelevantes para la formación de gobierno y van a pasar a la oposición tras gobernar con los socialdemócratas en la pasada legislatura.
En ambos comicios el tema clave, junto a los asuntos locales, ha sido la crisis de los refugiados. En los discursos de campaña y en los carteles de propaganda ha sido evidente. Incluso Merkel lo ha reconocido abiertamente esta semana. Junto a las "razones regionales" hay otra "causa" para los "malos resultados" en Mecklemburgo-Antepomerania y Berlín: que "la dirección y el objetivo de la política de asilo no ha sido explicada convenientemente". Esto es, que su determinación es la crisis de los refugiados les ha pasado factura en las urnas. Por eso, asumió su "parte de responsabilidad" como presidenta de la CDU y canciller alemana en los dos descalabros electorales.
En estos últimos doce meses, de forma paralela, no ha parado de hincharse AfD, un partido que nació como una elitista fuerza euroescéptica en 2013 para mutar a continuación en un partido que propone disparar en la frontera para evitar que los refugiados entren en el país y prohibir las mezquitas. Sus votantes son principalmente antiguos abstencionistas desencantados, así como exvotantes de la CDU que consideran que el partido de Merkel ha perdido su esencia y ha virado hacia el centro hasta hacerse irreconocible. Frauke Petry, líder de AfD, ha llegado a apuntar que la CDU ocupa ahora el antiguo lugar del SPD en el espectro ideológico.
Los refugiados y el terrorismo yihadista
A escala federal la situación es similar. Las encuestas de estos últimos días apuntan que la CDU, de haber elecciones generales este domingo, obtendría entre un 32 y un 33% de los sufragios, su peor tasa desde mayo de 2012. La principal causa es la crisis de los refugiados. La segunda es la seguridad, pero que retrotrae directamente a la primera porque los dos primeros ataques yihadistas perpetrados en suelo alemán -ambos el pasado julio- fueron cometidos por peticionarios de asilo. Eso sí, la CDU se mantendría como primera fuerza. En segundo lugar se situaría el Partido Socialdemócrata (SPD), con un 23% de las papeletas, que se mantiene estable desde hace un año en ese porcentaje de apoyos, muy próximo a sus valores mínimos. En tercer lugar se encontraría AfD, con un 13% de los votos, seguida por Los Verdes (11%), La Izquierda (8-9%) y los liberales del FDP (6%).
Además, la popularidad de la canciller se ha resentido mucho en el último año. Si en agosto de 2015 su índice de aprobación alcanzaba el 67% según la encuesta mensual 'Deutschlandtrend' que publica el canal público ARD, para este septiembre se había desplomado hasta el 45%, su peor valoración en un lustro. De hecho, por primera vez en años hay en la actualidad en el país más alemanes críticos con su gestión en términos generales que ciudadanos que la respaldan.
Merkel está en entredicho incluso entre sus correligionarios. Si en la CDU y en su hermana bávara, la Unión Socialcristiana (CSU), es de sana normalidad democrática la disparidad de voces -como se evidenció en los rescates griegos-, la actual polarización amenaza con partir en dos al bloque. Las diferencias entre el presidente de la CSU y de Baviera, Horst Seehofer, y la canciller son tan abismales que se ha llegado a hablar de ruptura. Seehofer -que cuenta también con el respaldo del núcleo más conservador de la CDU- ha evitado por el momento respaldar a Merkel como próxima candidata común de las dos Uniones para las generales de 2017. Todo un desafío. Que CDU y CSU no concurriesen juntas a las elecciones sería un hecho inédito en la historia alemana tras la II Guerra Mundial.
El enconamiento de la puja dentro de los conservadores es tal que Merkel está postergando el anuncio de su candidatura para las elecciones de otoño de 2017. Según el semanario político 'Der Spiegel', la líder conservadora deseaba anunciar a principios de este año que se presentaba a la reelección, a la que sería su cuarta legislatura, pero el enfrentamiento con Seehofer le ha hecho aplazar el anuncio. Tan solo ha avanzado que dará a conocer su decisión de presentarse o no en el "momento adecuado". No obstante, ha apuntado que, a su juicio, para ser candidata de los conservadores debe ser también presidenta de la CDU. Así que los ojos están ahora puestos en el congreso ordinario de su partido, que se celebrará del 5 al 7 de diciembre en Essen, en el que se debe votar al presidente del partido para los próximos dos años. Tiene mes y medio para firmar una tregua interna. O claudicar.
Crecerse ante las dificultades
Tendría motivos para abandonar. La actual es la situación política más en contra que ha afrontado Merkel desde que accedió a la cancillería en 2005. Algunos ven -o quieren ver- el principio de su fin. "Angela Merkel ha alcanzado claramente su cénit", aseguró recientemente el vicepresidente del SPD, Ralf Stegner, en declaraciones a Der Spiegel. El candidato de AfD a la presidencia del Land de Mecklemburgo-Antepomerania, Leif-Erik Holm, sentenció a principios de septiembre: "Quizá éste es el principio del fin de la canciller".
Pero Merkel se crece en las dificultades. Precisamente un año antes de las elecciones de 2013, lidiando también con una crisis, esta vez la de la deuda, la CDU obtenía en los sondeos un respaldo del 32%. Igual de bajos que ahora. Y en los comicios generales un año mas tarde, tras aprobar por el camino en el Bundestag los rescate a España y Chipe, los conservadores obtuvieron el 41,5% de los votos, el mejor de sus filas en dos décadas, a apenas tres escaños de la mayoría absoluta.
En los dos años siguientes reinó sin oposición en Alemania. No había alternativa. Entonces el jefe de gobierno del Land de Schleswig-Holstein, el socialdemócrata Torsten Albig, llegó a plantearse si tenía sentido que su partido se molestase siquiera en presentar un candidato a la cancillería. "Obviamente es una canciller querida por los alemanes", aseguró en la cadena pública regional NDR. A lo mejor, añadió, lo realista sería ponerse como objetivo entrar en el gobierno como socio minoritario de los conservadores.
Ahora, un millón de refugiados más tarde, la figura de Merkel ha sufrido un grave desgaste, pero sigue sin haber rivales en otras formaciones que puedan hacerle frente. Ni los socialdemócratas, ni Los Verdes ni La Izquierda cuentan en la actualidad con líderes atractivos que puedan decantar unas elecciones, con caras que los alemanes puedan ver como posibles cancilleres. El político mejor valorado en las encuestas, el ministro de exteriores y socialdemócrata Frank-Walter Steinmeier, ya lo intentó en 2009 al frente del SPD. Y fracasó frente a Merkel. Las demás fuerzas podrían acaso lograr un tripartito como el que se formará probablemente en la ciudad-estado de Berlín. Una coalición de izquierdas con el SPD al frente y el apoyo de Los Verdes y La Izquierda. Pero sería un gobierno difícil.
La incertidumbre también está generando movimiento más o menos evidentes en las filas conservadoras. Entre ellos destacan los del ministro de Interior, Thomas de Maizière, y los de la ministra de Defensa, Ursula von der Leyen. Ambos están bien vistos dentro de los círculos más conservadores de la CDU. El primero ha buscado perfilarse como sucesor en las últimas semanas apostando por una mayor dureza en la política de asilo y una reglas de expulsión más estrictas, así como tratando de resucitar el servicio militar obligatorio, prohibir el velo integral islámico y aumentar la presencia policial. Von der Leyen, por su parte, ha buscado notoriedad tratando de involucrar al ejército en la lucha antiterrorista tanto dentro del país como en misiones internacionales.