El Führer ruso

Columna
El Montonero, 27.05.2022
J. Eduardo Ponce Vivanco, embajador (r) y ex viceministro de RREE peruano

Putin o la reencarnación de Hitler

Hace cuatro meses que el mundo civilizado observa con horror la devastadora y abusiva agresión rusa contra Ucrania ordenada criminalmente por Vladimir Putin. Al dictador de la Federación de Rusia no le interesa el desprestigio de su país ni la condena de la gran mayoría de naciones. Menos aún el desastre global que causa, mucho más allá de las violentadas fronteras ucranianas. Es un inescrutable megalómano que hace 22 años concentra el poder en el territorio nacional más grande (casi duplica el de los países más extensos) y uno de los menos densamente poblados del mundo. Sin embargo, añora la influencia nefasta de la Unión Soviética y sueña con restablecer su poderío, así como su dominio sobre el pueblo ruso, que le teme y, quien sabe, hasta lo admira.

En el paroxismo de su poder insano, ha desatado una guerra cruel y sin cuartel que, además de asesinar a miles personas inocentes y destruir sus viviendas y ciudades, ha provocado el desplazamiento de masas que sobrepasan los ocho millones de seres humanos, de todas las edades, en busca de refugio.

En el plano bélico, la tragedia todavía está confinada al escenario europeo. Pero sus repercusiones geopolíticas, económicas y alimentarias crecen día a día. La catastrófica hambruna anunciada por The Economist viene de la mano con inflación, volatilidad en los mercados, incremento del gasto militar, tremendos desafíos a los ineficientes gobiernos de los países menos desarrollados, y la angustiosa sensación de incertidumbre y preocupación que se multiplica a través de los medios de comunicación.

Sin embargo, los gobiernos occidentales no parecen muy conscientes de la equivalencia entre lo que fue el paulatino surgimiento de Hitler y la evolución de los conflictos provocados por la inquietante personalidad y las ambiciones malsanas de Putin que, a diferencia del Führer, desgraciadamente cuenta con un arsenal nuclear comparable al de EE.UU.

En la arquitectura del orden internacional construido después de la II Guerra Mundial, uno de los cinco asientos permanentes del Consejo de Seguridad de las NN.UU., cuyos miembros tienen poder de veto, correspondió a la URSS de Stalin. El privilegio ha sido heredado por Putin, el inescrutable tirano de la Federación de Rusia.

El veto soviético neutralizó de arranque el funcionamiento del principal órgano de la ONU, evidenciado cuando la China Comunista invadió Corea (1950), generando la necesidad de una inmediata respuesta militar colectiva. A fin de legitimarla internacionalmente, se recurrió a la convocatoria de una sesión de emergencia de la Asamblea General de las Naciones Unidas, que aprobó la famosa Resolución 377 (V), llamada Unión Pro Paz.

En ella se autoriza “la adopción de medidas colectivas, en caso de quebrantamiento de la paz o acto de agresión, el uso de fuerzas armadas cuando fuere necesario, a fin de mantener o restaurar la paz y la seguridad internacionales". A las fuerzas  norteamericanas se unieron las de 15 países, que contribuyeron a contener la invasión de Mao Tse Tung a la península de Corea en el paralelo 38 que, desde entonces, divide la dictadura de Corea del Norte y la República de Corea del Sur.

Cambiando al agresor y la víctima, el caso se reproduce entre Rusia y Ucrania. No obstante, la reacción de los países interesados en cooperar para resolver el conflicto se ha concentrado alrededor de la OTAN y la limitación que plantea el hecho de que Ucrania no sea miembro de esa alianza. Se ha creado así un entrampamiento que no será fácil resolver.

No obstante, la Resolución Unión Pro Paz está plenamente vigente y las acciones militares colectivas que autoriza son aplicables para salvar a Ucrania de la agresión rusa y librar a la comunidad internacional de sus nefastas consecuencias y su progresivo empeoramiento.

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