Blog Republica, 10.01.2023 Inocencio F. Arias, embajador (r) y columnista español
Brasil tiene más de 212 millones de habitantes. Es decir, más que Argentina, Chile, Paraguay, Uruguay, Ecuador y Perú juntos. Las elecciones en ese gigante, al que desde hace setenta años se le viene prometiendo un poco precipitadamente un futuro rosado e inmediato, dieron un resultado enormemente apretado. 50´9% a favor de Lula por 49´1% para Bolsonaro.
El país está, en consecuencia, enormemente polarizado. Lula, al que Obama piropeó efusivamente en más de una ocasión, es bastante más carismático que su oponente, pero una parte no despreciable de los votantes de centro brasileños no olvidan que en sus dos mandatos hubo no poca corrupción y no poco enchufismo.
El hecho, con todo, es que ganó las elecciones y en una democracia eso lo habilita legalmente para gobernar por estrecho que haya sido el margen. Un golpe es inadmisible.
El conato de golpe ha fracasado por varias razones, las instituciones democráticas lo han condenado sin ambages y la reacción en las redes sociales ha sido masivamente de repudio a los golpistas. Por otra parte, en el extranjero el susto y el rechazo ha sido casi unánime. Es significativo que Biden, junto con sus colegas canadiense y mejicano, lo denunciara con fuerza. Que afortunadamente las instituciones brasileñas hayan actuado responsablemente en defensa de la democracia puede explicar que, a pesar de la incertidumbre, la Bolsa brasileña no bajó ayer sino que subió un pelín.
Puede que, al menos por el momento, el abortado golpe haya sido contraproducente para sus instigadores y perpetradores.
Lula, que hereda una situación económica delicada y tiene a varios estados importantes del país con gobiernos encabezados por la oposición, ha de proceder con cautela. Se piensa, con todo, que enjuiciará a los participantes en el golpe y allí no habrá indultos. Sus palabras son rotundas y no parece que sea hombre propenso a pasteleos vergonzosos como ha ocurrido aquí con nuestros golpistas a los que nuestro gobierno ha tratado con guante de terciopelo y concedido prebendas por las razones que conocemos.
Siguiendo con nuestro país causa un poco de rubor que representantes de Podemos, tan comprensivos con los golpistas catalanes, se rasguen las vestiduras y tengan la osadía de dictaminar, Isa Serra dixit, que al gobernar en alguna comunidad autónoma con Podemos, el PP está dando “un golpe a la democracia”.
Y aquí tenemos el misterio de la Encarnación, el de la Santísima Trinidad y el de las bodas de Canaá todos juntos: gobernar con Podemos es saludable y con Vox es nauseabundo ¿Puede alguien explicar por qué Vox es un partido fascista y Podemos democrático? Como diría más o menos Churchill, es un acertijo envuelto en un enigma, etc, etc…