Editorial OpinionGlobal, 22.02.2024
Para Chile la fecha del 6 de febrero quedará grabada como el día del trágico accidente del expresidente Sebastián Piñera Echeñique (1949-2024). El pueblo chileno salió a la calle, lo fue a despedir al ex edificio del Congreso Nacional en Santiago, y lo acompañó en la misa fúnebre en la Catedral, lo que demuestra la popularidad que se había (re)ganado. Los obituarios siguen registrando hasta hoy las más variadas alabanzas ciudadanas que nos entregan acerca de una personalidad admirada y respetada: empresario exitoso, líder político por excelencia de la derecha en cinco décadas, y un hombre cariñoso con su familia y amigos.
A pesar de toda su brillantez, en vida no destacó particularmente por su carisma personal ni por su inteligencia emocional. Podía ser frío y ultra competitivo, incluso impetuoso y empecinado. Sin embargo, fueron otras las grandes condiciones humanas y capacidades profesionales que marcaron al exmandatario como gobernante.
¿A qué responde esta aparente contradicción? En lo personal, a que su gran seguridad en sí mismo complicaba a sus interlocutores, o bien, desoía los consejos de terceros. Pero, igual, fue siempre respetuoso con sus contrapartes, prefería el diálogo al conflicto, y nunca fue rencoroso. Y, en política, a que fue un constante partidario de la democracia liberal, procurando la cohesión social y el progreso de todos los chilenos. Ante todo, destacó por su visión de futuro: la grandeza de Chile. Se ha sostenido muchas veces la idea de que nuestro país pesa más en el contexto internacional que la realidad de su tamaño y poderío nacional, incluso que la potencialidad de sus recursos, debido a sus instituciones fundamentales. Sin embargo, Piñera el gobernante era reconocido ampliamente por sus pares de países desarrollados como ejemplo de modelo político y económico exitoso.
El expresidente también trabajó duro para formular e implementar buenas políticas públicas en diferentes sectores, aunque le faltó tiempo y apoyo político suficiente para emprender la modernización del Estado, esto es, llevar a cabo la reforma estructural del aparato gubernamental chileno.
Con todo, el legado del expresidente Piñera es enorme. Se puede decir que lideró una derecha nueva y democrática, capaz de ofrecerle al país un gran espacio político de centro, con políticas de moderación ante la creciente polarización ideológica, y con amplios consensos para alcanzar nuevamente el crecimiento económico, la seguridad y el bienestar de todos los ciudadanos.