España vs. Marruecos en el Sahara Occidental

El Sahara marroquí, en desarrollo

Cada 6 de noviembre, los marroquíes conmemoramos el aniversario de la Marcha Verde, que permitió a Marruecos recuperar provincias del Sahara que conforman una parte muy emblemática de su territorio, ya que no sólo fueron el origen de varias dinastías que gobernaron el país en siglos pasados, sino que también constituyeron, y siguen haciéndolo, el nexo natural de Marruecos con las naciones de África del Oeste. Con esos países compartimos, además de la historia y la cultura, la voluntad de hacer de nuestra región un espacio de paz, solidaridad y prosperidad para sus pueblos.

La Marcha Verde refleja también la simbiosis entre la monarquía y el pueblo de Marruecos, ya que, al igual que la revolución del rey y del pueblo que tuvo lugar en 1953, tras la decisión de la colonización francesa de desterrar al llorado Rey Mohammed V que culminó con el inicio del proceso de descolonización, esta marcha era el fruto del genio del difunto rey Hassan II.

En 1975, Hassan II tomó la iniciativa para recuperar el territorio que estaba en aquel entonces bajo dominación colonial española, llamando a 350.000 ciudadanos voluntarios a marchar pacíficamente hacia el Sahara marroquí, obligando a las autoridades coloniales a abrir las negociaciones que terminaron con los acuerdos de Madrid, que restituyeron el territorio a su legítimo dueño.

Sin embargo, en un contexto de guerra fría, la recuperación del Sahara marroquí se vio enturbiada por la creación de un diferendo regional cuyo principal objetivo fue privar a Marruecos de una parte de su territorio, alentando un separatismo sin base ni fundamento.

A pesar de la legitimidad de la posición de mi país en este asunto, y siguiendo su apego a solucionar los conflictos por la vía de la paz y de la negociación, el rey Mohammed VI, basándose en una aproximación participativa e inclusiva de todas las sensibilidades de las provincias del Sahara marroquí, de partidos políticos y sindicatos, ofreció a través de la ONU negociar una autonomía bajo la soberanía de Marruecos, en la cual los habitantes de estas provincias podrán administrar su región de forma democrática y transparente.

La iniciativa de autonomía para la región del Sahara marroquí propuesta por el rey Mohammed VI, que fue saludada por la comunidad internacional y considerada base de una solución realista y calificada de seria y creíble por varias resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU, constituye la solución óptima de un diferendo artificial que entorpece la estabilidad, el desarrollo y la integración de toda la región del Magreb, además de eliminar las soluciones extremas que no favorecen el clima de paz en una región que vive un momento particular.

Actualmente, las provincias saharianas de Marruecos están en el centro de un esfuerzo de desarrollo sin par en el cual participa el gobierno, el sector privado y los habitantes de la región. Los que conocieron estas provincias durante la época colonial se sorprenden del cambio espectacular que registraron tanto en términos de infraestructura (puertos, aeropuertos, rutas, escuelas) como en términos de dinamismo económico. Estas mismas provincias conocieron el mayor índice de participación a nivel nacional en las últimas elecciones regionales y municipales del 4 de septiembre de este año, dando así una prueba más de su fuerte adhesión a las reformas democráticas que caracterizaron a Marruecos en contexto regional difícil.

Opinión
La Nación, 06.11.2015
Fouad Yazourh, embajador de Marruecos en la Argentina

La Marabunta sigue

  • Marruecos celebra hoy el cuadragésimo aniversario de un chantaje a España

Marruecos celebra hoy el cuadragésimo aniversario de un chantaje a España. Así definió la Marcha Verde el entonces rey de Marruecos, Hassan II, la persona que la organizó. "Fue un chantaje. Un chantaje terrible pero lícito, porque ninguna ley lo castigaba", declaró años después al periodista Éric Laurent. Su objetivo era lograr que el Gobierno de Madrid le entregara el Sáhara, territorio que España administraba desde comienzos de siglo. Es decir, que ignorara su obligación legal de celebrar un referéndum de autodeterminación y proceder a la descolonización, como le exigía la ONU.

La situación era complicada para España en 1975. Franco agonizaba en Madrid. La oposición democrática presionaba en las calles y los grandes países europeos acorralaban al Estado en los foros internacionales. En el desierto, jóvenes saharauis habían fundado dos años atrás el Frente Popular de Liberación de Saguia el Hamra y Río de Oro (Frente Polisario o Polisario), una guerrilla que acosaba a las tropas españolas. También el Frente de Liberación y Unidad (FLU), un grupo terrorista creado por Marruecos, sembraba el terror con ataques a los puestos militares y con bombas en El Aaiún, la capital del territorio.

El 6 de noviembre, Hassan II lanzó contra la frontera norte del Sáhara a 350.000 civiles (una multitud equivalente al número de nacidos en Marruecos en un año). La marcha, en la que había mujeres y niños, avanzaba protegida por las Fuerzas Armadas Reales. Los militares españoles le pusieron el nombre de Marabunta. Para intentar detenerla, el presidente del Gobierno, Carlos Arias, se plegó a todas las exigencias y soportó todas las humillaciones de Rabat. Un ejemplo: Hassan II recibió al ministro de la Presidencia, Antonio Carro, en un colegio y le hizo sentarse en un pupitre mientras él lo contemplaba desde la mesa elevada del profesor. Arias mintió, además, al ejército desplegado en el territorio, engañó a la ONU y traicionó a los saharauis. El traspaso del territorio a Marruecos y Mauritania fue finalmente firmado por las Cortes dos días antes de la muerte de Franco.

Marruecos lleva hoy 40 años ocupando el Sáhara sin que un solo país del mundo reconozca su soberanía. Los saharauis viven de la caridad internacional en los campamentos de refugiados de Tinduf (Argelia) o como parias en su propia tierra, y no parece que haya en el horizonte una solución para ellos. Mientras la sociedad española se vuelca en el apoyo a su causa, los sucesivos Gobiernos siguen presos de la Marcha Verde.

En 2001, el entonces ministro del Interior, Mariano Rajoy, nos invitó a comer a Jorge A. Rodríguez, actual redactor jefe de la sección de España de este periódico, y a mí en el palacete de Castellana, 5. Tras los postres, ya con el café y los puros, salió en la conversación el asunto del Sáhara. El actual presidente del Gobierno fue tajante: "Eso no tiene solución".

Opinión
El País, 06.11.2015
Tomás Bárbulo

La Marcha Verde: 40 años de una herida abierta en el Sáhara Occidental

  • Hoy se cumplen cuatro décadas de la maniobra de presión que escenificó Hasan II para forzar a España la entrega de su colonia
  • Recordamos sus hitos de la mano del libro 'Agonía, traición, huida. el final del Sáhara español', de José Luis Rodríguez Jiménez

El desgarrador final de la presencia española en el Sáhara Occidental comenzó a escenificarse el 6 de noviembre de 1975, hace hoy 40 años. Fue el día en que 350.000 civiles enarbolando banderas marroquíes, acarreando retratos de su rey, Hasan II, y blandiendo como única 'arma' el Corán, cruzaron envalentonados la última frontera de la España colonial en la llamada Marcha Verde.

Al otro lado, detrás de los campos de minas sembrados semanas atrás, se encontraron cara a cara con las unidades de Tropas Nómadas y los dos Grupos Ligeros de Caballería del Tercer y el Cuarto Tercio del ejército español. Unas fuerzas que tenían como misión la defensa ante un ejército enemigo al que debían disuadir de seguir avanzando y, en caso de no conseguirlo, replegarse. Pero, antes de tomar posiciones, los mandos habían comunicado a sus oficiales que no habría conflicto militar, pues existía un acuerdo político en virtud del cual la Marcha Verde penetraría unos kilómetros y se detendría, sin causar más problemas a las autoridades españolas. Lo relata José Luis Rodríguez Jiménez en su libro 'Agonía, traición, huida. El final del Sáhara español', que acaba de publicar Crítica y que se sustenta en una vasta labor documental y en entrevistas a más de 200 personas. La historia de un abandono cuyas heridas permanecen abiertas hoy.

Hace cuatro décadas, aquella marcha civil y pacífica avanzaba desde hacía días a través del desierto imprimiendo con cada paso una huella religiosa y patrióticasobre aquella tierra. Era una maniobra del hábil Hasan II, planificada en secreto desde meses atrás, para forzar a España la anexión del territorio. Al tiempo que las columnas de civiles se movilizaban bajando por Tarfaya, 25.000 soldados marroquíes de las Fuerzas Armadas Reales (FAR) penetraron por el este. Días antes, el ejército marroquí había ocupado algunas bases y la ciudad de Smara, considerada santa por los saharauis.

El 5 de noviembre, Hasan II se dirigió a los voluntarios para anunciarles que al día siguiente, avanzarían hasta cruzar la frontera. "No quiero hacer la guerra a España", dijo el monarca alauí en su discurso a su pueblo, animándolo a confraternizar con los españoles que encontraran a su paso: "Si encuentras a un español, militar o civil, abrázalo y bésalo y festeja el encuentro". Sus palabras privaron a las tropas españolas de la posibilidad de intervenir para sujetar a las masas. A la vez, jugaba con la amenaza de las FAR, desplegadas en la frontera.

Franco, agonizante

La situación era delicadísima y Hasan II supo aprovecharla. Franco agonizaba. Ese mismo 5 de noviembre, el dictador sufrió una nueva hemorragia y fue trasladado al hospital de La Paz para ser operado por segunda vez. Mientras, el aparato diplomático marroquí negociaba en Madrid y Nueva York, ante el Consejo de Seguridad de la ONU. La provincia del Sáhara Occidental llevaba años siendo la china en el zapato del tardofranquismo. El Comité de Descolonización de la ONU recomendó en 1966 la autodeterminación del territorio, decisión que España -en un principio reticente- acató un año después.

España anunció en 1974 que celebraría un referéndum de autodeterminación en los primeros meses de 1975. Pero entonces, Marruecos puso en marcha toda su maquinaria para evitarlo y ante la disputa, la ONU encargó un dictamen al Tribunal Internacional de La Haya, que finalmente fue publicado el 16 de octubre de 1975. Su conclusión: el Sáhara Occidental no tenía vínculos de soberanía ni con Marruecos ni con Mauritania. Pero Hasan II silenció parte del dictamen e instrumentalizó su contenido para apropiarse derechos sobre el territorio. Ese mismo día, convocó públicamente la Marcha Verde: "No nos queda más que recuperar nuestro Sáhara, cuyas puertas se nos han abierto".

"La situación era realmente crítica para el régimen militar. Franco se estaba muriendo y se pensaba en la sucesión. Había una gran crisis internacional en ese momento y en España éramos propensos a quitarnos problemas de encima", señala a EL MUNDO el autor del libro, profesor de Historia Contemporánea en la Universidad Rey Juan Carlos. "Se jugó con la idea de que existía riesgo de una guerra con Marruecos, aunque su ejército era en realidad inferior", añade. "El lobby marroquí en España se ganó a ciertos sectores para trabajar en favor de Marruecos, por dinero y por ser antiargelinos. El Frente Polisario era aliado de Argelia y estábamos en plena Guerra Fría", prosigue.

Una excusa para el régimen

A las 10.33 horas del 6 de noviembre, los primeros voluntarios de la Marcha Verde cortaron las alambradas fronterizas y penetraron hacia el puesto abandonado de Tah, según relata José Ramón Diego Aguirre, uno de los mejores cronistas de la historia del Sáhara Occidental, en su libro Guerra en el Sáhara. Hacia la tarde, unos 50.000 civiles establecieron un campamento dentro del territorio español. Al día siguiente, más voluntarios rebasaron la línea de demarcación. España envía al ministro Carro a Agadir para negociar con Hasan II el retorno de la marcha a Marruecos, bajo promesa de abrir negociaciones para ceder el Sáhara. "El 9 de noviembre, una vez conseguidas por Hasan II las suficientes garantías de entrega que se le va a efectuar", escribe Diego Aguirre, el rey ordena el repliegue.

La creencia general de analistas, diplomáticos, militares e historiadores -así lo pone de manifiesto también 'Agonía, traición, huida'- es que todo fue puro teatro y la Marcha Verde no era más que la escenificación de una presión, una cobertura magnífica para un régimen que encontró así una excusa para entregar al Sáhara y a los saharauis.

El 14 de noviembre se firmaron los Acuerdos Tripartitos de Madrid, por los que España cedió la administración del territorio a Marruecos y Mauritania. "España no transmitió la soberanía del territorio [a Marruecos], porque no se puede entregar a otro país algo que no es suyo, sino del pueblo", precisa Rodríguez Jiménez. El profesor reclama que nuestro país reasuma "su responsabilidad e impulse un acuerdo que establezca un Estado independiente en el Sáhara Occidental".

Un aliado que no fue

Con el abandono de la ex colonia, "España perdió un amigo", concluye Rodríguez Jiménez. Un aliado cuyos lazos de amistad hubieran asegurado acceso a los ricos recursos naturales del territorio: "fosfatos [allí se encuentran los yacimientos más importantes del mundo], bancos de pesca, minas de uranio, cobre y oro, además de petróleo, pues ya había prospecciones con indicios positivos", recuerda el historiador. "Los acuerdos con la nación saharaui podrían haber sido como los de la Commonwealth. Nos habría beneficiado en materia de seguridad, pudiendo ser un Estado de contención del islamismo radical y un aliado en materia de migración".

La conclusión de Rodríguez Jiménez es que la huida de España del Sáhara fue una decisión poco favorable a los intereses de nuestro país, con "consecuencias económicas, diplomáticas y en materia de seguridad y defensa" y, por supuesto,nefasta para los saharauis, que aún sufren las consecuencias.

Como escribió a modo de denuncia Luis Rodríguez de Viguri -quien fuera secretario general del Gobierno del territorio hasta la salida de España- en un artículo titulado 'Despedidas vergonzosas' (Historia 16, 1979): "Ya sólo se puede pensar en responsabilidades históricas, porque priva el interés de que nuestras últimas aventuras coloniales queden liquidadas y olvidadas, aunque sea a costa del genocidio de los autóctonos, que es el caso del pueblo saharaui".

Opinión
El Mundo, 06.11.2015
Rosa Meneses

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