Estados Unidos: cambios en la recta final de la campaña

Columna
El Mostrador, 30.07.2024
Juan Pablo Glasinovic Vernon, abogado (PUC), exdiplomático y columnista

La realidad es dinámica, no hay dudas, y ocurren cambios permanentemente, pero no dejamos de sorprendernos. La semana pasada comentábamos la consagración de Trump como candidato republicano y la creciente presión para que Biden renunciara, en atención a su mal desempeño en el debate de junio y el evidente deterioro de sus facultades. Pues bien, el mismo día de la publicación de esa columna, Biden anunció su retiro y su consecuente apoyo a Kamala Harris para convertirse en la candidata del partido.

Aunque era una posibilidad que iba cobrando fuerza, igual sorprendió. Biden y su equipo habían rechazado bajarse en los últimos días y, no obstante haber persistido la presión, removerlo no solo era muy difícil, sino que implicaba una guerra civil en el partido, que iba a hacerse evidente en la convención del 19 de agosto. Entonces, aun cuando los delegados no ratificaran a Biden en esa instancia y surgiera una nueva candidatura, quedaría asentada la imagen de la división demócrata, con un efecto seguramente terminal en las aspiraciones de cualquier candidato de esa colectividad.

Por ende, y después de la convención republicana, urgía una decisión en el campo demócrata, pero no había espacio para cambios en ese contexto sin la concurrencia del candidato. Y en esta encrucijada, Joe Biden tuvo un gesto de grandeza. Asumió su debilidad, antepuso al país y a su partido y renunció. Lo hizo sin condiciones. Por más que muchos digan que no tenía opción, tanto por la presión partidaria como por la posibilidad cada vez mayor de cargar con la derrota, yo creo que sí decidió en conciencia y esta decisión da cuenta y al mismo tiempo cierra una carrera política de servicio a su país, en la cual prevaleció la búsqueda del bien común y una conducta personal honorable.

Es muy difícil que alguien que tenga autoridad renuncie a ella. Lo normal es que se resista a cederla. Lo vemos en forma cotidiana y especialmente en tanto dictador de turno que se aferra con su vida al ejercicio del poder. Por eso creo que lo que hizo Biden es muy destacable, más en los tiempos que corren.

Pero volviendo al análisis, este radical cambio de circunstancias evidentemente redefine la campaña en su recta final. Si bien Biden entregó todo su apoyo a Harris, en un comienzo los principales referentes del partido evitaron pronunciarse. Destacan entre estos los Obama y los Clinton. En el primer caso, se especula que Barack Obama no quiso aparecer incidiendo en decisiones fuera de la institucionalidad del partido, el que resolvió hacer un rápido proceso de competencia interna. Se hará una votación electrónica el 1 de agosto con los delegados de las primarias y de la estructura del partido, debiendo estar todo formalizado y cerrado antes del 7 de agosto, fecha además en la cual quien triunfe deberá haber designado a su vicepresidente.

Para participar en este proceso virtual, se debe cumplir con tres condiciones: entregar una declaración formal de candidatura, acreditar el cumplimiento de los requisitos legales y partidarios para ser presidente y reunir el apoyo de al menos 300 delegados, no pudiendo haber más de 50 de un mismo estado.

Con el paso de los días, Kamala Harris fue recibiendo el apoyo de las figuras partidarias y consagrándose como la principal alternativa, lo que incluyó a los Obama. Por tanto y no obstante que habrá que esperar el desenlace del proceso referido, todo indica que la actual vicepresidenta será la candidata demócrata. La próxima interrogante es quién la acompañará como vicepresidente. Circulan varios nombres, pero se estima que quienes tienen más posibilidades reúnen las siguientes condiciones: hombres, blancos y gobernadores de estados bisagra.

Siempre se ha sabido que esta elección, al igual que las dos últimas, se resolverá en algunos estados, entre los que destacan Wisconsin, Michigan, Pensilvania y Georgia. Ahí radica la importancia de un compañero de fórmula que logre sumar votos en esos estados.

Mientras se despeja la nominación, Trump y sus huestes no han perdido el tiempo y están dirigiendo todo su fuego contra la probable candidata, atacándola en los flancos que consideran más débiles: la inmigración y la economía. Respecto de lo primero, quieren dejar en evidencia su fracaso en frenar la inmigración ilegal que le fue mandatada por Biden, y que es un tema principal en la contienda electoral, con un alto porcentaje de la población que quiere una posición más dura en la materia. En cuanto a lo segundo, dicen que ella también influyó en las políticas inflacionarias y de incremento de costos durante parte del período. Critican también su cultura liberal, que dicen empeorará todos los problemas, partiendo por la inmigración y la seguridad.

La selección de una mujer de minorías sin duda que complicará a Trump en su clásico esquema de campaña, porque insultar y denigrar a una mujer, como está acostumbrado a hacerlo con todos sus contendores, puede generarle la pérdida de votos, especialmente entre los negros, latinos y jóvenes donde estaba ampliando sus seguidores. Aunque ya lo hizo con Hillary Clinton, fue su primera campaña y además ella representaba el establishment respecto del cual él supo atizar el encono. Ahora es otro el contexto.

Por eso su vicepresidente ya ha adoptado un ataque oblicuo, refiriéndose a ella como “esas viejas señoras que tienen gatos”, dando a entender que no conoce una familia normal. Por su parte, su jefe Trump también está diciendo que su condición de minoría le permitió llegar a la vicepresidencia, sin mérito propio.

Asumiendo que Harris es la candidata, tendrá una muy dura campaña, pero también invertirá el peso de la dinámica de esta. Ahora es Trump el candidato más viejo en la historia del país y su estado mental debiera concitar la misma preocupación que la de Biden. Y si quedara impedido por manifiesta incapacidad o locura, quien le sucedería es una persona con muy poca preparación. Harris, con sus 59 años, está en condiciones de mostrar una dilatada carrera de servicio público con altas responsabilidades y también con ideas y opciones diferentes a las del presidente Biden. En estos días ya lo demostró frente al primer ministro israelí, dejando en claro su rechazo por las acciones criminales de este último en Gaza y que, de ser electa, no avalará automáticamente todo lo que hace el Gobierno israelí.

Cuando Obama fue electo, se pensó que se abría una nueva era en Estados Unidos, como reflejo de una sociedad más integrada. Eso generó muchas expectativas en las minorías y especialmente en los afroamericanos, pero al mismo tiempo vino una contra reacción de parte de la población blanca, especialmente la más pobre, que veía cómo el país en que crecieron pasaba a “favorecer” a las minorías, dejándolos a ellos crecientemente marginalizados. Ese temor y esa frustración fueron recogidos por Trump, quien en el fondo representa ese país predominantemente blanco, anglosajón y protestante que quiere preservar, pero que se está diluyendo sostenidamente.

La elección de Biden personificó la voluntad de transitar hacia un país distinto, pero en forma gradual, con una persona de viejo cuño que representaba al país tradicional.

Está claro que el país está partido respecto de su dirección e identidad. ¿Quién primará? Más allá de la condición de cada candidato, el trasfondo tiene que ver con este choque de visiones. Si Kamala Harris ha de ganar, entonces tiene que apoyarse en los elementos que unen a los estadounidenses más allá de su credo, etnia y condición social. Apostar a la exclusión será caer en el juego de Trump y eso solo permitirá eventualmente una victoria pírrica.

Queda una ardua campaña por delante y seguramente muchas sorpresas hasta la jornada electoral del 5 de noviembre.

Mientras observamos ese proceso, América Latina observa expectante el resultado de las elecciones en Venezuela. Ya comentaremos.

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