Columna Página Siete, 19.10.2015 Agustín Saavedra Weise, economista, politólogo y ex diplomático boliviano
Mongolia es un país mediterráneo de Asia Central, independiente desde 1921. Se encuentra ubicado entre la frontera sino-rusa y tiene 1.564.000 km2 de superficie con apenas tres millones de habitantes. Esta Mongolia bucólica de hoy -aunque se va modernizando- poco tiene que ver con la del pasado. Otrora sus grandes jinetes -liderados por el legendario Gengis Khan (1162-1226)- llegaron a formar el mayor imperio terrestre de la historia, ocupando Moscú por 300 años, subyugando a China, Persia y a otras regiones euroasiáticas. Llegaron incluso hasta las puertas de Europa occidental en sus feroces arremetidas.
Nómadas, con la infinita estepa como escenario, los mongoles utilizaron al caballo para transportarse y también como formidable elemento bélico. Con ese fin perfeccionaron el estribo para poder sostenerse firmemente en el corcel. Desde sus monturas apuntaban letalmente al enemigo con arcos y flechas. Para la época fue una combinación mortal, un desarrollo tecnológico sorpresivo e imparable.
El nombre real de Gengis Khan era Temudjin ("el acero más fino”). Sus victorias hicieron que le otorguen el título de Gengis Khan, algo así como "el emperador de todos los hombres”. Con este apelativo pasó a la historia. Gengis Khan era muy cruel aunque dicen que luego de vencerlos tenía algo de tolerancia hacia sus sumisos sobrevivientes.
El libro de David Morgan, The Mongols (Blackwell Publishing, Estados Unidos) nos ilustra acerca de la interesante trayectoria histórica de los mongoles y de su máximo jefe. Esa obra nos narra que Gengis Khan, para todos los fines prácticos, inventó la base de lo que hoy son los modernos misiles, es decir, proyectiles autopropulsados y dirigidos hacia blancos determinados. Cuando Gengis Khan inició, en 1211, el asedio del imperio chino, debía ocupar primero las ciudades amuralladas que estaban al paso para proseguir su avance. Frente a una de ellas -que ya soportaba el asedio mongol- el Khan prometió levantar el sitio si le entregaban mil gatos y 10.000 golondrinas. Ante la posibilidad de lograr clemencia, desde la agobiada ciudad le brindaron lo que pedía.
Una vez en poder de lo solicitado, Gengis Khan ordenó que se aten antorchas en las colas de gatos y golondrinas, soltándolos luego. Los pobres animalitos -despavoridos e incendiados- antes de morir retornaron por instinto a la ciudad de donde provenían: los gatos corriendo, las golondrinas volando. Ambos llevaron fuego y destrucción a la urbe sitiada. Luego entró el ejército mongol para completar la macabra tarea y mató a todos los sobrevivientes. Con esa brutal lección de terror el camino hacia la conquista de China quedó expedito.
El ejemplo de estos primeros misiles vivos no fue desaprovechado en la historia de los conflictos. Desde entonces hasta nuestros días se han ido perfeccionando mecanismos de bombardeo a distancia, como también sofisticados sistemas de guía para misiles de diversa naturaleza. A ello agreguemos el auge de los aviones no tripulados ("drones”), portadores de mortíferas bombas y también eficaces lanzadores de misiles.
Gengis Khan fue un genio estratégico y una de las figuras militares más importantes de la historia. Sin embargo, el vasto imperio que creó le sobrevivió por poco tiempo; su dominio fue efímero debido a que no pudo consolidar estructuras políticas duraderas. Luego de esa breve etapa gloriosa de su historia Mongolia atravesó varios siglos de sumisión y decadencia.