Gira a Japón y China

Columna
El Líbero, 10.05.2025
Fernando Schmidt Ariztía, embajador (r) y exsubsecretario de RREE

El presidente comienza su visita a Japón para reunirse con el primer ministro nipón, Shigeru Ishiba, y participar en el Día de Chile en el novedoso pabellón que tenemos en la Exposición Mundial de Osaka, que se prevé sea visitada por unos 28 millones de personas. “Makün, el Manto de Chile” como se denomina la muestra, se estructura en torno a los textiles de la Araucanía y quiere mostrar nuestra cultura, conectar con el público asiático, potenciar la imagen, diversificar el comercio y atraer inversiones. Ojalá logremos cautivar con nuestra propuesta a unos 3 millones de visitantes. Ese fue el número que logramos en Sevilla en 1992, exposición que fue visitada por 18 millones de personas.

La exhibición estará abierta hasta el 13 de octubre próximo, y es muy relevante su carácter económico cuando necesitamos una urgente diversificación de mercados. Con los países asiáticos próximos a Osaka (a 5 horas de vuelo), nuestro intercambio comercial superó el año pasado los US$ 79 mil millones, de los cuales cerca de US$ 52,5 mil millones fueron exportaciones. En estos países nuestra presencia comercial aumenta, pero podemos hacer un esfuerzo mucho mayor de ampliación, particularmente entre aquellos que rodean a China.

La entrevista con el primer ministro Shigeru será de gran importancia para los tiempos que corren, y no sólo por la dimensión bilateral de la relación. Igual que Chile, Japón tampoco encuentra el “tono adecuado” a usar con la nueva administración Trump. En lo comercial, llevan dos rondas negociadoras, sin resultados. En lo político, sienten la presión sobre el gasto en defensa, mientras crece la impopularidad de la administración norteamericana entre los japoneses (50% según CarterGroup).

Sin embargo, disponen de un bagaje de relaciones político-estratégicas de décadas con Estados Unidos; una presencia militar norteamericana en Okinawa, crucial en su recíproca relación hacia China; una acumulación de bonos del Tesoro equivalentes a un cuarto del producto japonés que -de usarse- garantizaría la destrucción financiera mundial (especie de arma nuclear). Su nivel de presión sobre Washington ha hecho que el propio presidente norteamericano se interese por la negociación comercial, participando personalmente en la primera ronda. La relación se complementa con visitas al máximo nivel y tempranos diálogos políticos bilaterales, y en el marco de las distintas alianzas defensivas a las que pertenecen. No obstante, no hay sintonía.

Nosotros estamos a años luz de tener la misma relación con Estados Unidos, para bien y para mal. No tenemos un superávit comercial con Washington de US$ 64 mil millones como el de Japón, ni una vibrante industria automotriz, y tampoco sufrimos presiones para incrementar nuestro gasto en defensa. Tenemos poca relevancia en Washington, pero no tanto como para justificar que el único contacto público que hemos tenido, desde que asumió Trump, que nos guste o no manda sobre cerca de un tercio del PIB mundial, ha sido la reunión entre el Representante Comercial de Estados Unidos, Jamieson Greer, con la Subsecretaria Claudia Sanhueza, y nada más.

Chile y Japón nos enfrentamos a un mundo en cambio y a una oscilante administración en Washington peligrosamente desorientada, al futuro del libre comercio, de APEC, o a la seguridad en el Pacífico. Por eso, en estos momentos es más relevante que nunca sostener con ellos un diálogo al más alto nivel. Debemos abordar cómo fortalecer el multilateralismo y la democracia que compartimos. Tenemos que recoger su visión sobre el ascenso de China, especialmente en América Latina y en ambos polos; el papel de las alianzas de seguridad a las que pertenece Japón y, por supuesto, cómo avanzar en nuestro propio acuerdo comercial, suscrito el 2007.

Pero no nos engañemos. Con todo lo importante que tiene que ser la escala en Japón, el centro de esta visita estará en China. El próximo encuentro del presidente Boric con Xi Jinping será el cuarto en tres años de gobierno, de los cuales dos corresponden a visitas suyas a la capital china. Lo anterior, sumado a la multitud de encuentros que ha tenido con otros altos funcionarios de ese país, constituye toda una declaración política. No existe otro país asiático que tenga ese nivel de interlocución con La Moneda, ni embajador que se atreva a desafiarnos en nuestra propia casa. A modo de comparación, con los mandatarios norteamericanos nuestro presidente se reunió en una sola ocasión con Joe Biden en el marco de la reunión de líderes de la Alianza para la Prosperidad Económica en las Américas (APEP). Igualmente, su representante en Santiago jamás habría osado expresarse como lo ha hecho el diplomático chino. Sus declaraciones habrían sido condenadas como intervencionistas, “imperialistas”, por casi todo el arco político chileno.

Se supone que se conmemorarán 55 años desde el establecimiento de relaciones diplomáticas y que se realizará un nuevo “Encuentro Empresarial”, pero esto suena a justificativo. Creo que los motivos reales son otros. Por un lado, aclarar y poner punto final a los espinosos temas del observatorio chino en cerro Ventarrones, cuestionado por Estados Unidos; al atentado terrorista en Rucalhue contra intereses de China International Water and Electric Corp.; y a la confusa inversión en litio de las empresas BYD y China Yongqing Technology Ltd, del holding Tsingshan, que ponen en entredicho la Estrategia Nacional sobre el mineral y su relación con Corfo. Por otro, analizar con China una posible integración a los BRICS, la alianza de estados en la que ellos son hegemónicos y a la cual también Colombia aspira a entrar. Finalmente, relevar con su propia presencia la reunión ministerial de la CELAC (Comunidad de Estados de América Latina y el Caribe) con China, junto a Gustavo Petro de Colombia y Lula de Brasil, recalcando así la sintonía ideológica regional.

Dada la estructura de poder en Beijing, es posible pensar que en el tema de los observatorios y de las empresas se observen anuncios que nos favorezcan y que sean amables a ojos de Washington. Empero, la eventual integración a los BRICS finalizando el mandato presidencial, sería un despropósito a mi modo de ver, además de una señal que puede ser mal interpretada en Estados Unidos y que podría condicionar nuestra negociación arancelaria.

En lo referente a la participación del presidente en la Reunión Ministerial Celac-China, hay que hacer un poco de historia. Aquel fue el proyecto de integración regional más importante de Hugo Chávez, con el respaldo de Lula. Nos sumamos en su día porque no nos quedaba más remedio. En la actualidad, vive su peor momento. A sus reuniones Cumbre ya no asisten los jefes de Estado; sus Declaraciones tienen cero relevancia; sus presidencias rotatorias, ninguna fuerza. Su último documento, lleno de lugares comunes, ni siquiera fue adoptado por consenso como dictan sus estatutos, sino por “consenso suficiente” (se restaron Argentina, Nicaragua y Paraguay). Por estas razones, para revivir a la Comunidad, proyecto emblemático de la izquierda latinoamericana, se reúnen en China tres mandatarios de esa corriente: Boric, Petro (que la preside) y Lula, su mentor.

Gustavo Petro se encuentra desde el 1 de mayo en virtual campaña para el 2026, sea para su reelección (que niega) o para favorecer a sus partidarios. Le conviene reflotar la moribunda Celac con este fin, mientras arregla el tremendo desbarajuste en su Gabinete, repleto de peleas internas.

 

Ignoro si el resultado de esta gira, extemporánea y atentamente seguida desde Washington, logrará resultados para nosotros. Estos se medirán en el despeje de las actuales controversias con China y, en el largo plazo, en los resultados del pabellón en Osaka. Lo demás, huele a pura ideología.

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