Editorial Opinion Global, 11.08.2024
La furia de Maduro, dictador decidido a subyugar el pueblo venezolano mediante el terror, plantea graves desafíos a la comunidad internacional y a la región sudamericana en particular. Ya es hora de que los países libres adopten una postura más firme y decisiva en defensa de la democracia y los derechos humanos, para evitar que se repitan genocidios del pasado.
Antes de analizar propuestas para una solución pacífica y negociada entre las partes venezolanas en disputa, hay que rebatir algunas falacias comunes de la desinformación chavista:
(1) La presión internacional sobre el régimen no constituye una intromisión en los asuntos internos de Venezuela, puesto que la democracia y los derechos humanos son valores universales. Asimismo, pensar que la crisis venezolana puede resolverse por una negociación entre las partes es pecar de ingenuidad debido a la fuerte asimetría entre un gobierno brutal y una oposición desarmada. Los países de la región son también partes interesadas y, por ello, deben involucrarse en la tragedia venezolana;
(2) La amenaza de una posible guerra civil en Venezuela proviene de la violencia del aparato de seguridad de la narco dictadura madurista y no de las manifestaciones pacíficas de la oposición que protestan ante el fraude electoral;
(3) El reconocer a Edmundo González Urrutia como ganador de las elecciones y, por ende, como presidente electo de Venezuela, no equivale a cometer nuevamente el supuesto “error de haber apoyado al expresidente interino Juan Guaidó”. De acuerdo con la constitución bolivariana, éste fue nombrado “presidente encargado” por ser el titular de la Asamblea Nacional al momento en que Maduro anulara la victoria legislativa opositora. La elección del embajador González, en cambio, fue la expresión soberana de la voluntad popular (con una amplísima mayoría de votos).
El quid del asunto para una solución de la crisis es, entonces, reconocer a Edmundo González Urrutia como presidente electo de Venezuela y negociar, de aquí al fin del gobierno de Maduro, una transición política que asegure la entrega del poder a cambio de garantías para la dirigencia chavista.
No hay que perderse. La mediación que buscan ejercer los presidentes de Brasil, México y Colombia (todos de izquierda) solo ayudarán a Maduro a ganar más tiempo. Y, la razón de fondo por la cual esos gobiernos y gran parte de la izquierda latinoamericana defienden el statu quo en Venezuela, es que lo consideran como el dique de contención para la sobrevivencia de la Cuba castrista.
En virtud de lo anterior, es hora de honrar el himno nacional venezolano que canta “gloria al bravo pueblo”. Si el apoyo internacional vaciló con Guaidó, porque la oposición estaba desunida y no había una verdadera movilización social contra de la dictadura, hoy los heroicos venezolanos han cumplido y están a la espera de la ayuda de los países hermanos. Además, mientras más se demoren las fuerzas democráticas latinoamericanas en reconocer a González y en resolver la crisis venezolana, mayor será el impacto de la migración venezolana en la región y aumentará la injerencia directa e influencia negativa que tienen potencias extrarregionalas, como China, Rusia e Irán.