Javier Milei altera el statu quo político de Argentina

Artículo
Open Democracy, 17.08.2023
Juan Elman, periodista argentino especializado en política internacional
El sorpresivo triunfo del extremista Javier Milei en las primarias del domingo anticipa un cambio político sísmico en Argentina.

Estamos en el fin del modelo de la casta, de esa atrocidad de que donde hay una necesidad nace un derecho”, dijo el economista libertario, que obtuvo el 30% de los votos, en su primer discurso tras el triunfo. “Somos la fuerza más votada, porque somos la verdadera oposición. Somos los únicos que queremos un verdadero cambio. Porque recuerden: una Argentina distinta es imposible con los mismos de siempre, que han fracasado”.

Los resultados del domingo fueron un tsunami. Si bien las elecciones primarias (PASO) no definen más que los candidatos para las generales que se celebrarán en octubre, el hecho de que el voto sea obligatorio y abierto la vuelven un mecanismo capaz de predecir el resultado final, además de marcar el pulso de la campaña. Milei, el único que no tenía competencia interna, se impuso como candidato más votado a nivel individual y su partido, La libertad Avanza, también recibió la mayoría de los votos.

Juntos Por el Cambio, la coalición opositora de centroderecha que presentaba la interna más competitiva, quedó en segundo lugar con el 28%. La candidata de ese espacio para las generales será Patricia Bullrich, opción más radical que se impuso ante Horacio Rodriguez Larreta, el alcalde de Buenos Aires. La combinación de estos dos resultados –la victoria de Milei en todo el país y la de Bullrich en su interna– representan un avance importante de la derecha. La pregunta ahora es quién la va a liderar.

El peronismo gobernante (la coalición de centroizquierda Unión por la Patria) obtuvo el 27% de los votos, su peor resultado desde el regreso de la democracia. Su candidato presidencial será el actual ministro de Economía, Sergio Massa, que se impuso con comodidad en la primaria. La gestión le pasó factura: perdió casi la mitad de los votos que obtuvo en 2019.

En cuanto a Milei, si repite estos resultados en octubre, tiene buenas chances de acceder a la segunda vuelta presidencial, en noviembre, donde competiría contra Bullrich o con Massa. (Para ganar la presidencia en primera vuelta se requieren 45% de los votos o 40% y una diferencia de 10 puntos porcentuales respecto del segundo mejor votado). Ya no suena descabellado que logre ser presidente: después del domingo, parece el escenario más probable.

Antes de comenzar su discurso, en un salón en el centro de Buenos Aires abarrotado de jóvenes excitados, Milei fue interrumpido por los gritos de sus seguidores: “Que se vayan todos, que no quede ni uno solo”, clamaban.

La consigna “que se vayan todos” se hizo famosa en el estallido social de 2001, en un contexto de fuerte crisis económica y política. Las dos coaliciones que hasta el domingo dominaron la política argentina son, en cierto modo, herederas de ese contexto. La llegada del peronista Néstor Kirchner al poder en 2003 inauguró un periodo de gobiernos de centroizquierda que retomaron el crecimiento económico – empujados por el boom de materias primas en el mercado internacional – e impulsaron un amplio abanico de políticas sociales. La ciudadanía había vuelto a confiar en la política.

A Kirchner lo sucedió su esposa Cristina Fernández, que gobernó desde 2007 a 2015. Hacia el final de su mandato, el kirchnerismo mostraba signos de desgaste: la inflación ascendía, el crecimiento se había detenido y las denuncias por corrupción se apilaban.

Por entonces, la oposición también se había redefinido. El PRO (Propuesta Republicana), un nuevo partido de centroderecha conducido por el empresario Mauricio Macri, que gobernaba la capital del país, ganó en 2015 mediante una alianza con viejos partidos.

En los años siguientes, el sistema parecía estable, con dos coaliciones que expresaban el histórico clivaje sociopolítico del país: el peronismo, movimiento identificado con el expresidente Juan Domingo Perón, cuya principal bandera es la justicia social, y el antiperonismo, más ligado a la derecha. Después de 2001, ambas corrientes pasaron a ser lideradas por partidos nuevos, superando la crisis de representación.

Pero ese fantasma ha vuelto, al calor de una crisis económica que dejó a Macri sin reelección en 2019, cuando el peronismo volvió al poder con el actual mandatario Alberto Fernández y Cristina Fernández como su vicepresidenta. Una crisis que no ha hecho más que expandirse en estos cuatro años.

La inflación supera el 100%, la pobreza el 40% y el país no tiene crecimiento real desde hace más de una década. El tejido social ha mutado rápido: la informalidad laboral alcanza a la mitad de la población y Argentina, que en el siglo XX se jactaba de ser una suerte de isla europea en América Latina, se parece cada vez más a sus vecinos.

Dos décadas después, pronunciado por jóvenes que no vivieron el estallido social de 2001, el “que se vayan todos” regresó de la mano de Javier Milei, que basó su campaña en un ataque directo a la “casta política” y a sus derivados, el Estado y la “justicia social”.

La ola libertaria

Milei se impuso en 16 de los 24 distritos electorales del país. En algunas provincias del sur y del norte, de tradición peronista, superó el 40%, al igual que en la zona central, dominada por el agronegocio y bastión de la centroderecha. Su fuerza viene del interior del país: le fue peor en la Ciudad de Buenos Aires, la capital, y en la provincia homónima, los dos distritos que, por cantidad de población, monopolizan la política nacional. Su movimiento es federal y policlasista, con penetración en distintas capas sociales.

Milei es un libertario que está acompañado por figuras conservadoras y se identifica con la ultraderecha global, quiere lanzar una consulta popular sobre la ley de 2020 que legalizó el aborto y ha prometido abolir la obligatoriedad de la educación sexualComo explicó openDemocracy. Negador de la crisis climática, propone un programa de choque cuya medida estrella es la dolarización – receta hasta hace poco considerada un tabú en la política argentina, pero percibida por muchos votantes como la única capaz de frenar la inflación. Las consecuencias que podría tener esa política en los salarios actuales ha recibido menos atención, aunque Milei asegura que va a conseguir los dólares que hacen falta para llevarla a cabo.

Nacido en una familia de clase media baja y con una infancia turbulenta, Milei cultiva un perfil excéntrico, acompañado por una estética rockera y un corte de pelo largo y despeinado. En una biografía reciente titulada El loco (Planeta, 2023), el periodista Juan Luis González lo retrata como una figura inestable, que incurre en delirios mesiánicos y mantiene una relación espiritual con uno de sus perros fallecidos, con el que se comunica a través de su hermana.

En su discurso del domingo agradeció a sus “hijos de cuatro patas”, a quienes bautizó con nombres de economistas de la escuela austríaca. Además de impartir clases, asesoraba a grandes empresas, y se hizo conocido como panelista de televisión hasta que en 2021 ganó una banca de diputado en la Ciudad de Buenos Aires. Esa es, hasta el momento, su única experiencia política.

Ahora corre con ventaja para las elecciones de octubre, gracias al impulso de la victoria en las PASO. La campaña mediática en su contra, que se aceleró en los últimos meses a raíz de una serie de escándalos de financiamiento irregular, no lo ha dañado, quizás al contrario. En un escenario de tres tercios, Milei no saca mucha ventaja a sus competidores, pero estos tienen a priori más problemas.

Bullrich, la candidata de la centroderecha, deberá luchar para atraer los votos de Rodríguez Larreta, su rival moderado en las PASO. No es tarea fácil, porque al correrse hacia el centro puede perder votos de derecha ante Milei.

Este dilema refleja una tendencia global, el ascenso de la ultraderecha castiga principalmente a los partidos de centroderecha tradicional. En Brasil, ese espacio fue absorbido por Bolsonaro. El domingo, tanto Bullrich como el expresidente Macri decidieron no confrontar con Milei sino felicitarlo. Esta estrategia puede ser errada, y refleja de qué manera se alteró la polarización: al clivaje kirchnerismo vs antikirchnerismo se le superpone uno más potente, que enfrenta la política tradicional –la casta, según Milei– con la sociedad de indignados.

Sergio Massa, el candidato oficialista, carga el lastre de ser el conductor de una economía que ha recibido un duro golpe con los resultados del domingo. Tras una subida récord de los tipos de interés, se espera un aumento de la inflación que va a agravar la crisis. La coalición gobernante quedó a solo un punto porcentual de distancia de sus rivales de centroderecha y mantiene chances de meterse en la segunda vuelta presidencial, escenario que parece inevitable. Pero para conseguirlo deberá ganar el voto a su izquierda y apelar, como todos los postulantes, a los muchos ausentes en las PASO: unos 10 millones de personas que no fueron a votar, una cifra récord.

Milei deberá demostrar ahora que representa más que un “voto bronca” y que sus propuestas pueden llevarse a cabo. Las encuestas, que no pudieron captar la totalidad de su apoyo, muestran una distancia de sus votantes respecto de sus medidas más radicales.

Los resultados en la provincia de Santa Cruz, en el sur del país y bastión fundacional del kirchnerismo, resultan reveladores. Milei fue el candidato a presidente más votado. Pero no presentó listas a diputados y senadores allí, con lo que cedió el primer lugar al kirchnerismo, que obtuvo apenas 17% de los votos en esa categoría. Los votos en blanco a legisladores, en cambio, superaron el 60%. Era el partido de Milei o nadie.

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