Columna El Mercurio, 24.02.2024 Juan Pablo Toro V., director ejecutivo de AthenaLab
A contramano del optimismo que reinaba tras el fin de la Guerra Fría, en febrero de 1994 un periodista estadounidense llamado Robert D. Kaplan publicó en la revista The Atlantic un emblemático artículo titulado “La anarquía que viene” (The coming anarchy).
Este viajero y lector empedernido había recorrido parte de África Occidental y sin quererlo se había asomado a un futuro posible, del mismo modo que un año atrás en el libro “Fantasmas balcánicos” advirtió las terribles fuerzas que se desatarían tras el desmembramiento de Yugoslavia.
En el artículo afirmaba que la región visitada era un símbolo del estrés demográfico, medioambiental y social a nivel mundial, donde la anarquía criminal se erigía como verdadero peligro “estratégico” (las comillas son de él). Luego, mencionaba las enfermedades virales, el delito infundado, la escasez de recursos, la erosión de los estados-naciones y fronteras internacionales, las migraciones descontroladas, las empresas de seguridad, guerras subnacionales y carteles de droga, como ejemplos de los problemas que afectarían al mundo dentro de unas décadas.
Sin ánimo profético, puesto que los verdaderos periodistas no son oráculos, Kaplan sostenía que según lo que había observado en terreno y estudiado, todo indicaba que íbamos directo hacia un planeta partido en dos, donde una parte viviría en el mundo poshistórico de Francis Fukuyama, con el último hombre “sano, bien alimentado y mimado por la tecnología”, y la otra, la más extensa, estaría condenada a una vida “pobre, sucia, corta y brutal”, es decir, a la tierra de Thomas Hobbes. Ambas enfrentarían presiones medioambientales, ya que en ese entonces no se hablaba de cambio climático.
Hoy cuando es más común hablar de los beneficiarios y perdedores de la globalización, volver a leer el artículo resulta de una incómoda vigencia. Basta vivir en América Latina para darse cuenta de que la “anarquía criminal” campea y que los Estados se desdibujan desde sus fronteras hacia adentro.
Con muchos más viajes y libros a cuesta, Kaplan está convertido en uno de los analistas geopolíticos más reputados del mundo. Su visión realista, que invita a pensar trágicamente para evitar la tragedia, considera que la “anarquía” es el peor escenario para los seres humanos y la (re)constitución de una autoridad central legítima, uno de los grandes desafíos que enfrentamos hoy.
En su momento, el artículo fue lectura obligada para dirigentes políticos, ejecutivos y estudiosos de las relaciones internacionales. Sin embargo, las advertencias terminaron rápidamente olvidadas, ya fuese por la expansión del comercio global y la ola democratizadora que se vivían en esa época o por lo que se conoce como la “aversión al pesimismo”, una especie de sesgo que lleva a subvalorar las narrativas demasiado negativas.
Si para quienes realizan análisis serios la gran lección es que siempre hay que visitar el terreno y no solo quedarse con los libros y estudios, para quienes ejercen algún tipo de liderazgo es clave adelantarse a los problemas y no esperar a que revienten para luego conformarse con administrar inseguridades de todo tipo, producto de la “anarquía” que, con distintas intensidades, finalmente vino. Aunque está en nosotros revertirla, pero eso ya es otra historia por escribir.