La derrota del progresismo en Ecuador

Columna
El Líbero, 19.04.2025
Fernando Schmidt Ariztía, embajador (r) y exsubsecretario de RREE

La derrota del izquierdismo del siglo XXI en las urnas ecuatorianas, el domingo 13 de abril, fue total. Las elecciones eran decisivas, en primer lugar, para Ecuador. Enseguida, para el progresismo regional. Eran una oportunidad para revivir la hegemonía que tuvieron antaño y reflotar ideas trasnochadas. Después de las elecciones uruguayas, en las que volvieron a respirar con el triunfo de Yamandú Orsi, el próximo paso era Ecuador, donde esperaban derrotar al actual presidente Daniel Noboa, de Acción Democrática Nacional (ADN), que se presentaba a la reelección después de 16 meses en el poder. Querían instalar en Quito a Luisa González, fiel escudera del exmandatario Rafael Correa, de Revolución Ciudadana (RC).

El “correísmo” estaba confiado en su triunfo en el balotaje después del empate en la primera vuelta, el 9 de febrero. ¡Cómo no iba a obtener los 16 mil votos que le faltaba en un universo de 13.736.000! Las encuestas pronosticaban un resultado ajustado, pero a catorce días de la elección, había obtenido el endoso del movimiento indígena Pachakutik (540 mil votos en primera vuelta). Con ellos, RC firmó un acuerdo programático para co-gobernar y, además, recibió la solidaridad de partidos amigos como el PT brasileño. Lula y la plana mayor de su partido le dieron el apoyo a Luisa el 1 de marzo, cuando se reunieron en Montevideo para la asunción del mando de Orsi.

Sin embargo, sucedió lo improbable en unas elecciones impecables. En lugar de alcanzar los pocos votos que faltaban, el “correísmo” perdió distritos electorales entre la primera y la segunda vuelta. Pachakutik resultó ser un espejismo y no pudo conservar varias de sus plazas fuerte en Chimborazo, Cotopaxi o Cañar, provincias con alto porcentaje de población indígena. Mientras tanto, Noboa se impuso en 19 de las 24 provincias ecuatorianas, y por más de 11 puntos a nivel nacional.

¿Qué pasó? Para diversos analistas no ha triunfado necesariamente el presidente Noboa, sino que ha sido derrotado el populismo de Correa, representado por González. Las grandes provincias y ciudades, donde se asienta el empleo formal, se decantaron por el candidato de ADN, mientras el “correísmo” cometió errores graves que repercutieron en su votación en las provincias costeras, sus bastiones tradicionales. En dichas provincias Noboa se desplegó fuertemente en estos tres meses.

Para muchos, RC y Luisa González no midieron las reales aspiraciones de los ecuatorianos. Por ejemplo, atacaron al dólar, la moneda corriente; anunciaron el establecimiento de relaciones con Venezuela, supuestamente para deportar a sus nacionales; se aliaron con el líder indígena de izquierda, Leónidas Iza, para movilizar a su favor ese voluble sector; promovieron el programa “gestores de paz”, que fue identificado con los “colectivos” venezolanos que amedrentan a sus ciudadanos; impulsaron un proyecto de ley que atentaría contra la libertad de culto; refrescaron la ley mordaza; y reaparecieron casos de corrupción de la época de Correa, así como su manipulación en las filas de RC en el caso Ligados (similar a nuestro Audios), donde Luisa era la “rana René”.

Se demostró en estas elecciones que Ecuador no quiere volver al pasado, que aprecia las libertades conquistadas y su moneda, que desprecia las dictaduras regionales, que rechaza a la izquierda y al indigenismo radicales. Nos demostraron que Rafael Correa, directamente o a través de terceros, tiene poco o nada que ofrecerle a un país que en estos ocho años de ausencia ha cambiado. El “anticorreísmo” está más vigente que nunca. La carta ganadora del Foro de Sao Paulo ha sido derrotada ya tres veces seguidas y, por ahora, no tiene espacio en ese país.

Lo anterior no quiere decir que Daniel Noboa haya asegurado su liderazgo. Ha obtenido un mandato, pero debe hacerlo perdurar y convertirse en estadista. El Comercio, hoy un diario en línea advierte que el reelegido presidente debe hacerse cargo de los problemas que aquejan a los ecuatorianos y apartarse de una repetida retórica que achaca los males del país a la década de Correa y no a fallas propias. Para muchos comentaristas la respuesta, y legado de Noboa, debe ser la prometida convocatoria a una constituyente que ofrezca un nuevo marco institucional que le dé gobernabilidad al país y un más equitativo reparto del poder. Mientras tanto, se necesitan respuestas urgentes en el tema de seguridad, de empleo y un horizonte económico estable. Noboa, dicen, no puede ser un presidente de transición, sino que debe atreverse a consolidar un proyecto que “trascienda las polarizaciones estériles”.

El presidente tampoco debe olvidar que su triunfo fue en parte producto de circunstancias: los ajustados resultados de la primera vuelta despertaron un temor al regreso de Correa; las insinuaciones a favor de Maduro de Luisa González y su equipo, le enajenaron a los inmigrantes venezolanos; votaron muchos más adultos mayores que en otras ocasiones, y también jóvenes atraídos por un marketing novedoso; se liberó un voto oculto. Todos estos, son factores pasajeros.

Aparte de la constituyente, la estabilidad de Noboa se librará en el combate a la criminalidad, donde la situación es catastrófica. Los declarados estados de excepción, de guerra interna o la designación como terroristas a veinte organizaciones criminales, no son suficientes. Su entrevista con Trump el mes pasado abrió la posibilidad de recibir paquetes de ayuda norteamericana, contar con presencia militar internacional permanente y, eventualmente, crear una base conjunta que implicaría un mejor control de las fronteras con Colombia y Perú, dos de los tres grandes productores de coca del mundo. Ello implicaría, desde luego, una reforma constitucional. Igualmente, con la UE trabaja en seguridad portuaria, la promoción de una reforma penitenciaria integral y el apoyo en su lucha contra las mafias. Más del 70% de la cocaína que llega a Europa lo hace por puertos ecuatorianos.

En el terreno económico, Noboa enfrenta un déficit de US$ 3.500 millones, una elevada deuda externa y pocas fuentes de ingresos sostenibles. Necesita a EE. UU para renegociar con el FMI lo adeudado, y obtener nuevos préstamos. Por otro lado, requiere crear más empleo estable, ya que el 70% de la población vive del sector informal. En el campo energético, debe reorganizar el sistema para evitar los frecuentes e impopulares cortes de electricidad de meses pasados, recuperando plantas hidroeléctricas deterioradas y diversificando las fuentes de producción.

Otro desafío para el presidente es su insuficiente mayoría en el Legislativo. Tiene 67 escaños. Necesita 10 más. La nueva Asamblea Nacional elegida en febrero está dividida en dos grandes bloques: el “correísmo” y ADN de Noboa. Por lo tanto, el Ejecutivo dependerá de bancadas pequeñas y diputados individuales, ante los que debe mostrar flexibilidad, capacidad de acción y propuestas políticas convincentes. Como dice un informe de la Konrad Adenauer, debe liderar «iniciativas técnicas y suprapartidarias que logren focalizar las prioridades nacionales”.

Nosotros hicimos bien en resistir las presiones del Partido Comunista y felicitamos el triunfo de Noboa. Es lo que corresponde en democracia. Lo mismo hicieron Uruguay y, con un énfasis matizado, Brasil. Honduras prepara un acercamiento. Sin embargo, otros gobiernos progresistas siguen reacios a admitir su triunfo. México y Venezuela, rechazan a Noboa a todo evento. Bolivia sigue callada. En Colombia, la Canciller le salvó la cara a un Petro renuente, frustrado, que trata de equiparar el grotesco fraude venezolano a las impecables elecciones ecuatorianas, con sus actas públicas y detalladas. Pretende homologar el acoso a María Corina Machado con una supuesta persecución a opositores ecuatorianos que integran una imaginaria “lista negra”. ¡Qué desfachatez!

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