La entronización de Xi Jinping

Columna
AthenaLab, 13.10.2022
Juan Pablo Toro, secretario ejecutivo

El próximo domingo, los casi 2.300 delegados del Partido Comunista de China (PCCh) se congregarán en los amplios salones del Gran Palacio del Pueblo de Beijing para sostener una crucial reunión durante una semana. En el XX Congreso se determinará el nuevo diseño del liderazgo de la colectividad gobernante, el que se prevé seguirá encabezado por el todopoderoso Xi Jinping, quien se proyecta así hacia un tercer mandato y mucho más allá.

La reunión de los delegados del partido político más grande del mundo, con más de 85 millones de miembros, es fundamental para elegir a los 25 representantes del Politburó, el cual a su vez escoge el Comité Permanente de siete miembros.

Tras la excesiva acumulación de poder bajo Mao Xedong, quien gobernó entre 1949 y 1976, la colectividad optó por un mando de carácter más colegiado, con el fin de evitar que un solo dirigente arrastrara a todo el país con sus decisiones. Así fue como desde que Deng Xiaoping dejó el poder en 1993, los máximos líderes chinos ejercieron el cargo de secretario general del PCCh por cinco años con opción de ser reelegidos una sola vez, dando origen a los decenios de los ingenieros, los casos de Jiang Zemin y Hu Jintao.

La idea de dos períodos consecutivos como tope, junto con el límite de edad de retiro de 67 años para los funcionarios, garantizaban también renovación del mando y un horizonte de culminación de carrera para los cuadros superiores.

Ahora bien, tras una reforma introducida en 2018, Xi podrá aspirar a un tercer y cuantos períodos quiera a la edad de 69 años, consagrándose así en el líder más poderoso desde Mao. Aparte de ser el jefe máximo del partido, el actual dirigente chino es presidente del país, jefe de la Comisión Militar Central y presidente del Consejo de Seguridad Nacional, y sus pensamientos tienen rango constitucional.

Es muy importante entender el rol del Partido Comunista en China, puesto que está por sobre la nación como fuerza conductora de la misma, y se estima clave para un país que está en transformación. Si en un principio su legitimidad a nivel macro nacía del hecho de plantearse como vencedor de los japoneses en la Segunda Guerra Mundial (versión discutible por el papel de las tropas nacionalistas) y unificador del país tras el “Siglo de humillaciones”, hoy deriva de haber sacado a China del subdesarrollo para ponerlo en vías del desarrollo. Por tanto, a nivel micro ahora es fundamental para administrar los cambios sociales que eso implica. Xi, al igual que sus antecesores, es considerado “núcleo” de PCCh.

Como no habrá mayor novedad respecto del líder máximo, la atención del cónclave estará puesta en el cargo de primer ministro, ya que el actual, Li Keqiang, anunció su retiro. Quien ejerza este cargo dirige el rumbo de la economía del país, sobre todo en momentos que se ha ralentizado producto de las disrupciones causadas por la pandemia de COVID-19 y por la agresión de Rusia y contra Ucrania.

Otro de los cargos que también podría arrojar novedades es el de ministro de Relaciones Exteriores, puesto que hoy ostenta Wang Yi, de 69 años. Ya sea que prosiga o sea reemplazado, quien asuma enfrentará un momento internacional muy complejo, donde Rusia —principal aliado— libra una guerra de futuro incierto y que ha servido solo para unir a Occidente; donde la imagen global de China parece hundirse a pesar de todos los esfuerzos, y donde la Iniciativa de la Franja y la Ruta empieza a consolidarse con resultados dispares.

No obstante, más allá de todos los anuncios que se puedan hacer en congreso del domingo, la llamada “Era de Xi” lleva una década en marcha y es claro lo que significa hasta ahora:

 

1) Revitalización del PCCh

El objetivo de Xi fue que el partido adquiriera de nuevo un carácter de proyecto ético. Para eso lanzó una campaña contra la corrupción destinada a funcionarios de todo rango (“tigres y moscas”). Se volvió a la centralización total del poder y aumentó el control sobre la sociedad por medio de la tecnología y también la represión física de los disidentes. Finalmente, los pensamientos del líder se convirtieron en fuente de doctrina.

 

2) Nacionalismo y valores tradicionales

Xi promovió un rescate de valores confucianos para reforzar el concepto de armonía y respeto de la autoridad de forma interna. Mientras en lo externo, se exacerbó la imagen nacional a través de organismos internacionales, empresas y cultura popular. Películas de acción, como “Wolf Warrior” (“Lobo guerrero”), o donaciones de insumos médicos en la pandemia buscaron catapultar a China como líder de países menos desarrollados. La instalación masiva de institutos Confucio en distintas partes del mundo para enseñar mandarín y el fomento de programas de estudios chinos en universidades también son parte de este eje.

 

3) “El sueño chino”

Desde su llegada al poder, Xi se ha abocado a la construcción de lo que llama “el sueño chino”, siguiendo las directrices emanadas del XVIII Congreso Nacional del PCCh de noviembre de 2012, instancia de donde emergen los planes de gobierno para los quinquenios, aunque se ajusten de forma gradual en la medida que se van implementando.

“El sueño chino”, en términos simples, busca alcanzar una sociedad “modestamente acomodada”, sin despilfarros ni lujos (US$ 20.000 per cápita), y donde la calidad de vida se obtenga a partir de buenos servicios públicos, dado que la cobertura ya está lograda.

Para materializar ese deseo, se lanzó un ambicioso plan de reformas en 16 sectores, que incluían 60 capítulos y 330 medidas concretas. Además, se crearon dos organismos: el Consejo de Seguridad Nacional y la Dirección para la Profundización de las Reformas.

El objetivo general fue perfeccionar y desarrollar el “sistema socialista con peculiaridades chinas” y modernizar la administración del país. Para el caso, supone tener una economía menos basada en las exportaciones y más en el consumo interno, y ampliar el sector de los servicios.

Eso también incluyó apostar por las energías limpias; reubicar a 100 millones de habitantes; potenciar la configuración de 22 megaciudades conectadas por infraestructura moderna; fomentar la internacionalización de empresas locales, e invertir en tecnologías de punta (inteligencia artificial, robótica, redes inalámbricas, y las de ámbito espacial). Tanto en el XVIII como el XIX congreso del PCCh se definió que había que darle más espacio al mercado, pero sin perder la supervisión del Estado.

En este próximo cónclave es probable que se evalúe el curso de estas reformas. Tras protagonizar el proceso de industrialización más acelerado del mundo y alcanzar tasas de crecimiento promedio del 10% anual, hoy la economía china busca tener un incremento del orden del 6% anual, aunque se prevé solo de 5,5% para 2022.

 

4) Pelear y ganar guerras

Durante la gestión de Xi ha quedado claro para el mundo que China es poderosa y quizás más que nunca en su historia. Para proteger el imperio mercantil que hoy le permite ser el primer socio comercial de más de 130 países, se ha enfocado en construir unas fuerzas armadas modernas y potentes, más basadas en la tecnología que en la masa.

Su posicionamiento internacional en un mundo que concibe como “multipolar” y “no apto para hegemonía”, lo conceptualiza como “desarrollo pacífico”, donde la “armonía” se alcanza por medio enfoques graduales que permiten la prosperidad compartida, a la vez que se elude el conflicto directo.

China se asume hoy como un país próspero, que muestra al mundo su capacidad militar al mismo tiempo que conserva sus valores distintivos, pero desde una posición de fuerza. Esto último ha quedado probado con la construcción de bases en el Mar del Sur de China, en zonas disputadas por varios países, y con la expansión de la Armada del Ejército Popular de Liberación.

Si quienes argumentan que capacidades y comportamiento no son lo mismo en materia militar, la reciente crisis en el estrecho de Taiwán, donde China bloqueó por aire y mar la isla que reclama como propia en represalia por la visita de una alta autoridad estadounidense, sirvió para demostrar que la modernización de las fuerzas armadas ha rendido sus frutos.

Se estima que parte del legado de Xi sería la anexión de la isla; algo que, según altos oficiales estadounidenses, las fuerzas militares de China estarían en capacidad de concretar en 2027, justo cuando se cumpla el tercer período como secretario general del PCCh.

Respecto de Estados Unidos, bajo el actual líder chino ha quedado claro que se busca el fin de su presencia militar en Asia, hoy afincada en Corea del Sur y Japón. Pero esta competencia estratégica se extiende también a las esferas comercial, tecnológica y política, donde China pretende ser visto como un par, una posición que, por cierto, está alcanzando.

 

Conclusiones

Por todo lo anterior, el cónclave del domingo es fundamental para el PCCh y el mundo, que observará la “entronización” de un líder tan fuerte como hace tiempo no existía y que está decidido a acompañarnos por mucho tiempo. Ni el presidente de Estados Unidos acumula hoy tanto poder, puesto que sus decisiones enfrentan contrapesos y restricciones legales propias de las democracias.

Latinoamérica y Chile, en particular, debe decidir cómo lidiar con una China cada vez más asertiva y dispuesta a ejercer su poder para defender los intereses nacionales, en espacial cuando encuentran algún tipo de oposición o complicación. Una mayor presión política derivada de las inversiones en sectores estratégicos de las economías y de las dependencias comerciales, así como la posible instalación de medios de las FF.AA. de China en la región, no debieran descartarse en este nuevo período de la “Era Xi”. El rol del PCCh en la dirección de empresas estatales chinas o su capacidad para alinear las privadas con los objetivos nacionales obliga a entender mejor a esta colectividad, sus miembros y su funcionamiento.

Por último, vale la pena mencionar que la reciente Estrategia de Seguridad Nacional de Estados Unidos identifica y menciona directamente a China como el principal contrincante a nivel global, deslizando una crítica directa sobre las características autocráticas del régimen, el respeto a los derechos humanos y los métodos empleados por el gobierno chino para lograr influencia global. En la reunión del PCCh también se podrían conocer algunos lineamientos sobre cómo Beijing asumirá esta rivalidad y qué significará para el mundo.

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