‘La Geografía no Cambia’

Columna
El Mercurio, 09.09.2023
Juan Pablo Toro, director ejecutivo de AthenaLab

"La geografía no cambia. Lo que cambia es la manera en la que la concebimos". Estas palabras del periodista Robert D. Kaplan cobran más vigencia que nunca a raíz de controversias muy distantes, pero que en el fondo vienen a probar el punto.

Cada vez que un país traza los límites sobre los territorios y espacios marítimos que considera propios genera algo más que una aproximación gráfica. Se trata, en esencia, de la creación de una nueva situación geopolítica, con todas sus derivadas, incluyendo un relato que se traspasa a las nuevas generaciones desde temprana edad. En la mente de la población se posiciona una realidad, da lo mismo si tiene sustento jurídico o no.

El reciente mapa sobre los espacios marítimos chilenos publicado por el Servicio Hidrográfico y Oceanográfico de la Armada (SHOA), en coordinación con la Dirección Nacional de Fronteras y Límites del Estado, constata de forma indesmentible la continuidad entre nuestros territorios americanos y antárticos sobre la base de nuestros derechos en la Zona económica exclusiva y plataforma continental, sin tener que apelar al derecho sobre la plataforma continental extendida. Chile es, sin lugar a duda, el país más austral del mundo.

Si bien el gráfico sigue las normas de la Convención de las Naciones Unidas (ONU) sobre el Derecho del Mar y se basa en las presentaciones que efectuó el Estado de Chile ante la Comisión de Límites de la Plataforma Continental de la ONU, el Ministerio de Relaciones Exteriores de Argentina ya presentó una queja por este mapa chileno que se proyectaría sobre sus pretendidos espacios "soberanos"

Toda una paradoja, sobre todo cuando se trata de un país que ha hecho del dibujo de límites un arte, pero uno que no imita a la realidad. Quienes han visitado las Falklands, donde Chile tuvo un consulado hasta 1950- son testigos que ahí habita una población de origen y cultura británica. No hay nada que recuerde mucho a Argentina, más que unos viejos estanques de YPF de tiempos más amables, las tumbas de soldados valientes y algún resto de equipo militar. Pero el archipiélago es una y otra vez incluido en el relato argentino.

Al otro lado del mundo, se agrega el caso del reciente mapa oficial publicado por China, que amplía la famosa línea punteada (dashline) sobre el Mar del Sur de China, pasando por encima de la Convención del Derecho del Mar de la ONU y fallos de arbitraje internacional, despertando el obvio enojo de Filipinas, Indonesia, Malasia, Taiwán y Vietnam, y traza la frontera sobre zonas disputadas con India en las alturas, lo que no cayó nada bien en Nueva Dehli. Curiosamente, este mismo gráfico refuerza con claridad lo acertado de denominar a esa área como Indo-Pacífico.

Podríamos continuar con los mapas de la "Nueva Rusia", proyecto putinista que incluye territorios ocupados de Ucrania y por los que hoy se libra una cruenta guerra.

Todo lo anterior nos debe llevar a aceptar que las nuevas concepciones geográficas no dependen tanto del marco cartográfico, hidrográfico o geodésico subyacente, como de los intereses geopolíticos que se buscan materializar y proteger y, por supuesto, del relato que se busca instalar.

Puede que abogados, juristas y diplomáticos intenten convencernos de que las relaciones internacionales tratan prioritariamente sobre leyes, tratados y cortes de justicia. No obstante, esta era de competencia y conflicto que vivimos demuestra, de forma cada vez más convincente, que siempre han sido y serán sobre intereses y poder, como saben los estudiosos de la política y estrategia.

Cuando se creía que el comercio global sería capaz de aplanar montañas y calmar los mares, volvemos a la realidad de la importancia de la soberanía sobre los espacios terrestres, marítimos y aéreos. Por más simple que sea, cualquier unidad política requiere controlar su territorio porque es fácilmente convertible en poder. Ahí se desarrolla su población, se explotan recursos, tienen vigencia sus propias leyes y se proyecta la comunidad hacia el exterior.

Si algo podemos aprender de todas las coyunturas recientes es que, si bien parece "fácil" publicar mapas con nuevos límites, lo difícil es hacerlos valer y ahí se requiere una acción integral del Estado en todas sus dimensiones y con todas sus capacidades de influir: Diplomática, económica, comunicacional y militar. Punto para el SHOA, pero el próximo paso debería ser reforzar la presencia real de Chile en los espacios subantárticos y antárticos empleando sinergias y fortaleciendo el relato de que somos un país tricontinental y el más austral del mundo. Cuando tienes algo que alguien más ambiciona, hay que prepararse para negociar y defenderlo. Lo uno no excluye lo otro.

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