La integración chileno-argentina. Una nueva oportunidad

Jaime Undurraga M.[1]

Como ya nos hemos referido a este tema en múltiples ocasiones, pareciera que ahora surge una nueva oportunidad hacerlo a propósito de la llegada de Macri al gobierno en Argentina. No quiero, eso sí, repetir los lugares comunes que todos conocemos: que ambos países están unidos por una frontera común; que Chile es la puerta al Pacífico para Argentina; que hay que desarrollar los corredores bioceánicos; etc. No. La idea es tratar de que esta vieja y manoseada idea se pueda llevar a la práctica, en términos económicos, políticos y sociales. Y ahora se presenta una nueva oportunidad para avanzar de verdad hacia ese objetivo. Veamos.

A mi juicio, el problema de nuestra integración física con Argentina no consiste simplemente en que ambos gobiernos decidan qué pasos o vías de transporte priorizar para su construcción y operación.  Esa discusión la vengo observando desde 1968 con exactamente los mismos resultados: la inoperancia.

¿Por qué ocurre aquello? Por tres razones fundamentales:

La primera, porque solamente miramos el mapa y deducimos lo que aparece como obvio: que Argentina podría “salir” por Chile a todos los mercados del Pacífico; que las distancias son más cortas; que Chile puede brindar el servicio de ser un país de tránsito hacia terceros mercados; y que Argentina es el paso obligado de Chile hacia el mercado brasileño; y que todo lo anterior puede brindar una fuente inagotable de beneficios para ambos países.

Lo anterior suena bien, pero todas esas bondades potenciales se deben basar en la existencia de una infraestructura de transporte adecuada que permita todo tipo de transacciones entre ambos países. Esta conversación casi siempre se ha dado entre actores políticos de ambos países, para los cuales el tema es más bien simple de conversarlo y de acordarlo (salvo en la cantidad de recursos económicos que las obras conversadas requieren).  Ahí están las reuniones entre gobernadores e intendentes de regiones limítrofes de ambos países; las múltiples reuniones diplomáticas bilaterales; la “reinvención” del tema a cada rato por los embajadores acreditados en cada país. Todo ello, como si la integración física fuese una novedad.

La segunda razón, porque sólo se habla del tema desde el punto de vista conceptual y político, y con un nivel de generalización tal que hace parecer todo tan simple y tan concordante. Sin embargo, los actores políticos que participan en los acuerdos bilaterales no conocen realmente cómo se produce el uso de las distintas infraestructuras; cómo es la gestión del transporte de mercaderías y personas al cual deben servir (clientes y mercados). Se asumen cosas que, en la realidad, no se dan, o bien, siguen pegados a prácticas en materia de tránsito que están cada vez más obsoletas. Suele pensarse que haciendo la infraestructura surge naturalmente el transporte. En algunas ocasiones es así, pero no en todas.

Generalmente, en el caso entre Argentina y Chile, nunca he observado que se les pregunte a los potenciales usuarios de estas vías de transporte qué es lo que necesitan y cómo lo harían. Siempre se parte de la base que los que llegan a acuerdos bilaterales creen saber lo que los usuarios requieren. Y no es así. Por eso, seguimos discutiendo por décadas qué tenemos que hacer en la materia y no pasa mayor cosa.

Por otra parte, no nos engañemos, hace muchos años que existe una diferencia importante entre el enfoque de política económica de Argentina y de Chile. Cuando uno de los dos países mantiene una política económica proteccionista y el otro no, lo más fácil es acordar obras de infraestructura y parecer “como que estamos de acuerdo”. Y seguimos con el tema ad eternum. Discutir una carretera o un túnel es absolutamente predecible y manejable en el futuro. Discutir algo mucho más incierto, como las corrientes de comercio, es algo a lo cual, sobre todo el país proteccionista, le rehuye. Y las burocracias establecidas en los dos países también.

La tercera razón se origina  -a mi juicio-  en la desconexión conceptual que las autoridades de ambos países tienen entre lo que significa la infraestructura de transporte y los servicios de transporte que la utilizarán. Se piensa que sólo haciendo la carretera o el túnel, ya estamos listos para que se produzca el “boom” del transporte entre ambos países. Pero siempre se ha dejado afuera de las negociaciones todo lo relacionado con los servicios ligados al transporte. Construimos una carretera de primera categoría, pero demoramos los vehículos en la frontera por tiempos absurdos; o creamos unas trabas burocráticas ineficientes como el “Puerto Seco” de Los Andes, en la mitad de la ruta entre la frontera y Los Andes. Ahí se detiene el camión – por un promedio de dos o tres días -  y se le revisa toda la carga para su ingreso al país.

El concepto de “Puerto Seco” se refiere a un terminal de cargas terrestre entre puntos importantes de origen y destino,  no un terminal transitorio en la mitad de la ruta.  En Europa, desde la década de los 60, existe lo que se llama el Convenio TIR, en el cual los camiones salen sellados por la aduana de origen y pasan la frontera, con la sola verificación de la inviolabilidad del sello, permitiendo que el camión se detenga solo un momento y siga su viaje hasta el destino. Si el sello es violado,  caen las penas del infierno. Pero no antes. ¿Por qué no podemos implantar un acuerdo similar entre nuestros países? Creo que, en parte importante, ello no es posible porque termina con prácticas aduaneras altamente ineficientes y obsoletas (pero beneficiosas para los funcionarios de aduana).

Hay varias preguntas que debemos hacernos si queremos realmente avanzar en estos temas bilaterales.

¿Es viable pensar en el tránsito de exportaciones argentinas y brasileras hacia los mercados del pacífico por Chile, cuando la mayor parte de las mismas son a granel?

¿Es más barato para dichos países el transporte ferroviario de esos productos por Chile en vez de embarcarlos directamente en puertos del Atlántico en los grandes barcos que ahora sí podrán circular por el canal de Panamá, después de su ampliación?

¿Es viable económicamente la idea de un túnel de baja altura en la zona de Los Andes de uso exclusivamente ferroviario? ¿Alguien le ha preguntado a los transportistas de carretera si estarán dispuesto a hacer dos transbordos en el túnel con los costos asociados? ¿Van a cambiar la carga de camión previa pasada en tren por el túnel? ¿O van a subir el camión completo al tren para pasar por el túnel? ¿Les saldrá más barato que subir hasta el Cristo redentor como lo hacen hoy sin ningún transbordo? Supongamos que el paso de granos argentinos y brasileros en tránsito fuera viable económicamente para los exportadores ¿Tenemos las facilidades de almacenamiento de tremendas cantidades de granel en nuestros puertos, como Valparaíso o San Antonio?

Si Chile quiere pasar a ser un país de tránsito del comercio argentino y brasileño hacia los mercados del Pacífico, debe convencerse que no basta con tener la infraestructura necesaria para facilitarlo, sino que también requiere repensar toda la maraña burocrática de los servicios asociados a dicho transporte (aduana; servicios portuarios; migraciones; transacciones comerciales y trámites bancarios; pagos fiscales; apoyos mecánicos al transporte; etc.). Ser un país de tránsito eficaz significa ser un país de buenos servicios. No sólo de buena infraestructura.

Dicho todo lo anterior, podríamos estar ante una nueva posibilidad de integración entre ambos países, pero que no sólo contemple la conectividad física sino también la facilitación administrativas de los flujos de comercio y personas, además de la discusión de obras complementarias a la infraestructura de transporte que se acuerde (logística, capacidad de almacenamiento; servicios mecánicos; bancarios; etc.).

La nueva oportunidad que se nos presenta hoy está dada por el simple hecho de que, después de muchos años, el nuevo gobierno argentino parece estar en una sintonía similar al chileno en materias económicas y de comercio internacional. Si se trabaja en reuniones bilaterales sobre infraestructura física, como lo expresó la nueva canciller de Argentina, sugiero que también se discuta la facilitación administrativa del flujo de transporte y se le consulte a los usuarios acerca de las prioridades de pasos bilaterales a desarrollar.

En el caso chileno ¿Existiría la decisión política de simplificar las trabas al flujo de comercio bilateral o en tránsito? ¿Están los servicios involucrados dispuestos a una mirada más moderna del tema? ¿Hay alguien en nuestra cancillería que conozca del tema en toda su dimensión?

Si no encaramos el tema en forma más global e interdisciplinaria, que como se ha hecho hasta ahora, terminaremos en otro intento fallido que sólo esconderá nuestra incapacidad de lograr una relación moderna y eficiente para nuestra economías y, por ende, para argentinos y chilenos. Y seguiremos usando la “integración física” como la morfina que potenciará nuestras relaciones bilaterales.

[1]  Abogado, consultor de empresas en metaria ambiental y colaborador estable de OpinionGlobal.-

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