La llegada de Macri a la Casa Rosada es importante para Chile

Columna
Publicada originalmente en El Líbero (03.12.2015)
Juan Salazar Sparks, cientista político, embajador (r) y director ejecutivo de CEPERI

Tras una victoria electoral bastante estrecha, y consciente de los tremendos desafíos que se le plantean como gobernante, el próximo presidente de Argentina -Mauricio Macri- ha indicado su preferencia por una serie de iniciativas diplomáticas en la región destinadas a mitigar el aislamiento que sufre su país por más de una década (kirchnerismo) y a recuperar el sitial que le corresponde.

A parte del efecto contagio, negativo o positivo según se le mire, que tiene el referido triunfo con respecto a las distintas variantes del populismo latinoamericano (Bolivia, Cuba, Ecuador, Nicaragua y Venezuela) o sus “compañeros de ruta” (Brasil, Chile y Uruguay), Macri se propone -en paralelo- ganar prestigio internacional para incentivar la llegada de mayor financiamiento externo y de inversiones extranjeras para recomponer la arruinada economía argentina, emprender algunas reformas básicas (¿ajuste?), y cooptar los socios políticos necesarios para neutralizar -en la medida de lo posible- la implacable oposición que recibirá de los sectores peronistas más duros.

Entre las diversas medidas que destacan en la revitalización de la política exterior argentina, llaman la atención las siguientes: reinsertarse en Occidente (acercamientos con EE.UU. y Gran Bretaña); reestructuración del Mercosur (suspensión de Venezuela, inclusive); defensa de la democracia y los Derechos Humanos (fortalecimiento de la OEA); distanciamiento con las posturas y los países del ALBA; revisión de los acuerdos y/o relaciones con China, Rusia e Irán; aproximación a la Alianza del Pacífico; integración física y económica con Chile (corredores bioceánicos); y las primeras dos visitas al exterior a Brasil y Chile.

Aún cuando no se haya especificado del todo, cabría esperar también un fortalecimiento del servicio diplomático profesional argentino bajo la conducción de la nueva canciller Susana Malcorra y un mayor énfasis en la política multilateral.

Si bien había una cierta afinidad política entre las presidentas Cristina Fernández y Michelle Bachelet, el desinterés evidente de Argentina por las relaciones internacionales y por Chile, en particular, o bien, la relativa orfandad de la diplomacia chilena a raíz de su casi total dedicación al “frente vecinal” norte; determinó que los lazos bilaterales chileno-argentinos langudecieran gran parte del tiempo.

La llegada de Macri podría cambiar ese panorama, no tanto por su perfil liberal que tiene amplia cabida en determinados sectores políticos chilenos pero no en la Nueva Mayoría, sino por la comunión de intereses que se presentarán en cualquiera de los mencionados temas de la agenda externa de Macri. Veámos algunos puntos.

Mercosur

Al perder su carácter como motor de desarrollo de sus miembros originales, la unión aduanera en cuestión se convirtió en un mercado ampliado dominado por fuerzas proteccionistas y en una instancia más política que económica. Las adhesiones posteriores de Venezuela y Bolivia sólo agudizaron el proceso de decadencia y, sin perjuicio del acuerdo de asociación entre Mercosur y Chile (AAPCE 35), nuestras exportaciones al grupo han bajado sustancialmente en los últimos años (Argentina en particular). Por eso, el que se incentive ahora la apertura económica del Mercosur es una buena noticia para Chile.

Por otra parte, el anuncio de Macri de poner en el banquillo de los acusados en el Mercosur al gobierno de Maduro, no da lugar para interpretaciones. Ello quiere decir que Argentina, hasta ahora socio informal del populismo “chavista”, pondrá fin a la expansión de la fiesta “bolivariana” hacia el Cono Sur, algo que Chile debió haber liderado hace tiempo.

OEA

El cambio de orientación estratégica que está propiciando en la OEA su nuevo secretario general, el uruguayo Luis Almagro, sobre todo con respecto a la situación de los Derechos Humanos en Venezuela (falta de garantías para la oposición en las elecciones, represión y presos políticos), es algo que la nueva política exterior argentina aprovechará para adquirir potagonismo y llenar el vacío que deja una diplomacia regional hasta ahora paralizada.

En el caso chileno, algunos “ideólogos” de izquierda consideran que en Venezuela no se violan los Derechos Humanos y otros, más “cínicos”, señalan que tales derechos se violan también en Chile. Pero el hecho simple y obvio es que el régimen de Maduro no es -por decirlo elegantemente- normal, al menos desde el momento en que se define como un gobierno revolucionario donde el poder se ejerce y no se entrega (alumnos de Fidel Castro). En fin, es absurdo que en un país donde todos los ex presidentes, la gran mayoría del parlamento y la opinión pública en general están reclamando por una actitud más firme frente a Venezuela, el gobierno diga poco y no haga nada.

Con el liderazgo que va a asumir Argentina en esta materia, La Moneda se verá forzada a dejar de lado su “política de la avestruz” y a encarar el problema, sobre todo si en las próximas elecciones parlamentarias venezolanas el gobierno de Maduro comete fraude electoral o no reconoce sus resultados.

Alianza del Pacífico-Chile

La integración chileno-argentina ha seguido – en general- postergándose por mucho tiempo, salvo cuando autoridades de provincias fronterizas colindantes se entusiasman con algún proyecto en particular. Al parecer, el próximo gobernante argentino podría cambiar eso si busca romper con el posicionamiento aislacionista, “atlanticista” y proteccionista que define hoy a su país. En su objetivo por volver a la senda del desarrollo y prosperidad argentinas, él reconoce que la proyección al Este Asiático es fundamental. Para ello, entiende que Argentina necesita emprender un giro geopolítico, acercándose a la Alianza del Pacífico como espacio económico y profundizando la integración con Chile.

El gobierno de la Nueva Mayoría no debería interpretar a Macri como un representante de la economía social de mercado, sino como un vecino pragmático que quiere sumar las sinergias bilaterales ante terceros mercados.

Conclusiones

No cabe duda que la llegada de Macri a la Casa Rosada puede impactar favorablemente en la región y es importante para Chile en muchos aspectos (comerciales, económicos, políticos y estratégicos). Buenos Aires no la tiene fácil por los múltiples obstáculos políticos internos que se le presentarán, pero la mano de Santiago sirve para que -al menos- su agenda regional tenga un éxito rápido. Convocar a una reuinión presidencial de la Alianza del Pacífico para recibir y conversar con el Presidente electo de Argentina puede ser un buen punto de partida en ese sentido. De la misma manera, para un Chile algo pasivo y absorto en sus dudas, tanto internas como complicaciones vecinales, el empuje argentino puede ayudar a reimpulsar el posicionamiento chileno.

Sin embargo, resulta claro también que no podremos acompañar la nueva diplomacia pragmática argentina con la actual política exterior ideológica y sesgada propia de la Nueva Mayoría. Algunas pruebas al canto: la Presidenta Bachelet se “apresuró” en apoyar a Daniel Scioli antes de las elecciones; la activista de Derechos Humanos Lilian Tintori (casada con el dirigente y preso político Leopoldo López), nunca recibida por nuestra Jefe de Estado, sí estuvo con Macri en su comando para las celebraciones del triunfo; y mientras Argentina ahora buscará a Occidente, Chile quiere acercarse a Irán, el socio de los ALBA y partidario de Bolivia. Es decir, metidas de pata y la tentación por remar contra la corriente.

Necesitamos volver a las posturas más realistas, proactivas y pluralistas que caracterizaron en su momento a nuestra diplomacia y entender -por ejemplo- que los ex presidentes Eduardo Frei y Sebastián Piñera se han preocupado de entablar una relación con Mauricio Macri. Confiamos que, con la visita del Presidente electo a Chile, podamos hacer del entendimiento chileno-argentino una fuerza motora para la ansiada integración latinoamericana. De lo contrario, terminaremos aislados y seremos los que llegaron tarde a la “fiesta bolivariana”.

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