La supervivencia de Ucrania se juega en Vilnius

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Republica, 11.07.2023
Inocencio F. Arias, embajador (r) y columnista español

No percatándose de que podía empequeñecer a nuestro ministro de exteriores cuando dijo que la Cumbre de la OTAN de Madrid de hace un año era más importante que la Conferencia de Yalta, cuando los vencedores de la II Guerra literalmente se repartieron el mundo, el secretario general de la OTAN Stoltenberg manifestó hace un par de días que la Cumbre de Vilnius, en Lituania, que comenzaba hoy “es la mayor revisión de nuestra política de seguridad desde que comenzó la guerra fría”.

La Cumbre tiene miga, en efecto. Vencidas las objeciones de Turquía que pretendía ambiciosamente que los europeos acelerasen su entrada en la Unión Europea a cambio de levantar su veto a Suecia para la entrada en la OTAN, la Organización defensiva va a acoger a sus miembros 31 y 32, Finlandia y Suecia. Un nuevo percance para Putin: dos países tradicionalmente neutrales ven las orejas al lobo y deciden entrar con armas y bagajes en un pacto defensivo que se inventó para parar a Rusia.

El tema, con todo, enjundioso de la Cumbre a la que asisten 40 gobiernos, los miembros y la expectante Suecia amén de invitados como Corea o Japón, es Ucrania. El presidente de ese país acude con un ansia: que la OTAN le indique que será acogida como miembro en un futuro próximo. Cuestión peliaguda: Estados Unidos y Alemania piensan que la entrada inmediata nos colocaría, debido al art. 5 del Tratado de la OTAN, en situación de guerra con Moscú. Algo a evitar imperiosamente. Varios países nórdicos, entre ellos Polonia y la locuaz anfitriona Lituania alegan que Occidente, demasiado complaciente con Moscú, ha pasado por alto la anexión rusa de Crimea en 2014, la amputación más tarde de una quinta parte del territorio de Ucrania y muestra algunas vacilaciones en la ayuda a este país en el conflicto que dura ya 500 días.

Biden ha sido tajante en la CNN: “Ucrania aún no está lista para entrar”. Lo que significa, de un lado, que mientras dure la guerra, Ucrania no ingresará, aunque después, para desesperación de Rusia, probablemente lo hará. Los que han sufrido la opresión rusa como Lituania pueden alegar que no es admisible que en el siglo XXI un país que quiere integrarse en un bloque no pueda realizarlo porque lo prohíbe un vecino poderoso.

En segundo lugar y como compensación, Ucrania verá en breve un aumento significativo de la ayuda militar que recibe. Tanto de EEUU como de Alemania y Francia (que enviará misiles Scalp que tienen un alcance de 250 kilómetros). Washington va incluso a mandarle bombas de racimo, algo prohibido en 120 países, pero que Rusia ha utilizado en Ucrania. La medida es polémica porque desparraman numerosos proyectiles algunos de los cuales pueden estallar muy posteriormente al lanzamiento. Hasta la prensa yanqui se ha dividido sobre la decisión. El New York Times se queja, aunque el Washington Post admite que es una opción delicada pero correcta (El gobierno yanqui asegura que sus armas tendrán escaso efecto retrasado). Hay pocas protestas en los antiguos vasallos soviéticos en los que la obsesión es parar a Rusia.

Los americanos quieren que los europeos se “retraten” en su ayuda. Que se vea quienes son los generosos, los bálticos, Polonia, Dinamarca, Noruega, Finlandia, Gran Bretaña, Estados Unidos… y quienes los “gorrones” o cicateros. Ahí estamos nosotros, puesto 27 de 30.

La guerra va a continuar. Putin, aunque se ha llevado varias bofetadas en público, apuesta porque la opinión pública de muchos países occidentales se fatigue. Por eso las elecciones al parlamento europeo en junio y en Estados Unidos en noviembre de 2024 son cruciales.

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