Las claves del éxito de la Alianza del Pacífico

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El Espectador, 11.10.2017
Margarita E. Manjarrez, abogada (U. de los Andes), con maestría (U. Externado de Colombia) y
embajadora colombiana

La consolidación que se ha observado de la Alianza del Pacífico (AP), cuyo Acuerdo Marco data del 6 de junio del 2012, hace necesario plantear preguntas no solo sobre los desafíos que enfrenta para el logro completo de sus objetivos y su proyección como mecanismo de integración profunda y abierta en la región, sino también a preguntarnos ¿en dónde han radicado las claves de su avance?, teniendo en cuenta que sus éxitos se pueden constatar desde el punto de vista multilateral.

La AP como cualquier mecanismo de tal naturaleza, enfrenta la realidad económica y comercial en un mundo globalizado y por lo tanto debe abordar sus encrucijadas. Es evidente que la Alianza ha mostrado habilidad, especialmente por el uso de la diplomacia presidencial y el pragmatismo, que en mi concepto, han sido los factores primordiales y motores de su éxito.

Algunos analistas, como Eric Tremolada Álvarez, han definido la AP como un mecanismo de cooperación en temas específicos. En efecto, los temas de cooperación económica y comercial ocupan el grueso de su agenda, aún más con la entrada en vigor del Protocolo Comercial. Sin embargo, la AP va más allá de aspectos comerciales. Tanto el preámbulo como el Artículo 3 del Acuerdo Marco enuncian como objetivo la construcción de un área de integración profunda. La Alianza, pues, va más allá de los temas de libre comercio al incluir entre sus fines el libre movimiento de personas, bienes, servicios y capitales así como una proyección conjunta al Asia-Pacífico.

El comercio entre los miembros es relativamente bajo y sus economías no son complementarias; sin embargo, engloban un mercado de más de 200 millones de habitantes y ostentan logros importantes en materia de integración: reducción de tarifas aduaneras, apertura de embajadas y oficinas comerciales conjuntas en Asia y África, así como la bolsa de valores conjunta. Estos son resultados coherentes con la estrategia de integración abierta y flexible, y acordes con el modelo de desarrollo de sus miembros, así como con el propósito de ser plataforma para la diversificación de las exportaciones, la generación de empleo, el crecimiento económico, el mejoramiento de la calidad de vida de los habitantes y la competitividad de las economías.

Por el camino recorrido, me atrevo a afirmar que la AP avanza sin hacer contrapeso a otras iniciativas de integración regional en torno a los ejes centrales económico/comercial y de cooperación, mientras se abstiene de ser un grupo de concertación política tipo UNASUR o CELAC. El preámbulo del Acuerdo Marco se refiere a problemas de la región sin expresarlos como amenazas a la seguridad, ya que los objetivos de defensa de la seguridad en su sentido clásico, le resultan ajenos.

Ahora bien, el mundo de hoy enfrenta serios desafíos a la seguridad. El concepto mismo de seguridad se ha ampliado a factores como la economía internacional y el medio ambiente, y comprende una amplia gama de amenazas derivadas de vulnerabilidades en aspectos sociales, económicos, políticos y ambientales como el crimen organizado (Tráfico de estupefacientes/armas, lavado de activos, contrabando, trata de personas, violencia, corrupción, inestabilidad social/política), la seguridad ambiental (Fenómenos/catástrofes naturales, contaminación, cambio climático, sobre explotación de recursos) y otras amenazas (pobreza, desigualdad social). En este contexto, los miembros de la Alianza entienden que en su región tales factores y amenazas están presentes

Es una realidad que los miembros de la AP pertenecen a una región que enfrenta problemas comunes de seguridad multidimensional que hacen necesarias acciones conjuntas (interdependencia). Podría concluirse, tal vez prematuramente, que la Alianza es, además de mecanismo de integración económico/comercial, un complejo regional de seguridad. Sin  embargo, por los hechos y por la agenda desarrollada en las múltiples reuniones,  parece que no busca securitizar la agenda ni contrarrestar las amenazas a la región en el sentido tradicional. Esto le da un aire para avanzar y concentrase en lo que realmente es: Un ejemplo del nuevo multilateralismo, con alto respaldo político y poco institucionalizado, donde además tienen cabida actores del sector privado y la sociedad en general. Concentrarse en desarrollar esta naturaleza constituye, desde mi punto de vista, una de las claves de su éxito.

Es inegable, además, que la diplomacia presidencial y el pragmatismo son también motores del éxito de la AP. Desde su origen, plasmado en la intención de los presidentes de Perú, Chile, México y Colombia (Cumbre Iberoamericana de Mar del Plata, Dic.2010) que se concretó en la Declaración Presidencial de Lima, fue central el papel de los Jefes de Estado para la conformación del área de integración para la libre circulación de bienes, servicios, capitales y personas.

Los Presidentes se han reunido con bastante frecuencia a pesar de sus múltiples responsabilidades, lo que demuestra su gran compromiso. Durante sus reuniones en las Cumbres,  máximo órgano decisorio, han destacado la vocación de la Alianza con acuerdos sustanciales, de la mano de un discurso que incluye el diálogo político. La han convertido en un mecanismo pragmático, con la ventaja de ser socios con un camino recorrido, ya que tienen en vigor tratados de libre comercio entre sí. Los Presidentes vienen perfilando la vocación de la Alianza con acuerdos específicos más allá de los aspectos declarativos y retóricos propios de todos los mecanismos de integración.

Los logros son notables (ver www.alianzapacifico.net ) y la agilidad para resolver asuntos concretos en términos de comercio y mejorar las habilidades para negociar con Asia-Pacífico han llamado la atención de otros actores. La Alianza tiene actualmente 52 estados observadores y cuenta con el apoyo de la OCED y el BID.

El pragmatismo y el liderazgo de los presidentes de La Alianza han facilitado las decisiones estratégicas que, junto con una institucionalidad eficiente y suficiente,  han servido para obtener buenos resultados.Es posible seguir mostrando esta efectividad, aún con cambios de gobierno en los países miembros, siempre que se responda a los objetivos iniciales que inspiraron la Alianza.

¿Qué ocurriría en caso contrario o cuándo en la región choquen centros de poder, o surjan nuevas jerarquías y liderazgos? Por lo pronto, los miembros de la AP tienen estructuras democráticas sólidas, mercados globalizados y  favorables a la inversión. Hay temas de convergencia en cooperación Sur-Sur, y mucho espacio para explorar alianzas puntuales en áreas como educación, diálogo, medidas de confianza, facilitación del comercio, infraestructura, conectividad, promoción del turismo, etc. La Alianza está demostrando su capacidad para proyectarse sobre la base de la coincidencia de valores en la democracia, el estado de derecho y el libre comercio para facilitar y propiciar la integración de las economías y el desarrollo. En suma, la Alianza del Pacífico representa hoy un buen ejemplo de  multilateralismo cooperativo estratégico.

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