Columna El Líbero, 25.05.2024 Fernando Schmidt Ariztía, embajador (r) y exsubsecretario de RREE
Hubiera querido escribir esta semana sobre el impecable proceso electoral en la República Dominicana del pasado domingo, en el que el expresidente Eduardo Frei tuvo un papel destacado como jefe del equipo de observadores de la OEA. Con el 58,8% de los votos salió elegido el actual presidente, Luis Abinader. Su triunfo fue reconocido a las pocas horas por sus principales adversarios políticos, Leonel Fernández y Abel Martínez. Las elecciones dominicanas fueron un estimulante ejemplo de madurez cívica en un continente cruzado por la creciente fragilidad institucional, pero también premiaron una política decidida contra la inmigración; los esfuerzos para luchar contra la endémica corrupción y una política económica exitosa que permitió que el país creciera el año pasado un 2,4% y proyecte un 5,1% para este año. Para el cuatrienio que viene, Abinader tiene enormes desafíos en el campo social, además de sostener el ritmo de crecimiento.
Sin embargo, las elecciones dominicanas fueron ensombrecidas por el nada edificante espectáculo ofrecido esta semana por Argentina y España, bastante alejado de la diplomacia. Lo que vivimos no corresponde a política exterior alguna, sino a la farándula. Al crear esta crisis político-mediática los actores de la trama, Pedro Sánchez y Javier Milei, supieron dos cosas desde el principio: que no podían ir mucho más allá de un juego verbal, y que el espectáculo pirotécnico que protagonizaban debía rendir dividendos políticos internos.
Mientras escribo estas líneas, a España -que ya retiró “definitivamente” a su embajadora en Buenos Aires- le quedan tres cartuchos: declarar “persona non grata” al representante argentino, Roberto Bosch; iniciar una escalada de expulsiones de diplomáticos; y denegarle al presidente argentino cualquier tipo de cortesía como jefe de Estado cuando vuelva a pisar territorio español para recibir el Premio “Juan de Mariana”, el próximo 21 de junio. Hay una cuarta opción, que sería declarar “persona non grata” al propio Milei, pero eso es ir demasiado lejos, llegar casi a la ruptura de relaciones diplomáticas a base de exabruptos. Algo absurdo.
Si el Mandatario argentino se detiene aquí y no se siente “inspirado” a realizar más declaraciones ante el clamor de las masas o la presión de los medios, es bien probable que el incidente baje de intensidad, paulatinamente, especialmente después de las elecciones europeas del 9 de junio. Las posibilidades de que Sánchez realice nuevas afirmaciones contra Milei son limitadas. Ya ocupó la figura de un supuesto honor nacional mancillado por el argentino, para sacar provecho de cara a los comicios europeos y alcanzó su punto de mayor tensión sin un resultado apreciable. La atención en Madrid está puesta ahora en el reconocimiento de Palestina y sus secuelas, así como en mociones sobre el Sahara, aumento de los gastos de defensa, Gibraltar, violaciones de los derechos humanos en dictaduras latinoamericanas, las elecciones en Venezuela y la guerra en Ucrania. Es decir, cualquier nueva jugada respecto al “incidente” desafiará controles internos, los del propio PP, de la prensa y de la opinión pública.
Al otro lado del Atlántico, el presidente argentino es más impredecible ya que se convirtió en un fenómeno de masas a nivel mundial; atrajo la atención de la portada de Time e, ideológicamente, es un referente de la ortodoxia liberal. Cree sinceramente que debe jugar un papel global. Necesita para ello generar ruido permanentemente a través de las redes sociales, cámaras de televisión, entrevistas y esperpentos. Se añade a lo anterior que tiende a la hipérbole, a la desmesura, a la grandilocuencia (“soy el máximo exponente de la libertad a nivel mundial”, “donde yo voy genero un terremoto”). El desborde verbal y gestual es consustancial a su popularidad y funcional al ataque frontal al kirchnerismo, al socialismo, al globalismo de la ONU y sus diversas ramificaciones.
Sin embargo, Milei es inteligente y también sabe que para la opinión pública argentina todo tiene un límite. Más aún con España, país de origen de buena parte de los argentinos; donde vive casi medio millón de trasandinos; gran inversionista en el río de la Plata. En muchos sentidos, la península es también un referente de ideas y fuente de su propia cultura. No es seguro que Vox le acompañe a cualquier evento. Tampoco están los tiempos para jugar políticamente con la dicotomía nacionalista, binaria, al estilo “Braden (el embajador norteamericano en Buenos Aires en 1945) o Perón”, y la España de hoy no es equivalente a los Estados Unidos de la posguerra.
El incidente va a pasar, seguro, pero no debemos olvidar su origen, que está en la recurrente e indisimulada intervención de jefes de Estado o de gobierno en las elecciones o procesos políticos de nuestros países.
Para las elecciones trasandinas del 2023 el presidente del Gobierno español grabó un mensaje, ampliamente difundido por el gobierno argentino de entonces, invitando al pueblo a votar por Sergio Massa, el contendor de Milei que ofrecería, al decir de Sánchez, una “apuesta por la convivencia democrática, por la concordia, y un proyecto de unidad, de solidaridad, con oportunidades para todos y para todas”. Es decir, para Sánchez el entonces candidato libertario argentino, hoy día presidente de la Nación, representaba sólo antivalores. Agregaba el presidente español que “en un contexto global necesitamos fortalecer nuestras democracias, adoptar políticas que den respuesta a las necesidades de la gente, sobre todo a la gente más humilde y seguir por la senda de los avances sociales. Frente a la estridencia (Milei), Sergio Massa representa la tolerancia y el diálogo para construir eso, una Argentina con un desarrollo inclusivo que no deje a nadie atrás”. Concluía el video con la siguiente incitación: «Querido Sergio, te envío todo mi apoyo desde España y mis más sinceros deseos de éxito para las próximas elecciones del 19 de noviembre. Suerte y a ganar».
Si lo anterior no es intervención, ¿qué es? Al video de Sánchez se agregaron otros mensajes y descalificaciones hacia el candidato Milei por parte de miembros del gabinete español y de varios jefes de estado latinoamericanos. Los más obscenamente intervencionistas fueron los de AMLO y Gustavo Petro. Se hizo común identificar al candidato, finalmente triunfador, con el odio, el negacionismo, la xenofobia, el racismo, la misoginia, el fascismo, opuesto a la integración regional, comprometido con la venta de órganos, drogadicto, loco etc. Una vez triunfante, muchos no le felicitaron como dicta la cortesía, una sana convivencia civilizada y democrática, acorde con la confrontación de diversos puntos de vista. Entre los que se abstuvieron estuvo el español Sánchez.
A nosotros nos quedan pocos meses para emprender la vorágine electoral del 2025. De hecho, el próximo lunes 28 de octubre comenzarán a definirse posiciones y tendremos un panorama más claro sobre las fortalezas y debilidades de los distintos sectores políticos. Cuando empecemos la campaña en Chile, ojalá que a nadie se le ocurra ir a golpear las puertas de jefes de Estado o de gobierno extranjeros para que graben videos, o se pronuncien por redes sociales por tal o cual opción. El incidente protagonizado por Argentina y España esta vez pudo ser farsesco, teatral, un espectáculo, farándula pura que al final no benefició a nadie. Pero también pudo haber enquistado las posiciones y haberlas derivado hacia un incidente más grave. Lo único claro es que dejó la penosa impresión en el mundo entero de que, en países serios, líderes ambos en nuestro universo cultural, primó la mera emocionalidad, la afinidad ideológica y no la razón de estado.