Las medidas de EE.UU. y la respuesta de Cuba

Opinión
Havana Times, 06.10.2017
Pedro Campos S., diplomático (r) y columnista disidente cubano

Estados Unidos ha respondido a los supuestos ataques sónicos a su personal diplomático en la Habana, con la retirada del 60 % del mismo y ha pedido a los ciudadanos estadounidenses que se abstengan de viajar a Cuba dada esta situación. Como resultado de esa disminución del personal se ha suspendido indefinidamente el procesamiento de visados. La declaración agrega que esto será hasta tanto el gobierno cubano pueda garantizar la seguridad del personal de EE.UU. en Cuba.

El gobierno de La Habana ha reaccionado airadamente, porque considera que EE.UU. ha actuado precipitadamente y simplemente  ha utilizado como excusa hechos sin comprobar, para acabar de torcer el rumbo del proceso de normalización de relaciones iniciado con Obama, y complacer a “la mafia de Miami”.

La medida central que acaba de tomar el gobierno de EE.UU. tiene toda lógica, después de estar un año confrontando estos “ataques” y luego de sucesivos intercambios con la contraparte cubana. Lo menos que podía hacer EE.UU., en estas circunstancias, era tratar de garantizar la seguridad y vida de sus funcionarios, retirándolos. Incluso para algunos, la medida ha sido retardada y de haberse ejecutado anteriormente se hubieran evitado otros “ataques”.

La respuesta del gobierno cubano se sustenta en que no se ha podido demostrar que él tenga alguna responsabilidad directa, “olvidando” que los daños acústicos a los diplomáticos estadounidenses han ocurrido en suelo cubano y de acuerdo con la Convención de Viena, de la cual es subscritor, el gobierno receptor es responsable de la seguridad de los diplomáticos destacados en el país.

El gobierno de Castro dice que ha trabajado en la investigación de los hechos, incluso con la colaboración del FBI, pero que no han podido definir qué ha causado los ataques. La parte estadounidense no parece complacida pues las medidas del gobierno cubano parecen insuficientes y tardías.

Aunque algunos quieran presentar esto como un cuento de ciencia ficción y aunque no se encuentre el “arma homicida”,  las fechas en que ocurrieron los hechos, la caracterización de los objetivos atacados, el estudio de los horarios y lugares, podrían ser suficientes para encontrar algunas pistas, dado el alto nivel de control que la seguridad del estado cubano ejerce sobre sus objetivos de interés priorizado, entre los que no cabe duda están los diplomáticos de EEUU.

En fin, que con el control 24X24, usando todos los medios y métodos de la Contra Inteligencia sobre los diplomáticos estadounidenses, en un país bajo control absoluto de la Seguridad del Estado, no es creíble que La Habana “no sepa nada y el General esté desconcertado”.

En vez de insistir en  la colaboración estrecha con las autoridades estadounidenses, el gobierno del General Castro, en voz de su canciller ha optado por declarar que “no hay pruebas de los incidentes que estarían afectando a los funcionarios diplomáticos”, -como si la perdida de la audición no fuera prueba suficiente- dando espacio a la teoría de la conspiración siniestra de que se trata de un invento para que Trump pueda cumplir sus compromisos de campaña de desmontar la política de Obama.

Al poner en duda la existencia de los daños a los diplomáticos, el castrismo refuerza el curso de ruptura y arriesga un rumbo muy peligroso para la crisis, que pudiera derivar en acciones de respuesta  de magnitudes impredecibles.

Sin embargo, la teoría de la conspiración Trumpista no parece sostenible por tres razones fundamentales: el fenómeno comenzó con la Administración Obama; la inclusión de diplomáticos canadienses afectados involucraría al gobierno de Trudeau amigo de Cuba y finalmente quien boicoteó la normalización fue el castrismo desde aquellas reflexiones del caudillo aun vivo, “El hermano Obama”, porque la visita del Presidente de EEUU a La Habana puso en crisis todo el tinglado “revolucionario”.

Las medidas del gobierno de EEUU no llegan a eliminar la embajada, pero ponen las relaciones en un nivel peor a como estaban cuando lo que había era un Sección de Intereses. Afectan decididamente la política de contacto pueblo a pueblo, las visitas familiares, el turismo, así como el mercado paralelo que generan las “mulas”. El Gobierno se verá fuertemente afectado en sus entradas, pero también muchos emprendedores vinculados a ese movimiento de intercambio y las familias cubanas especialmente.

Estas medidas, acabadas de pasar el huracán Irma, se sienten mucho más en el seno del pueblo que en el grupo mandante del gobierno que, al fin de cuentas, no perdió nada con el ciclón y siempre le ha sacado provecho político a las medidas del embargo.

De nuevo el castrismo las “usará”, para culpar al “imperialismo” de sus desastres, lo que unido a la perenne desinformación a la que ha sido sometido el pueblo cubano durante más de medio siglo lleva a no pocos isleños a creerse el cuento, si bien es cierto que cada vez son menos los que todavía confían en el engendro “social-castrista”.

Pero en realidad, el único culpable de la deplorable situación del pueblo cubano es la dictadura de los hermanos Castro con su híper centralización y concentración de la propiedad y las ganancias alcanzadas por medio de la explotación estatal-asalariada. Igual, es responsable de que las relaciones entre EE.UU. y Cuba no se consoliden, porque solo le interesa la manera de sacarle plata al “imperio y la comunidad cubana”, sin dar pasos serios al libre intercambio de personas y capital y sin posibilitar una verdadera reunificación familiar.

Ante la incapacidad de las autoridades cubanas para dar una respuesta convincente a la parte estadounidense, el gobierno del General debería por lo menos  pedir la renuncia de los principales encargados de la seguridad de los diplomáticos extranjeros.

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