Malcolm Turnbull y la Australia del siglo XXI

Juan Francisco Salazar[1]

En septiembre recién pasado, el ex líder de la oposición y hasta entonces ministro de comunicaciones Malcolm Turnbull, derrotó en un cónclave interno por el liderazgo del Partido Liberal al primer ministro en ejercicio Tony Abbott por 54 votos a 44, transformándose así en el 29avo primer ministro australiano desde 1901.

Desde la elección del laborista Kevin Rudd en 2007, Australia ha tenido cinco jefes de gobierno, de los cuales solo dos (los mencionados Rudd del Partido Laborista y Abbott del Partido Liberal) fueron el resultado de elecciones federales.Tanto Julia Gillard (Partido Laborista) como Malcolm Turnbull (Partido Liberal) se transformaron en primeros ministros luego de vencer en votaciones internas de sus respectivos partidos. Con ello, se ha vivido en Australia en estos últimos años un resentimiento abierto entre los miembros de un mismo partido, con líderes y parlamentarios más interesados en ganar elecciones (en Australia son cada 3 años) que de gobernar el país. Recordemos al respecto que, en el sistema parlamentario australiano, al no haber elecciones directas, los votantes eligen a sus representantes al Parlamento. El líder del partido político que obtenga la mayoría es nombrado primer ministro, pudiendo el gobernante de turno ser depuesto por su partido si pierde la confianza del mismo.

Turnbull, periodista, abogado, banquero e inversionista de 61 años, tiene una nueva oportunidad de poner fin a esta puerta giratoria y desarrollar una visión estratégica para hacer frente a los desafíos que enfrenta Australia en el nuevo siglo. Pero la tarea no será nada fácil, porque pasa -principalmente- por las amarras desde su propio partido, dividido entre un ala conservadora y un ala más progresista. Para algunos observadores, Malcolm Turnbull ha sido desde el 2009 una especie de espada de Damócles colgando sobre Tony Abbott (cabeza del ala conservadora), ya que -como líder de la oposición- había perdido el liderazgo de su partido frente al mismo Abbott por solo un voto.

A Tony Abbott se le considera un fiero líder de la oposición, pero un débil primer ministro y no apto para los desafíos que Australia presenta en el siglo 21. Desde un principio, asumió como un político con valores ultraconservadores y erró al pensar que el electorado australiano buscaba ese tipo de líder. Abbott se presentó abierta y marcadamente como un dirigente profundamente cristiano, misógino, homofóbico y monárquico. Mantuvo una guerra contra el ambientalismo local y global, cerró las fronteras, y se opuso férreamente a una serie de reformas importantes conseguidas durante los gobiernos laboristas anteriores, incluyendo -por ejemplo- el impuesto a las emisiones de carbón, además de promover la inversión en energías no renovables y desincentivar la inversión en energías sustentables.

En menos de tres meses desde su elección, en cambio, Malcolm Turnbull tiene un nivel de apoyo ciudadano prácticamente nunca antes visto. Pero aún no está claro si este nivel de aprobación se traducirá en un voto de apoyo en las próximas elecciones programadas para principios del 2016. En efecto, el partido liberal no ha logrado con la elección de Turnbull superar sus profundas disensiones internas, a parte de las diferencias históricas con el Partido Nacional, de corte más conservador y de base rural, con el cual el Partido Liberal ha formado una coalición desde 1922. Por ello, el principal desafío para Turnbull ahora será mantener a raya a sus enemigos liberales internos.

En parte, tanto las suspicacias partidistas internas como el apoyo popular hacia Turnbull se relacionan con el hecho de que fuera secretario ejecutivo del Movimiento Republicano Australiano desde 1993 a 2000, trabajando codo a codo con el ex primer ministro laborista Paul Keating. Cuando éste movimiento fue derrotado en 2003, Turnbull entró a la política como miembro del parlamento (Cámara Baja) y, en 2007, fue nombrado ministro del Medio Ambiente en los últimos meses de la gestión de John Howard, a quien sucedió como jefe del Partido Liberal y líder de la oposición.

Turnbull es articulado y cauteloso. También su postura liberal en lo social y lo valórico lo hacen un líder atractivo para el votante de centro y de centro izquierda, incluyendo los votos más conservadores del laborismo y del Partido Verde. Pero estas mismas posturas son tratadas con recelo y cautela entre los conservadores más duros, al extremos que su propia carrera política estuvo a punto de terminar en 2009, luego de ser desbancado como líder de la oposición por Abbott.

Como abogado y hombre de negocios, ha sido bastante exitoso, y es ese estilo el que Turnbull pretende explotar para atraerse a los votantes laboristas que, si bien tienen puntos de vista sociales relativamente progresistas, lo ven como un mejor administrador económico.
Si el problema de Abbott es aparecer siempre como pasado de moda, a menudo la imagen de su correligionario Turnbull es estar más a la vanguardia. Desde sus tiempos como líder de la oposición al gobierno laborista de Rudd, Turnbull reconoció la importancia de la acción sobre el cambio climático y la necesidad de desarrollar una economía australiana en base a energías renovables. Tanto así que, uno de los últimos acuerdos bipartidistas entre gobierno y oposición, el régimen de comercio de emisiones, fue lo que movilizó al ala conservadora de los Liberales a suplantarlo por Abbott, cuyo partidarios son contrarios a la evidencia del cambio climático y se oponen a una reforma económica para hacerle frente.

Turnbull se ha mostrado partidario también de legislar sobre el matrimonio homosexual, cambiar hacia una política migratoria más abierta y éticamente responsable, así como a dialogar con las comunidades islámicas de Sydney y Melbourne, donde existe un creciente radicalismo principalmente entre jóvenes desafectados.

A pesar de sus valores sociales progresistas, Turnbull es relativamente "seco" en sus planteamientos económicos. En su momento, criticó fuertemente como excesivos los programas keynesianos del gobierno de Rudd para contrarrestar la crisis financiera global. Hoy, Turnbull sostiene que el gobierno debe desempeñar un papel relativamente mínimo, pero al mismo tiempo es partidario del un fuerte rol del estado en educación y en el desarrollo de infraestructura digital.

La primer gran prueba de fuego de Turnbull será la COP21 en París, tanto en términos de política exterior como de política interna. De hecho, la elección del 2007 en Australia se denominó la primera elección ambiental en el mundo, donde Rudd venció en gran medida a Howard por su postura de hacer frente al cambio climático, al cual denominó como el “gran desafío moral de nuestra era”. Mientras Turnbull viajaba a Paris para asistir a COP21, miles de australianos se manifestaban en las calles de las grandes ciudades para manifestar su disconformidad con la propuesta que el gobierno australiano llevó a París. Y es que pocos temas en Australia han sido tan politizados como el cambio climático. Sin duda, la importante movilización política en favor de la acción por el clima por Rudd en 2006-07, y en contra de ella por Abbott en 2009-13, afectaron a la opinión pública en todo el país.

Pero si París es un éxito, el primer ministro Malcolm Turnbull tendrá la oportunidad de promover una agenda legislativa en materia medioambiental y potencialmente a dibujar un nuevo escenario de apoyo público para construir el tipo de respuesta bipartidista para el cambio climático que buscaba cuando era oposición líder en 2008-09. El mayor obstáculo para tal resultado en este caso, como ya se ha dicho, no será la oposición laborista y verde sinoquelos miembros conservadores de su propio gobierno. Turnbull tendrá que mostrar astucia en soltarse de las amarras, ya que mientras la prensa de Canberra continúa su historia de amor con esta nuevo versión de Malcolm Turnbull, la mayor parte de las políticas de su predecesor aún están solidas en su lugar.

Turnbull tiene como objetivo llevar a la Coalición hacia un nuevo centro político y refundar sus raíces liberales tradicionales más progresistas en materias sociales, quizás de manera similar al estilo que ha impuesto el Primer Ministro John Key en Nueva Zelanda. Pero algunos analistas políticos también le refriegan que su historial de liderazgo es mediocre en el mejor de los casos. En su momento, Turnbull culpó John Howard de "romper el corazón" de los australianos en virtud de la campaña contra la república de Australia en el referéndum de 1999, pero muchos estiman que fue su propio liderazgo el que acabó por desarticular el Movimiento Republicano Australiano. Luego está el pequeño detalle de su desempeño como líder de la oposición entre 2008 y 2009, la que se caracterizó por una época de división al interior de su partido. El ex primer ministro laborista Paul Keating dijo en una ocasión sobre su compañero de viaje en el movimiento republicano: "Tú lo iluminas, hay un poco de efervescencia, pero luego no pasa nada - nada".

Durante la próxima década, Australia se verá profundamente afectada por la caída de los commodities y la crisis hipotecaria que se avecina. Pero, sin duda, Turnbull seguirá en la senda de la privatización, el libre comercio y la competencia abierta, que a la postre favorecen más a los grandes grupos económicos.

Está por verse si pasará a la historia como un primer ministro liberal de centro derecha que logró legislar sobre el matrimonio homosexual, el cambio climático, una política migratoria más justa y acorde a las crisis internacionales, y un acercamiento con las comunidades musulmanes australianas luego de la división creada por su antecesor en el partido (Abbott).

[1]  Antropólogo (U. de Chile), investigador y profesor de la Universidad de Western Sydney.-

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