Mare Nostrum

Columna
El Líbero, 07.10.2023
Fernando Schmidt Ariztía, embajador (r) y exsubsecretario de RREE

El pasado 16 de septiembre nos enfrentamos a Samoa en el Mundial de Rugby en Francia. Lamentablemente nos vencieron los isleños que, según el comentario de Sergio Stuart, editor del diario argentino Olé: “Mostraron buenas formaciones fijas, un pateador certero y algunas interesantes combinaciones…”. Gracias al rugby Samoa apareció fugazmente en nuestro radar. Sus casi 200.000 habitantes nunca han merecido nuestra atención, aunque son parientes de los pascuenses.

De igual forma, pasó totalmente desapercibida entre nosotros la II Cumbre entre los Estados Unidos y los países y territorios miembros del Foro de las Islas del Pacífico (FIP), entre los que se cuentan Samoa y la Polinesia Francesa, bajo cuya jurisdicción están las islas marquesas, tierra ancestral de RapaNui. La FIP es la principal entidad de concertación política y económica insular. Desde el 2021 Chile es “Socio de Diálogo” (dialogue partner) de la FIP, misma categoría que tienen los Estados Unidos, China, o la UE. Somos el único país sudamericano en esa condición gracias a nuestra geografía e historia en el Pacífico, pero también implica el apoyo al desarrollo de estos estados explicitado en la Estrategia 2050 del Pacífico Azul. Sin embargo, que se sepa, es poco y nada lo que hacemos al respecto, aparte del establecimiento de relaciones y la gobernanza oceánica.

La II Cumbre entre la FIP y EE. UU. ocurrió en Washington el pasado 25 y 26 de septiembre en la Casa Blanca, a un año de haberse celebrado la primera. Al encuentro asistió el presidente Biden así como los primeros ministros y presidentes de 17 estados del Pacífico y altos representantes de Australia y Nueva Zelanda. No acudieron a un nivel apropiado únicamente Islas Salomón (con los que China suscribió en julio un amplio acuerdo de cooperación con miras a establecer una asociación estratégica) y Vanuatu. Los norteamericanos se preocuparon de este enorme espacio insular durante la II Guerra Mundial, mucho antes de su independencia. Luego vino un prolongado letargo, con la excepción de tres países de Micronesia con los que tienen Tratados de Libre Asociación.

No es que estemos ahora frente a una inminente confrontación bélica, pero la reunión en Washington sugiere una política de contención en el Pacífico que apunta a China, coordinada con Australia y Nueva Zelanda, países que tienen una relación histórica y una activa presencia en estas heterogéneas naciones.

El Comunicado Final de la Cumbre recoge algunos puntos políticos y, sobre todo, la ampliación del “soft power” norteamericano en el Pacífico. Por ejemplo:

La condena transversal a Rusia por la invasión a Ucrania, así como la reafirmación de la soberanía e integridad territorial del país agredido.

La regularización de esta Cumbre entre Estados Unidos y el Pacífico insular cada dos años a partir de ahora. Para ello, se establece un nutrido calendario de reuniones abierto a los Socios para el Diálogo de la FIP (¿Chile?), y se abrirá en Washington este año la Oficina de un Enviado Especial del Foro.

Las partes acuerdan un abanico de cooperación en torno a la Estrategia 2050 del Pacífico Azul; la urgencia de actuar frente al cambio climático; la prevención ante desastres naturales (infraestructura resiliente, sistemas de alerta temprana, coordinación de respuestas en el Pacífico, almacenamiento de ayuda, establecimiento de un Fondo); la necesidad de regular pesquerías ilegales (manejo de espacios marítimos en general, acuerdo de subsidios pesqueros de la OMC); la no proliferación nuclear; la necesidad de mejorar la fragilidad de los estados en ciberseguridad, crimen transnacional, lavado de dinero, terrorismo.

Incremento de los intercambios culturales, de becas, entrenamientos, etc.

La estrategia norteamericana hacia el Pacífico se complementa con otros pasos dados recientemente, como la gestión para el reforzamiento de programas de ayuda a la región por US$ 7.200 millones, actualmente en negociación en el Congreso; o la participación del Presidente Biden y la Vicepresidenta Harris en las reuniones de líderes del FIP correspondientes al 2022 y 2023; o los viajes a la zona del Secretario de Estado Blinken y de altas autoridades de esa Secretaría; o la apertura este año de embajadas norteamericanas en Islas Salomón y Tonga, y el anuncio de otra misión diplomática en Kiribati para el 2024; o el establecimiento de relaciones diplomáticas con Islas Cook y Niue, estados asociados de Nueva Zelanda; o el despliegue en la mayor parte de los países del Pacífico de agencias norteamericanas como USAID y el Cuerpo de Paz.

Estados Unidos no está actuando en el Pacífico por motivos filantrópicos únicamente. El cambio climático, o la vulnerabilidad de los estados frente a la pesca depredadora, los desastres naturales y el incremento de las actividades criminales dan cobertura a una amplia gama de acciones políticas que en última instancia están dirigidas a consolidar el Pacífico como un Mare Nostrum y hacer frente a los avances chinos de décadas en este espacio.

Recuerdo que hace muchos años, al presentar credenciales como embajador de Chile en Papúa Nueva Guinea, desde Australia, me llamó la atención el tamaño de la futura embajada de la R.P. China en construcción, que ponía en ridículo la reducida misión norteamericana en Port Moresby, capital del país en el que más de 7 mil norteamericanos perdieron la vida durante la II Guerra Mundial.

Nosotros no somos parte de ninguna política de contención, pero sí somos un país del Pacífico. Sin embargo, nos falta demostrarlo con hechos tangibles más allá de los avances diplomáticos o un acertado activismo en temas oceánicos. No hay que ser tan ambiciosos en el diseño de políticas de cooperación. No tenemos energías para ello, pero tal vez sí que podemos aprovechar esta oportunidad y colaborar en alguna de las ideas que están sobre la mesa en el diálogo establecido entre el FIP y los Estados Unidos.

Tal vez una adecuada política hacia las islas del Pacífico puede abrirnos la puerta para conocer de primera mano las estrategias de Samoa para llegar a ser una potencia mundial del rugby.

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