Merkel y el arte de gobernar: lecciones para Latinoamérica

Columna
Chile B, 16.12 2015
Cristóbal Ruiz-Tagle, director de Estudios IdeaPaís

Ángela Merkel ha sido reconocida como el personaje del año 2015 por la prestigiosa revista Time. Un liderazgo femenino que, desde 2005, viene llamando la atención por su sólido modo de gobernar, por su enérgico liderazgo en la Unión Europea y por las alianzas que ha sabido cultivar para mantenerse en el poder.

Primera mujer en ostentar el cargo de canciller en la historia de Alemania y primera persona que llega a este cargo proveniente de la ex RDA desde la reunificación. Se ha caracterizado por ser una mujer con un temple que ha llevado a la prensa a compararla  con Margaret Thatcher, pese a la distancia de sus propuestas políticas. Se entiende que su carácter responde a una historia forjada en medio de la Alemania del este, lo que la llevó a desplegar especiales talentos que le son muy favorables a la hora de actuar en política.

Bautizada como “La canciller del mundo libre” por la revista Time, la máxima autoridad de Alemania es galardonada por el rol que ha tomado en la conducción de la crisis político-social que afecta a Grecia por su insolvencia económica, la tensión existente entre Ucrania y Rusia por la zona de Crimea y, recientemente, por la abertura de las fronteras a los inmigrantes que vienen escapando del oriente medio por la insostenible situación que viven.

Su gobierno se ha destacado por lograr plantear políticas económicas y sociales que favorecen la productividad, el crecimiento económico, la creación de trabajos, sin olvidar que se requiere un Estado presente, que deje su pretensión de observador, en un rol activamente solidario para garantizar mínimos de justicia social para todos.

Una mujer con visión y convicciones fuertes. Dispuesta a defender sus ideales en el espacio público al costo que sea, ejemplo de esto, es lo que observamos con el rechazo que ha disminuído su popularidad y que amenaza con ponerle fin a su carrera política producto de su posición favorable frente a los refugiados o anteriormente, por su persistencia en mantener a Grecia dentro de la Unión Europea.

Este estilo respetado en el gobernar contrasta profundamente con los liderazgos que tenemos en latinoamérica. La triada compuesta por las mandatarias de Chile, Argentina y Brasil prometía un liderazgo femenino, comparable al de Merkel, que iba a cambiar la forma de ejercer la política en latinoamérica con gobiernos cercanos, basados en una sólida seguridad social y con proyección de crecimiento y equidad. Habiendo pasado harta agua bajo el puente podemos ver que estos anhelos se quedaron solo en promesas.

Dilma Rousseff, por ejemplo, por una extensa crisis de corrupción ―halo que parece ser común en esta triada de poderosas latinoamericanas― presenta una inestabilidad política y una baja popularidad que la tienen enfrentada en un eventual juicio político que amenaza la continuidad de su gobierno. Lejanía, incertidumbre y desconfianza es lo que se ha sembrado en Brasil. Realidad similar es la que sufre la otrora popular e incombustible Michelle Bachelet, producto de políticas mal planteadas y casos de corrupción que le han llegado muy cerca.

Cristina Fernández, por su parte, luego de recibir una derrota por parte de la oposición ―hecho que demuestra que el despilfarro Kirchnerista cansó a los argentinos― mostró un indecoroso comportamiento que terminó con su gobierno por la vía judicial, con sospechosos y reservados gastos de última hora y sin su presencia en el cambio de mando para entregar el gobierno. Decencia y sentido republicano no son adjetivos que sirven para graficar lo que fueron los últimos días de la “señora K”, y adelantan un complejo escenario para el recién asumido presidente.

Los ejemplos para latinoamérica dan cuenta de que con el carisma y la popularidad no es posible lograr gobiernos que pasen a la historia por sus aportes. El “liderazgo carismático” se funda en cualidades que, por definición, son efímeras, volátiles y combustibles en función de la perspectiva ciudadana. En cambio, un liderazgo fundado en un proyecto político sólido, con un esfuerzo por realizarlo con generosidad, visión de largo plazo, grandeza y apertura por lo realmente humano, se trasforma en un factor determinante para empezar a construir un estilo de ejercer la política para ésta casi anémica actividad.

El personaje del año, sin duda, es un nombramiento que nos invita a reflexionar sobre la naturaleza del arte de gobernar y nos permite dilucidar, con un caso real y exitoso, cuáles son las características que deberíamos considerar a la hora de buscar a nuestras próximas autoridades. Cuando la política parece no poder caer más en su desprestigio, es un deber incursionar, al alero del ejemplo de Merkel, sobre la necesidad de tomar en serio la grandeza y dejar de lado los liderazgos de cartón.

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