No es la prisa, es el principio

Columna
El Mercurio, 22.07.2023
Heraldo Muñoz, excanciller de Chile (2014-18)
  • En la Cumbre Celac-Unión Europea que culminó hace algunos días, hubo un debate sobre si abordar o no, en la declaración final, y de qué manera, la invasión rusa de Ucrania y sus repercusiones globales.

Cuba, Nicaragua y Venezuela se oponían, Brasil dudaba, en tanto todos los países de la UE creían necesario hacer una inequívoca condena a la guerra contra Ucrania. Ante el estancamiento de la discusión, el presidente Gabriel Boric manifestó con vehemencia que se debía expresar con claridad que lo que sucede en Ucrania es “una guerra de agresión imperial inaceptable, en donde se viola el derecho internacional” por la parte invasora, “no por las dos partes”, agregando que era necesario mencionar en la declaración que estamos ante una guerra no “en” sino “contra” Ucrania.

El discurso de Boric, fundado en preceptos fundamentales del derecho internacional —como la inviolabilidad de las fronteras; la prohibición de la amenaza o el uso de la fuerza contra la integridad territorial, soberanía e independencia de los Estados; y la carencia de valor de las anexiones territoriales—, contribuyó a que la declaración final de la Cumbre expresara “una profunda preocupación con la guerra contra Ucrania”, en un párrafo tibio pero suficiente, al cual se unieron todos, con la sola oposición de Nicaragua.

Consultado el presidente Lula respecto a lo manifestado por el presidente Boric, respondió que se debía probablemente a la falta de costumbre del presidente chileno con este tipo de reuniones de alto nivel, a su juventud, y prisa, comentarios inusuales de un Presidente hacia otro entre países amigos. Pero, Boric no tuvo prisa y, en cambio, fue coherente con una postura de principios en la tradición nacional de apego al derecho internacional y respeto a la Carta de Naciones Unidas.

Lula está renovando su propósito de liderar América del Sur y tener un papel protagónico para Brasil en la política mundial. Sin embargo, pese a su reconocido talento político y experiencia de la edad y años de gobierno, los tiempos cambian y ha cometido tropiezos en política exterior.

Justamente una de las crisis ha sido por Ucrania. Previo a un viaje a China, Lula afirmó que EE.UU. debía “dejar de fomentar la guerra” y que “solo los que no defienden la guerra pueden crear una comisión de países por la paz” y discutir el fin del conflicto. Su pretendida creación de una especie de G20 de países por la paz no se cumplió, porque tanto EE.UU. como Ucrania no acogieron la propuesta brasileña.

Peor aún, Lula anteriormente había expresado que el presidente de Ucrania, Volodimir Zelenski, también es responsable de la guerra, y que debía ceder Crimea a Rusia para terminar con el conflicto, idea rechazada terminantemente por Kiev.

El llamado a que EE.UU. “pare de fomentar la guerra” fue objeto de una dura e inusual respuesta de la Casa Blanca que aseguró que “Brasil está repitiendo como loro la propaganda rusa y china, sin observar para nada los hechos”. Los medios brasileños cayeron en picada contra las declaraciones de Lula, denunciando una pérdida de neutralidad, impulso a una “diplomacia de riesgo”, y erosión de cualquier posibilidad de Brasil de ser un honest broker o mediador honesto para la paz en Ucrania.

Tras el revuelo causado, el presidente brasileño retrocedió y aclaró la política de su administración. En una ceremonia por la visita de Klaus Iohannis, el presidente de Rumania, país limítrofe de Ucrania, Lula expresó que su gobierno “condena la violación de la integridad territorial de Ucrania” y reiteró la necesidad de una solución negociada al conflicto.

Otra situación controvertida fue la actitud de Lula con Nicolas Maduro, durante la Cumbre de Brasilia de fines de mayo, al manifestar que la situación venezolana era una “narrativa construida” sobre “prejuicios”, lo cual le generó críticas en los medios brasileños, y en la comunidad internacional de derechos humanos. Lula apareció, nuevamente, como una suerte de mediador; en este caso de la reinserción regional del gobierno venezolano y de alguna modalidad de cambio de rumbo en ese país, para avanzar hacia la realización de elecciones libres y democráticas para que, en las palabras del presidente Lula, cambie la narrativa sobre Venezuela.

Boric discrepó públicamente de las aseveraciones de Lula, declarando que la situación de los DD.HH. en Venezuela: “No es una construcción narrativa, es una realidad, es seria y he tenido la oportunidad de verla en los ojos y en el dolor de cientos de miles de venezolanos que están en nuestra patria”, reafirmando así lo que ha manifestado antes al respecto. Pero también dio la bienvenida a Maduro en esa instancia de conversación multilateral, e hizo un llamado a deponer las sanciones económicas contra Caracas argumentando que estas terminan dañando al pueblo venezolano.

En Brasil se comenta que Lula demuestra más incomodidad con Boric, un aliado de la izquierda democrática, que con autoritarios como Maduro o Putin. Chile y Brasil tienen una relación estratégica, y ambos gobiernos pueden potenciarse mutuamente. Brasil es un actor global y Chile ha apoyado sus aspiraciones, como, por ejemplo, transformarse en miembro permanente del Consejo de Seguridad. Y Chile, como dijo otro presidente brasileño, es una “potencia conceptual” y un aliado cercano. Lo que Chile no puede hacer es renunciar a sus propios intereses, que incluyen como uno de sus pilares los principios del derecho internacional.

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