Nuevos rumbos en política exterior

Columna
El Líbero, 29.12.2017
Jorge Canelas U., embajador (r) y director de CEPERI

La Política Exterior rara vez aparece entre los temas de debate y ha estado históricamente excluida de la confrontación de ideas propia de toda campaña presidencial. Sin embargo, esta vez resultó insoslayable tratar asuntos internacionales, e incluso hubo un debate (el primero en su género) entre representantes de los candidatos sobre temas que interesan a una opinión pública que busca definiciones de los actores políticos respecto de ellos.

Sobran razones para la irrupción de esos temas en el debate político: No sólo estamos “inmersos” en un mundo globalizado; el desarrollo de Chile depende directamente de su relación con el resto del mundo, partiendo por el comercio exterior. Si a ello se agregan las complejas relaciones vecinales, gráficamente representadas por las demandas en curso ante la Corte Internacional de Justicia y los efectos que tienen las situaciones críticas de países de la región en nuestra propia realidad, los temas internacionales no podían permanecer ausentes.

Aún no se conoce con precisión el impacto que pudo tener el “factor externo” en el electorado. Pero lo que ha sido fácilmente perceptible es la alta sensibilización de la opinión pública chilena con la dramática situación en Venezuela. El tema fue erróneamente catalogado por la izquierda como una “campaña del terror” elaborada por partidarios de Sebastián Piñera, lo que no tiene asidero alguno. Lo cierto es que hay decenas de miles de venezolanos que, huyendo de los desastrosos resultados del “Socialismo del Siglo XXI”, vinieron a radicarse en Chile, transformándose en propagandistas espontáneos, al diseminar detalles de una realidad que repulsa a la mayoría de chilenos. Colaboró en esa tarea la complicidad activa de gran parte de la izquierda, incluyendo al propio candidato oficialista, quien, al utilizar en un discurso de campaña la consigna “¡Hasta la victoria, siempre!”, para luego negarse a definir al régimen de Nicolás Maduro como una dictadura, prefiriendo describirlo como “una democracia en crisis”, terminó validando el debate en torno a Venezuela, ya no como parte de una “campaña del terror”, sino como una legítima preocupación del electorado ante las posturas asumidas por el candidato del continuismo.

Durante los últimos cuatro años, se confiaron los asuntos de derechos humanos de la Cancillería a personeros del Partido Comunista, quienes, además, ejercieron una especie de “poder de veto” sobre las políticas hacia Cuba y Venezuela. Eso tuvo como consecuencia una demora inexplicable en adoptar una línea clara y explícita en defensa de la democracia y en demandar respeto por los derechos humanos en ese país. Por eso, Chile terminó adhiriendo tardíamente a los esfuerzos desarrollados por el secretario general de la OEA para intentar que el régimen de Maduro respete la Carta Democrática de esa organización y, más recientemente, al Grupo de Lima.

Afortunadamente, se pueden esperar cambios: el programa de gobierno de Sebastián Piñera otorga un valor prioritario, entre las definiciones de política exterior, a la defensa de la democracia y los derechos humanos, especialmente en lo que se refiere a los compromisos asumidos formalmente por los países de nuestra región en esas materias fundamentales. Debemos enfatizar que la defensa de la democracia y los derechos humanos forman parte de los principios básicos de la política exterior chilena desde hace décadas. Sin embargo, en el último tiempo no hubo voluntad política para hacerlos valer, debido a la influencia desmedida del Partido Comunista en el gobierno de la Nueva Mayoría.

En el ámbito de los organismos multilaterales, el programa del Presidente electo propone una necesaria evaluación, para luego priorizar el trabajo conjunto y la colaboración en las instancias y foros que garanticen eficiencia y constituyan un aporten efectivo a los objetivos del desarrollo.  El desembolso de ingentes cantidades de fondos desde las arcas fiscales hacia organismos internacionales, de manera creciente en los últimos años, hace indispensable una minuciosa auditoría, en especial cuando esos traspasos no forman parte de las contribuciones ordinarias y reglamentarias que corresponde hacer como Estado miembro a los respectivos organismos. Exigir eficiencia a la burocracia multilateral, ampliando la transparencia y aplicando austeridad en el uso de fondos, será un cambio muy bienvenido.

Entre las prioridades del nuevo gobierno se anticipa una profundización de la participación chilena en la Alianza del Pacífico, así como una especial preocupación por  los preparativos para APEC 2019, a desarrollarse en Chile con diversas reuniones ministeriales y encuentros empresariales, para finalizar con la Cumbre de líderes (jefes de Estado). Uno de los objetivos que busca el programa del Presidente electo es transformar los acuerdos de estos foros en mejores oportunidades y beneficios para el impulso de nuevos negocios, con énfasis en la proyección internacional de las pequeñas y medianas empresas. El cambio, en este caso, busca trasladar el foco de atención y por lo tanto, el protagonismo, desde la figura de la autoridad hacia los ciudadanos, usuarios y destinatarios finales de las políticas públicas.

Algo similar es lo que se buscará hacer en materia de comercio exterior. Continuando con la ampliación y profundización de los acuerdos de libre comercio, completar el proceso de ajustes al TPP ahora sin los Estados Unidos, hasta su aprobación en el Congreso y posterior implementación. La salida del Reino Unido de la Unión Europea implica negociar un nuevo acuerdo comercial bilateral, al tiempo de mantener la plena vigencia del TLC con los Estados Unidos, el cual aparentemente estaría a salvo de revisión por parte del país del Norte.

El programa de gobierno del Presidente Piñera, en su capítulo de política exterior, busca una estrecha sintonía con los objetivos nacionales prioritarios, tanto en lo político como en lo económico-comercial. El impulso coordinado y coherente del aparato institucional hacia el logro de esos objetivos prioritarios contempla ajustes y reformas en las entidades involucradas en apertura de mercados, captación de inversión extranjera y promoción de exportaciones, para mejorar la coordinación de acciones entre ellas. A modo de resumen y examinando tanto el área política como la económica del programa, podemos sostener que el principal cambio consistirá en hacer una gestión de política exterior basada en principios, no en ideologías, lo que de por sí constituye un avance significativo.

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