Blog Republica, 13.08.2019 Inocencio F. Arias, embajador (r) y columnista español
El caso del Open Arms puede tener un final como el del Aquarius. Los emigrantes recogidos en el serán acogidos en nuestro país o en algún otro. La presión psicológica, moral incluso, sobre nuestras conciencias, la repetición machacona de que no se puede dejar morir a unos seres humanos hará que por fin sean admitidos.
En principio no es criticable, todo lo contrario, las imágenes nos conmueven pero estamos en un círculo vicioso contraproducente y cerrar los ojos ante ello traerá consecuencias. Hay una serie de ONGs que se echan a la mar, presumimos con las mejores intenciones aunque para bastante gente es mucho presumir, buscando a personas que navegan en condiciones precarias, muy precarias. (Salvamento Marítimo, como le está encomendado, viene salvando así a miles de personas). Las ONGs, de su lado, te presentan entonces un hecho consumado y que se exhibe con buena ayuda mediática. Son, cuentan, decenas de personas que huyen de la guerra y la persecución y no podemos echarlos al mar. Somos humanos. España tiene que abrir las puertas.
La realidad, con todo, tiene matices. El primero es que la mayor parte de ellos no huyen de la guerra o la persecución religiosa. A esos las convenciones internacionales nos obligarían a abrirles las puertas. Pero no, la mayoria de ellos son personas que malviven en su país de origen y quieren acceder a una vida mejor. Algo respetable pero que nos nos obliga legalmente y sólo de forma parcial moralmente a recibirlos. No podemos acoger a todos los necesitados de Africa y del mundo.
En segundo lugar no se entiende por qué España estaría obligada a acogerlos y el resto de Europa no tanto. Esto no tiene ni pies de cabeza y el ministro Abalos tiene razón. Europa está dividida, muy dividida, muchos países no quieren admitir ni un refugiado, otros empiezan a restringirlos porque han tenido avalanchas y los del sur, Italia, Grecia y España sufren el embate.
Luego, también resulta raro que las ONGs, después de recoger a los desvalidos no intenten devolverlos al puerto de donde salieron. Es cierto que en ocasiones es un lugar peligroso, pero no siempre. Parece que el Open Arms podía haberlos llevado a Túnez pero, claro, no lo hizo. Prefirió traerlos a Europa y machacar nuestra conciencia.
Ahora, una vez acogidos, porque lo serán, habrá otro efecto llamada. Los bien intencionados que no tienen que lidiar con centros de acogida saturados, con millares de menores de edad que hay que mantener y educar dirán que lo del efecto llamada es un camelo. No lo es. El Aquarius hizo que se multiplicaran las llegadas.
El caso de los menores no acompañados es iluminador. No vienen, en su mayoría, de países en guerra. Muchos son de países en paz, sin persecuciones, cuyos padres han pensado: voy a ver como los meto en España y después, Dios, el estado español, proveerá.
Tendremos más barcos de ONGs piadosas o no tan piadosas que nos presentarán un ultimátum moral. Y la situación es la siguiente: España no puede ser cicatera acogiendo emigrantes, aunque buena parte de Europa lo sea. Además, necesitamos un buena cantidad anual. Ahora bien admitir, por razones humanitarias, a cualquiera que llega a la puerta es irrealizable, una locura.
Hay millones esperando.
Ni la puerta cerrada a cal y canto ni abierta totalmente. Entreabierta cuando lo diga el gobierno y no voces o instituciones ajenas.