Dos visiones sobre Paul Preston, historiador

Paul Preston: 'Franco es comparable con Hitler'

Entrevista [Paul Preston, historiador británico]
El Mundo, 09.11.2015
Carlos Fresneda
  •  'Dudo que haya independencia para Cataluña... Bastante lío tengo para leer el pasado como para aventurar el futuro'
  • 'Felipe (el rey) lo está haciendo con gran profesionalidad. Pero no tiene el mismo mérito que Juan Carlos'

Paul Preston aterrizó en España, más o menos, cuando el hombre llegó a la Luna. Su primera toma de contacto con el franquismo le dejó perplejo: tanto por los olores de la posguerra que aún se respiraban como por los "moratones" en carne ajena que poco después (mayo de 1973) le permitieron constatar el lado más represivo de la que ya entonces se conocía como "la Dictablanda".

Cuarenta años después de los cuarenta años, y en vísperas del 20-N, el historiador británico considera que ha llegado el momento de rebatir los mitos y poner al "Generalísimo" en su sitio: en el podio de los dictadores más crueles de Europa, a la sombra de Hitler y por delante de Mussolini. El hispanista de Liverpool vuelve estos días a la palestra con la tercera edición de Franco, caudillo de España (Debate), al tiempo que prepara su visión compacta del siglo XX español con un hilo conductor rabiosamente actual: la incompetencia y la corrupción de los políticos.

¿Dónde estaba usted cuando murió Franco?

Lo recuerdo muy bien. En el año 75 estaba más o menos al comienzo de mi carrera. Había terminado mi tesis doctoral, había pasado unos años en la España franquista y me incorporé a la Universidad Queen Mary. Llevaba unos años colaborando con los medios: España estaba constantemente en las noticias y se esperaba con ansiedad qué podría ocurrir tras la muerte de Franco; se temía que pudiera haber otra guerra civil. Me avisaron de la BBC (la noticia la retrasaron algo más en España). Me fui a la cama a las cinco de la madrugada, me acuerdo de la hora.

¿Si le llaman "antifranquista", se lo toma como una ofensa o como un halago?

Yo soy antifranquista, no me cuesta reconocerlo. Igual que digo que estaba a favor de la República y que durante la Guerra Civil sería negrinista. Y juancarlista durante la Transición. Yo he reconocido lo bueno y lo malo de ambos lados, pero esto no quiere decir que tenga que prescindir de mi propia ética. Procuro en todo caso ser honesto y riguroso con la investigación. Mi libro sobre Franco tiene más de 1.000 páginas y 100 de ellas son de notas bibliográficas, para quien quiera acudir a las fuentes.

Cuarenta años después de los cuarenta años, ¿hemos hecho los españoles las paces con la Guerra Civil?

Yo creo que hay muchas heridas abiertas todavía. Ni el paso del tiempo ni lo que se supone que tendría que haber hecho la democracia han sido suficientes. Y entre los historiadores sigue habiendo muy mala leche. Se sigue luchando la Guerra Civil en papel. Es casi imposible el debate. Las polémicas, sobre todo las que provienen de la derecha, acaban siempre en el insulto personal. A mí me han llamado bufón, imbécil, mentiroso, muchas cosas... No, las heridas de la Guerra Civil no han cicatrizado: el tono crispado de la historiografía es algo que me desespera.

Y díganos, a la hora de las comparaciones con otros dictadores de su época, ¿qué lugar ocuparía el caudillo?

Creo que, como dictador, Franco queda muy por arriba de Mussolini, quien no llegó al poder a base de matar a tantos miles de sus conciudadanos. La comparación con Hitler es más complicada porque éste operaba sobre un terreno colosal, después de haber conquistado la inmensa mayoría de la Europa continental. También fue responsable de millones de muertos a base de operaciones bélicas irresponsables (tampoco fue este el caso con Franco). De todas formas, creo que si comparamos lo comparable, es decir, Hitler de 1933 a 1940 y Franco de 1936 a 1943, o sea, dejando de lado lo que pasó durante la Segunda Guerra Mundial fuera de Alemania, yo diría que en el tratamiento de sus conciudadanos Francisco Franco es comparable con Adolf Hitler.

¿Cómo fue la relación de Franco con Hitler y hasta qué punto la neutralidad de España pertenece a la mitología?

En esta tercera edición de la biografía demuestro con más pruebas que Franco quiso colaborar con el Eje. Y que lo hizo en la medida de lo posible: permitiendo que hubiera bases alemanas, colaborando estrechamente con la Gestapo, suministrando minerales estratégicos y alimentos a Alemania. El mito de la neutralidad es algo que se creó después para congraciarse con los vencedores. Lo mismo que hizo con la supuesta salvación de los judíos. En el libro dedico un nuevo capítulo al antisemitismo de Franco, a su convencimiento de que existía realmente una conspiración judeo-masónica-bolchevique. La verdad es que el Caudillo hizo muy poco por ayudar incluso a los judíos sefardíes, aunque, con el tiempo, intentara congraciarse con las organizaciones judías propagando ese mito.

El lado claro

¿Por qué Franco sigue rodeado a estas alturas por esa aura de enigma y misterio?

Es verdad que se trata de una figura elusiva. Por un lado están sus hazañas, que resultan evidentes: estamos ante un militar que asciende rapidísimamente en el Ejército, que logra aunar el esfuerzo bélico de los militares que van a la guerra y después aguanta casi 40 años de dictadura sin apenas oposición. El lado claro de Franco está ahí: es un hombre con una ambición tremenda, que tiene ciertas capacidades y que no conoce el miedo... (aunque para mí esa cualidad es más bien un defecto: a una persona que no conoce el miedo es que le falta algo). Pero luego, en su vida, hay detalles de una mediocridad tremenda. Si seguimos los diarios de su primo, que apuntaba todo y que consideraba al Caudillo como un genio, descubrimos cosas tan absurdas como el hecho de contratar a un alquimista para convertir el plomo en oro y acabar así con los problemas de España. ¿Cómo es posible que un hombre de un realismo y una crueldad tan grandes pudiera creer en cosas así y tuviera tal grado de incultura y de falta de imaginación? Ese es para mí el enigma. Y la única manera de descifrarlo es por la psicología, pero yo no soy psicólogo.

Usted habla también de la dimensión de Franco como propagandista, de su capacidad para "reinventar" su propio personaje...

Franco se pasó toda la vida poniéndose máscaras. Tras su ascenso en el Ejército fue el Héroe del Rif; por su éxito en la Guerra Civil se le presentó como El Cid del siglo XX. En la Segunda Guerra Mundial se vio a sí mismo como un Felipe II. Cuando se derrumbaron sus esperanzas y empezó el «asedio nacional» fue el Capitán de Numancia. Con la ayuda americana y la recuperación económica se convirtió en el padre de los españoles, y la máscara final fue la del abuelo de su pueblo.

¿Y esa resistencia a considerarse a sí mismo como dictador?

Yo creo que siempre hubo una falsedad de fondo en esas declaraciones. Él mismo decía que considerarle dictador era una "puerilidad". Pero llamemos a las cosas por su nombre: la suya fue una dictadura sangrienta y cruel. Durante casi 40 años, los españoles pasaron por un lavado de cerebro nacional. Su régimen fue la institucionalización de la victoria.

Inversión de terror

Usted rebate también el mito de Franco como "estratega". ¿Por qué ganó la guerra pues?

Porque las democracias no ayudaron a la República. Franco sacó provecho de la ayuda silenciosa del Gobierno británico, y contó con el respaldo alemán e italiano, y eso sin contar con la división constante y las luchas internas en la República. Yo no creo que el genio militar de Franco esté a la altura del de Napoleón. Pero hay que reconocer que ganó la guerra que él quiso, y dilató tanto el final como una inversión de terror, para que el Régimen durara más tiempo.

¿Qué nos dice de sus dudas durante la fase de conspiración del Alzamiento?

Es cierto que tenía grandes dudas, y su mujer Carmen influyó mucho. Él no quiso comprometerse sin tener cierta seguridad: en el libro cuento sus intentos de buscar un escaño en las Cortes por Cuenca, para estar a buen seguro. Como decía Sanjurjo: "Franquito es un cuquito que va a lo suyito".

¿Y las muertes de Mola y Sanjurjo? ¿Conspiración o carambola?

Franco gozaba de buena suerte. Al igual que con los entrenadores de fútbol, hay generales con suerte y sin ella. Yo creo que Sanjurjo, si hubiera sobrevivido, no habría aguantado mucho tiempo al mando. Y Mola no creo que fuese una amenaza. La muerte más sospechosa es la del general Balmes, que posibilita el salto de Franco desde Canarias. Ahí sí que puede haber trazas de asesinato deliberado, como demostró Ángel Viñas en su libro La conspiración del general Franco.

Decía Pemán que Franco era "el hombre que mejor callaba de España". Usted ahonda también en el carácter esencialmente gallego del Generalísimo...

Con el tiempo le he quitado miga a esa influencia. Creo que en su carácter influye más la relación con el padre o su ingreso en el Ejército. La cautela es algo que le define de principio a fin.

Sin traición

¿Franco creyó dejarlo todo "atado y bien atado"?

Hay gente que todavía piensa que Franco había vislumbrado la transición a la democracia. Pero en sus últimos años, incluso cuando allegados suyos cuestionaban a Juan Carlos, él confiaba en que continuaría con el Régimen. El famoso «atado y bien atado» quería decir que Juan Carlos estaba atado por las instituciones y los juramentos. Uno de los grandes méritos del Rey fue tranquilizar a las fuerzas armadas durante un periodo peligroso y, sin traicionar directamente a Franco, con la ayuda de Torcuato Fernández-Miranda, ir navegando por los juramentos y leyes fundamentales.

¿Sigue siendo usted juancarlista a pesar de todo?

Tengo un gran aprecio por su papel durante la Transición. Me gustaría poder volverme a ver a solas con él para redondear su biografía.

¿Qué tal lo está haciendo su hijo?

Felipe lo está haciendo con gran profesionalidad: había sido muy bien entrenado para sus responsabilidades. Pero no tiene el mismo mérito que Juan Carlos, que al fin y al cabo tuvo que inventarse una monarquía y hacerla popular.

¿La corrupción es el último vestigio del franquismo?

El Régimen de Franco institucionalizó el pillaje. La corrupción era la manera que tenía Franco de controlar a sus allegados y perpetuar su Régimen. Pero hay que decir que la corrupción no llegó a España con Franco, sino que arranca como mínimo en el siglo XIX. Y ahora sabemos que no sólo ha sido eso, sino que la cosa ha ido a peor, bastante peor. Por un lado, los corruptos de la dictadura quisieron seguir con sus privilegios. Por otro, la gente de izquierda debió de pensar «ahora nos toca a nosotros». En mi próximo libro haré una interpretación del siglo XX de España en la clave de la incompetencia y la corrupción de los políticos.

¿Las elecciones del 20-D pondrán el punto final a la Transición al cabo de 40 años y un mes?

Yo pienso que la Transición como tal acabó con las elecciones del 82 y el ascenso del Felipe González. En todo caso, lo que puede acabar este año es la post-Transición corrupta. Aunque a mi edad soy bastante cínico y escéptico: habrá que esperar. Si Rajoy resulta derrotado, tampoco va a haber presumiblemente un triunfo del PSOE ni de ninguna otra fuerza. Vamos a terminar con una coalición de algún tipo, con la ayuda de Ciudadanos o de Podemos. Y no sé hasta qué punto esta coalición estará en condiciones de cambiar las cosas.

¿Qué ocurrirá con Cataluña?

Los catalanes tienen el derecho a expresar su opinión. Pero como no ha habido ni probablemente habrá un referéndum legal, nos vamos a enfrentar a un gran problema logístico, sobre todo contando con la oposición del resto de España y sabiendo que la Unión Europea no hará nada para facilitarlo. Dudo que haya independencia para Cataluña, pero bastantes problemas tengo para interpretar el pasado como para aventurar el futuro.

El fraude 'histórico' de Paul Preston

Columna
El Confidencial, 09.11.2015
Roberto Centeno

Tenemos ante nuestros ojos una España arruinada por la mayor deuda de su historia, dividida por la dejación criminal del presidente del Gobierno y del monarca, que han dejado pudrirse hasta el límite un golpe de Estado, con la mayor tasa de paro juvenil del mundo desarrollado y los que consiguen empleo con salarios que no permiten salir de la pobreza, con la más injusta distribución de la renta y la riqueza de Europa, y “donde los bancos controlan desde el Constitucional hasta los hospitales”, según Luis Garicano, coordinador del programa económico de C's. Que un demagogo propagandista como Paul Preston, que se denomina a sí mismo historiador cuando no es más que un manipulador que utiliza los hechos a su antojo y realiza afirmaciones sin prueba alguna que las sustente, analice así ciertos episodios es algo que resulta pura y sencillamente repugnante.

Su último 'remake' alimenticio de la biografía de Franco es un insulto a la inteligencia y al rigor histórico. Como señala el más prestigioso historiador inglés de las guerras del siglo XX, Antony Beevor, en su obra 'La guerra civil española' (Critica, 2015), “la guerra civil española es la única excepción al hecho de que la historia la escriben los vencedores, en este caso la han escrito los vencidos”. Preston es un propagandista entusiasta aunque nada desinteresado de los vencidos, a quienes solo su “autodestrucción compulsiva y odio mutuo mayor que el que profesaban a Franco” y “la desastrosa conducción de la guerra que llevaron a cabo los comandantes comunistas y sus consejeros soviéticos” les llevaría a perder la guerra, algo que magistralmente documenta y describe.

Beevor termina su obra con una pregunta clave. ¿Qué habría ocurrido en caso de una victoria republicana? “Con un gobierno autoritario de izquierdas o abiertamente comunista, España habría quedado reducida a un Estado similar al de las repúblicas populares centroeuropeas y balcánicas hasta después de 1989”. Aunque esto a Preston le trae al pairo, ha encontrado en el odio a Franco un modo de vida especialmente lucrativo, no tanto por la venta de libros más bien escasa sino por las numerosísimas conferencias que los gobiernos de izquierdas y los separatistas le pagan con enorme generosidad. Negocio que ahora extiende a la defensa del separatismo catalán, que presumiblemente paga mejor.

No vale la pena molestarse en refutar las patrañas de Preston, pero para desmontar las grandes mentiras de la 'memoria histórica' del indigente mental Rodríguez Zapatero retomadas ahora por los perroflautas, resulta adecuado utilizar cuatro grandes descalificaciones que aparecen en una hagiografía de Preston publicada aquí el pasado miércoles. La primera: que “Franco (no) ganó la guerra con estrategias dignas de Napoleón”. Ninguna historia seria, empezando por la obra cumbre de Salas Larrazábal y terminando por el modesto Pío Moa, a quien la izquierda quiere encarcelar y quemar sus libros, ha comparado jamás a Franco con Napoleón. Solo el sectario Preston le degrada a “buen jefe de batallón”.

Franco no era Napoleón, pero jamás perdió una batalla. Su conducción de la guerra fue deliberadamente lenta, en razón a consolidar su liderazgo primero (renuncia al asalto directo a Madrid en septiembre de 1936 y desvío para liberar El Alcázar, “la defensa más heroica de Occidente”, en palabras de Henry Kissinger, el mítico secretario de Estado norteamericano), lo que le permitió pasar de 'primus inter pares' entre los generales alzados a la jefatura suprema del Estado. Y a reducir al máximo las destrucciones después, como explicó al embajador italiano Roberto Cantalupo, que lo relata en su libro 'Embajada en España' (Caralt, 1951). Las destrucciones en España fueron mínimas -40 de 50 capitales no sufrieron daño alguno y el resto, excepto Teruel y Oviedo (ambas por la República), escaso-, las comunicaciones sufrieron daños pero las instalaciones industriales y agrarias no.

La principal crítica fue su conducción de la batalla del Ebro, la mayor de toda la guerra. En contra de la opinión de sus generales, Franco se negó a lanzar una ofensiva desde Lérida y ocupar Cataluña dejando cercado al grueso del ejército de la República que había cruzado el Ebro. No lo hizo por una razón contundente: el temor a provocar un ataque francés (poco probable pero no imposible) por el que clamaban muchos miembros del Gobierno del Frente Popular en París, en cuyo caso se hubiera encontrado en una trampa mortal con Francia atacando desde el norte y el ejército del Ebro desde el sur. Prefirió destruir al último gran ejército de la República para después ocupar Cataluña sin oposición y llegar a la frontera francesa sabiendo que sin nadie a sus espaldas el Gobierno francés tendría que estar loco para atacarle.

“Que durante la segunda guerra mundial, Franco salvó a España al resistir valientemente las exigencias de Hitler para que entrara en el conflicto”. ¡Pues claro que salvó a España de entrar en la guerra! ¿Quién si no? Este tema está ampliamente documentado y zanjado por los historiadores. Franco no resistió “valientemente” sino ganando tiempo con la habilidad y sangre fría que le caracterizaban, ante 160 divisiones alemanas de élite en los Pirineos, y solo la suerte -la 'baraka' que le atribuían los moros- le salvó (nos salvó) por la mínima. Como demuestra Luis Suárez, un historiador con mayúsculas, en su reciente libro 'Franco y el III Reich' (La Esfera de los Libros, 2015), la orden de invasión estaba firmada y solo la intervención en los Balcanes para ayudar a Mussolini evitó el ataque. Franco salvaría además a 45.000 judíos, algo que no hizo ningún otro país.

Lo hizo no dejándose intimidar (“al otro lado de los Pirineos hay un millón de bayonetas”, diría), pidiendo la luna y diciendo que sí, que por supuesto se sumaría a la guerra cuando estuviera preparado (sic), pero exigiendo talescompensaciones territoriales (casi todo el imperio colonial francés del Norte de África) y materiales (trigo, petróleo, armás, etc), que Hitler no podía dar ni de lejos. Tan claro lo tenía, que en su entrevista con Mussolini en Bordhiguera desaconsejó a este su alianza con Alemania. Pero no solo Alemania, impidió también con la misma habilidad la ocupación de las Canarias por Inglaterra. Solo los demagogos propagandistas como Preston o Viñas mantienen esta y otras patrañas inauditas, ya que es mucho más rentable con izquierdistas, separatistas y perroflautas con acceso al presupuesto.

“Franco (no) es el arquitecto del milagro económico de los años sesenta”. ¡Realmente grandioso!. O sea, que Franco, cabeza del régimen autoritario -el régimen fue 'autoritario' no 'dictatorial', algo que está zanjado también desde hace años por historiadores y sociólogos-, permite poner en marcha un Plan de Estabilización en 1959 que supone un giro político y económico de 180º con la liberalización interna y exterior, con una estructura y un sistema económico extraordinariamente gestionados que dan lugar a la “gran era de crecimiento de España”, en palabras de mi maestro y mejor economista de la segunda mitad del siglo XX Enrique Fuentes Quintana, y Franco ni se entera. Es el colmo del despropósito.

“La economía siempre es economía política, y la política económica que orienta la vida económica del país es parte siempre de la política general”, según apuntó Fuentes Quintana. Franco sabía de economía lo que Rajoy y ZP; o sea, cero. Pero tenía el buen sentido de encargar el tema a quienes sí sabían y no al hatajo de ignorantes de la última década, que más parecen sacados de una escombrera. Pero sobre todo, y esa es la diferencia esencial, el único objetivo de Franco era el crecimiento y la creación de una poderosa clase media que evitara para siempre cualquier conflicto civil. Todo lo contrario que laoligarquía nacida en la infausta Transición, cuyo objetivo es elenriquecimiento personal y el poder como sea, no para mejorar España sino para consolidar y enchufar a dos millones de familiares y amigos, el cáncer que está devorando España y destruyendo a la clase media.

Franco, aconsejado por Carrero, eligió a los competentes López Rodó, Ullastres y Navarro Rubio para dirigir la economía, que a su vez se rodearon de los mejores profesionales con total independencia de su credo político. Sardá, de ERC, y Fuentes Quintana fueron los autores del Plan de Estabilización. Cuando uno los compara con la basura de los Solbes, Montilla, Salgado, Sebastián, Álvarez, Pepiño, Chacón (que nombró JEMAD a un perroflauta para quien la política debe estar por encima de la ley) o los caraduras e ineptos Guindos, Soria, Mato, Báñez, Pastor (¡que ha llevado el AVE a su pueblo, Zamora! ¡Si será por dinero!), a uno le entran ganas de llorar. Fuentes me contaría entristecido cómo en los sesenta les dejaron gestionar la economía sin interferencia alguna. En 1977, los 'demócratas' le llamaron a gritos para solucionar el desastre que habían organizado, y nada más arreglarlo con los Pactos de La Moncloa, fueron a lo suyo (enriquecerse) y tuvo que dimitir.

En 1975, después de 15 años de crecimiento anual acumulativo en el entorno del 7%, a España no la conocía como diría Guerra “ni la madre que la parió”. De nación subdesarrollada en 1959 a octava potencia económica del mundo. De una renta per cápita igual al 59% de la media de los países centrales de la UE (CEE-9), a un 81,4%, que 40 años después la oligarquía política ha reducido al 73,2%. "En solo 15 años consiguen un aumento de la renta per cápita muy superior al de los 100 años anteriores", según el Banco de España; un logro único en Europa, y Preston ni lo menciona. Esto es lo que despectivamente llaman la izquierda y los ineptos y cobardes de la derecha, culpables ambos del desastre actual, “desarrollismo". ¡Pues a ver si dejáis de robar y traéis un poco de desarrollismo, que buena falta nos hace!

Y por último, el otro mito es que “Franco previó y fomentó la transición a la democracia”. Pues no, porque Franco creía (y acertó de pleno) que un sistema que temía oligárquico de partidos, hundiría todo lo que el pueblo español había conseguido levantar con sangre, sudor y lágrimas. Y sí, porque tenía la cabeza muy clara y sabía que la única alternativa a su muerte era una democracia. Hay dos hechos esenciales que lo prueban y que Preston ignora, como todo lo que no avale su rentable odio a Franco: el primero contado por el rey Juan Carlos y el segundo por Suárez. Juan Carlos le pidió un día consejo sobre cómo gobernar España y Franco le respondió: “En eso no puedo ayudaros, alteza, porque vos sois muy diferente a mí y porque el mundo actual nada tiene que ver con el que yo conocí, así que gobernad según vuestro mejor criterio, pero sobre todo mantened la unidad de España”.

A Suárez, siendo secretario general del Movimiento, un día Franco le pregunta: “Oiga, Suárez, me dicen que usted cree firmemente que a mi muerte solo será posible la democracia, ¿es cierto?". "Así es, excelencia. Y no es que lo crea, es que no existe otra alternativa”, respondió. Franco guardó silencio unos momentos y luego dijo: “Es también lo que pienso y crea que he meditado mucho sobre ello, pero bueno, si ha de ser así, al menos procuren ustedes que ganen los nuestros”. Esto me lo relató personalmente Fernando Abril, el hombre que mejor podía saberlo. Franco nunca creyó en la democracia, pero era un pragmático que no se dejaba llevar por ensoñaciones y sabía que en un mundo de democracias otra forma de gobierno era imposible. Que los golfos de la Transición afirmen que ellos trajeron la democracia, es un insulto a los españoles.

Por cierto, Preston ha donado parte de sus archivos a los separatistas catalanes, el nuevo objeto de su devoción, que los han depositado en el Monasterio de Poblet como si fueran textos sagrados (!!!!). Desconozco si a cambio de un generoso pago, pues como me explica mi gran amigo César Vidal desde su exilio, “es muy habitual entre ciertos autores entregar los libros y documentos que estorban o ya no caben en casa a una institución pública a cambio de una generosa contraprestación económica con cargo al presupuesto”.

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