Populismo latinoamericano (II): Ideologización de las Cancillerías

Juan Salazar Sparks[1]

Una de las consecuencias más claras del populismo latinoamericano (en cualquiera de sus variantes) es el debilitamiento de las instituciones, que son reemplazadas por un régimen de "democracia directa". Ello, porque su objetivo central es el afianzamiento del líder con respecto a toda otra base de poder y de legitimidad en el país. Ese ya fue el caso de regímenes totalitarios en el mundo (Hitler, Mussolini, Stalin), o bien, el de los populismos latinoamericanos (los Vargas, Cárdenas, Perón, Torrijos, Chávez, Correa, y ambos Kirchner). Una de las instituciones típicamente cooptadas por el discurso del "caudillo" y el apetito clientelista del populismo son los ministerios de relaciones exteriores. No es que las Cancillerías sean servicios de mucho poder burocrático, sino que su mayor atractivo estriba en ser empleados como instrumentos de propaganda político-ideológica en el exterior (Ejs.: exportar la Revolución Cubana o legitimar el pensamiento bolivariano).

Nos proponemos relatar, a continuación, el fenómeno que se ha estado dando con respecto a tres casos paradigmáticos: Venezuela, Ecuador y Argentina.

"Chavización" de la Cancillería venezolana.-

A su llegada a la presidencia de Venezuela en 1999, Hugo Chávez dio a entender que mantendría un servicio diplomático basado en los méritos profesionales. Tal como lo hiciera antes Hitler (1933), el ex militar golpista venezolano obró -al principio- con cautela hasta no afianzarse bien en el poder. Al correr de los años, sin embargo, el chavismo emprendió una embestida contra todos los poderes del Estado (Ejecutivo, Legislativo y Judicial). En el caso de la Cancillería, el nuevo gobierno se encargó de eliminar todo atisbo de carrera funcionaria: terminó con el cupo de jefes de misión nombrados por el presidente; dejó de convocar concursos para el ingreso al servicio diplomático; mantuvo sin ascensos a quienes habían ingresado antes del chavismo a la carrera; y jubiló de manera forzada a un buen número de profesionales.

Sin ser el mejor un modelo de profesionalización diplomática en América Latina (posición disputada tal vez por Itamaraty, Torre Tagle y San Martín), el servicio exterior venezolano tenía su historia y sus diplomáticos eran representativos de la democracia venezolana de entonces. Pero la "Revolución Bolivariana para un Socialismo del Siglo XXI" se propuso emprender la "desprofesionalización de la diplomacia venezolana, junto con la ideologización, militarización y el nepotismo" de la Cancillería en cuestion, según Milos Alcalay, un diplomático de carrera venezolano que fuera embajador en Brasil y representante permanente en Naciones Unidas hasta 2004, cuando rompió con el chavismo.

Hoy, las estadísticas son bien elocuentes, ya que sólo 70 de los 800 venezolanos que trabajan en las embajadas y consulados alrededor del mundo han cursado la carrera diplomática. Si bien era habitual que los presidentes nombrasen como embajadores a algunas personas de su confianza sin formación diplomática, ahora en Venezuela (Chávez y Maduro) la proporción entre profesionales y políticos en el servicio diplomático está especialmente desequilibrada. Tanto es así que en algunas embajadas venezolanas no hay siquiera un solo diplomático de carrera.

En otros países latinoamericanos (Chile inclusive), un proporción importante de embajadores son nombramientos políticos, pero en el caso venezolano lo más grave es que -incluso en los cargos intermedios de la Cancillería caraqueña- la inmensa mayoría está en manos de funcionarios no profesionales, con lo cual se pierde la continuidad y la memoria histórica diplomática del país. La llegada de tantas personas ajenas al servicio exterior por un proceso de ideologización, ha obligado al ministerio a crear "cursos exprés para diplomáticos bolivarianos", porque el fin último no es tener excelentes diplomáticos sino militantes leales a la causa bolivariana. En seminarios de corta duración (entre un par de semanas y hasta pocos meses), la idea es que los "políticos" adquieran nociones básicas de protocolo, asuntos consulares e historia de Venezuela, cursos relámpago que contrastan con los seis años que -en promedio- debían estudiar los aspirantes a la carrera diplomática.

Los nombramientos del gobierno venezolano en el exterior muestran, en general, la alta proporción de funcionarios en destinos claves para Venezuela por el mero hecho de ser parientes de las autoridades (nepotismo), o bien, representantes del sector castrense (militarización). La larga lista incluye a María Gabriela Chávez, hija del fallecido líder y modesta egresada en Comunicación Social, que fue designada como embajadora alterna en la ONU; en Holanda, la embajadora Haifa Aissami es pariente del gobernador de Aragua y ex ministro del Interior; el hijo del gobernador del Zulia, Francisco Arias Cárdenas, es el representante venezolano en Costa Rica; y varios militares se desempeñan como embajadores: Alí Uzcátegui (Austria); Diego Molero (Brasil); Orlando Torrealba (Guatemala); Hugo García (México), Lucas Rincón (Portugal), Juan Paredes (Rusia); Carlos Eduardo Martínez (Argentina); Diego Alfredo Molero Bellavia (Perú); Wilmer Barrientos (Canadá); Arévalo Méndez (Chile). Otros ex funcionarios estatales son ahora jefes de misiones diplomáticas, como el ex vicepresidente y ex fiscal Isaías Rodríguez en Italia; el ex presidente del Tribunal Supremo de Justicia Iván Rincón en Colombia, el ex defensor del pueblo Germán Mundaraín en el Vaticano; y los ex ministros Alí Rodríguez Araque en Cuba; María Lourdes Urbaneja en Ecuador; Nora Uribe en El Salvador y Samuel Moncada en la ONU.

Apenas un puñado de embajadores son diplomáticos profesionales, destacándose el caso de Roy Chaderton en la OEA, que es un diplomático de carrera "más papista que el Papa" (penoso).

La total desprofesionalización de la diplomacia venezolana empieza a traducirse hoy en un creciente aislamiento internacional del gobierno chavista. Es cierto que la militante política de Chávez en lo externo fue inicialmente exitosa (Alba, Petrocaribe), en la medida que copó la agenda regional o, en su defecto, anuló las instituciones más tradicionales (OEA, CorteIDH, Mercosur, Unasur). El ex sindicalista autobusero Nicolás Maduro se jacta, a su vez, de los polémicos ingresos de Venezuela al Consejo de Seguridad (apoyado por Chile) y al Consejo de Derechos Humanos de la ONU, pero sus críticos lo atribuyen más a la abultada chequera petrolera que a la calidad de su diplomacia. Hasta su mejor aliado (Cuba) procura ahora el entendimiento con los EE.UU.-

Del "Modelo Aristocrático" al "Modelo Ciudadano" (populista) en la Cancillería quiteña.-

Con la llegada de la "Revolución Ciudadana", encarnada por Rafael Correa en Ecuador, un personaje de alto perfil académico y profesional apoyado por varias fuerzas sociales en la coalición política "Alianza País" (2007) y hoy "Movimiento País", se ha observado un proceso similar al de Venezuela. De partida, Correa impuso un plan de gobierno con 5 ejes básicos, entre los que destacaba una importante ruptura en las relaciones internacionales tradicionales de Ecuador. Hubo una profundización de los lazos con Irán, Siria, Cuba y la China; Correa le dio la bienvenida al Presidente Mahmoud Ahmadinejad en Quito; y en una entrevista con Folha de Sao Paulo, Correa apoyó al Presidente al-Assad diciendo que estaba dispuesto a ofrecerle asilo político. El gobierno ecuatoriano intensificó, asimismo, sus relaciones comerciales con China y Venezuela.

Desde 2008, cuando Correa declaró el incumplimiento selectivo de su deuda externa, China se ha vuelto el mayor acreedor extranjero del Ecuador, comprando hasta 60% de la deuda pública extranjera ecuatoriana. El crédito chino está financiando plantas hidroeléctricas y un complejo petroquímico en la costa pacífica del Ecuador, además de otra infraestructura. Pero el suceso más visible en las relaciones exteriores fue el asilo en la embajada ecuatoriana en Londres del perseguido fundador de Wikileaks, Julian Assange. Cuando el asilo fue formalmente concedido, el canciller Ricardo Patiño presentó once razones por las cuales Assange era víctima de una "persecución política" por haber divulgado miles de documentos clasificados que comprometieron, no sólo los secretos de Estados Unidos, sino de otros países.

A parte de los cambios en la formulación de políticas, las grandes reformas orgánicas y estructurales del ejecutivo ecuatoriano incluyeron al "Ministerio de Relaciones Exteriores y Movilidad Humana". El encargado de implementar esa reforma fue el Canciller Ricardo Patiño, un ex dirigente de la izquierda. Entre los nuevos instrumentos aplicables figuraba el "Plan Nacional para el Buen Vivir", cuyo objetivo N*12 señalaba la intención de la autoridad de construir un Estado inteligente, dinámico y estratégico, lo que requería la consolidación de un servicio civil eficiente, meritocrático y orientado por los resultados.

Si bien durante los años 60 y 70 no existía un procedimiento establecido y regular para el ingreso de funcionarios al Servicio Exterior ecuatoriano, los concursos de oposición eran muy relativos en su convocatoria, y las normas generales de acceso cambiaban de acuerdo a la coyuntura del momento, los diplomáticos ecuatorianos aspiraban a la creación de una institución que pudiera estar a la altura de escuelas diplomáticas de países del Cono Sur, que demostraban una gran organización y estabilidad en su funcionamiento y que cumplían a cabalidad su tarea de garantizar un alto nivel de preparación para sus representantes.

A finales de la década de los 70, se creó la Asociación de empleados de Cancillería (AFESE), quienes impulsaron un proyecto para la creación de la Academia Diplomática, y un proyecto para mejorar el sistema de calificación para los funcionarios desde la Tercera a la Sexta Categoría, con base en leyes y reglamentos de los Servicios Exteriores de otros países. A inicios de 1987 se estableció finalmente la Academia Diplomática, "con el fin de profesionalizar la carrera y fortalecer la institucionalidad del Ministerio de Relaciones Exteriores". El 26 de junio del mismo año, se expidió el Reglamento Orgánico Funcional, documento con el que se  inició el funcionamiento orgánico del ministerio.

A juicio de las actuales autoridades, el perfeccionamiento de los diplomáticos habría recaído en una élite de varias familias Quiteñas de clase alta y media, quienes en pocos años habrían terminado dominando el servicio diplomático. En virtud de ello, se ha buscado ahora "relaciones simétricas" entre pares, pensando en que así se evitará que los diplomáticos "sean objeto de manipulación externa o interna por medio de grupos de interés (poderosos conglomerados económicos)". Por eso, entonces, la necesidad de que el cuadro burocrático administrativo tenga una representatividad nueva, más incluyente y propia de la democracia participativa que el gobierno pretende imponer en el plano interno. Se dice que, bajo Correa, se ha buscado un nuevo modelo de gestión, aparentemente más justo, más solidario, y con un rostro más humano, a diferencia de la diplomacia desarrollada hasta 2007 de pleno corte neo liberal.

En la actualidad, aunque la nueva política exterior ecuatoriana ha asumido el "discurso integracionista del Socialismo del siglo XXI", el perfil populista de esa diplomacia no estaría obteniendo en la práctica todos los frutos pretendidos. Para los críticos, se ha perdido la experiencia de funcionarios capacitados y la formación de los diplomáticos de carrera se encuentra hoy a la deriva. Los diplomáticos ecuatorianos no cuentan ya con la Academia Diplomática, que había logrado formar a 12 generaciones, con cursos de Protocolo, Derecho Migratorio, Práctica Consular, Organismos Internacionales, Sistema Internacional, etc.-

En 2009, la Cancillería informó de un nuevo sistema de enseñanza para sus representantes a través de programas cortos o incompletos. Ahora, los diplomáticos reciben 10 cursos sobre materias tales como Servicio Público del Siglo XXI, Contratación Pública, Historia del Ecuador. Nunca más se les dictó cursos sobre diplomacia. Los funcionarios ecuatorianos no entienden la razón del desmantelamiento de su servicio. Por ejemplo, para el embajador Francisco Martínez, presidente de la Asociación de Diplomáticos de Carrera del Servicio Exterior Ecuatoriano (ADIP), “la Academia no fue pensada para dar títulos sino para escoger a los mejores y seguirlos formando. La subordinación al IAEN (Instituto de Altos Estudios Nacionales) altera su función originaria y afecta la base de la carrera diplomática”. Esa acción -agrega- no es excepcional, porque forma parte de una visión que busca destrozar al Servicio Exterior Ecuatoriano.
Al respecto, la renuncia del embajador en la OEA, Francisco Proaño, quien se negó a posponer -por disposición del Canciller Patiño- la fecha de la sesión extraordinaria pedida por Colombia para exponer las pruebas de la supuesta presencia de las FARC en Venezuela. Proaño renunció después alegando que no podía irse contra del estatuto de la OEA. La ADIP y la Asociación de Funcionarios del Servicio Exterior (AFESE) le enviaron sendas cartas de respaldo a Proaño.

A estas alturas, los diplomáticos de carrera han estado constantemente protestando. La ADIP viene constatando hace tiempo las injustificadas decisiones de las autoridades responsables del manejo de la política exterior del país, porque están conduciendo a la progresiva desinstitucionalización del Servicio Exterior Ecuatoriano. Dicho gremio sostiene que: se han suscrito contratos con centenas de personas, generalmente carentes de la preparación necesaria, que trabajan ahora en la nueva estructura de la Cancillería, reemplazando a experimentados funcionarios profesionales; se ha eliminado la Academia Diplomática, tamiz indispensable para garantizar la excelencia en el ingreso y en las promociones en la carrera; se ha convertido en inoperante a la Junta Consultiva de Relaciones Exteriores, organismo asesor en el que se encontraban representadas las instituciones más importantes del Estado, y los más connotados ciudadanos cuyas opiniones contribuían de manera desinteresada a la mejor orientación de la política exterior; y, finalmente, se ha descalificado constantemente a los funcionarios profesionales, a los que se les ofende frecuentemente de la manera más injusta.

En unas declaraciones públicas durante un conversatorio con estudiantes, el ministro Patiño calificó a los diplomáticos de carrera como “espías incompetentes” o “soplones”, añadiendo que “hay gente que definitivamente a lo único que está acostumbrada es a pasear, andar o moverse y recibir unos viáticos, participar de algunos cocteles y preocuparse de su carrera”. Tal es el nivel de expresiones peyorativas empleadas contra la diplomacia profesional en Ecuador. Son ofensas que se infieren a la labor que realizan los diplomáticos interna y externamente, una función del Estado que se ha distinguido a través de la historia por la permanente y sacrificada defensa de los derechos e intereses nacionales ecuatorianos.

La "Cámpora" y su intento por copar el Palacio San Martín.-

La opinión de muchos argentinos era que, si bien el Estado y sus burocracias nunca fueron una maravilla en el país, dentro de la mediocridad generalizada existían islas de eficiencia, como lo habían sido el INDEC (estadísticas), el INTA (tecnología agropecuaria), la CEA (energía atómica) y, en particular, el Servicio Exterior de la Nación, un lugar donde se había logrado reunir a los mejores cuadros de la administración pública argentina.

Los diplomáticos argentinos eran graduados universitarios, que aprobaban un difícil concurso con una selección del 10% de los postulantes y luego estudiaban 18 meses en el Instituto del Servicio Exterior. Todos hablaban dos o tres idiomas, mantenían una marcada disciplina interna y acumulaban años de experiencia en la difícil tarea de negociar y representar los intereses argentinos en el exterior. Por cierto, el servicio no era homogéneo, ni son sólo virtudes las que caracterizaban a sus miembros. Pero no se conocía en todo el servicio público, un cuerpo con la calidad profesional de la Cancillería.

A partir del proceso populista enarbolado por los Kirchner, esa realidad comenzó a cambiar. La Cámpora (grupo juvenil militante del peronismo con Máximo Kirchner a la cabeza) se propuso devorar la Cancillería argentina. Los kirchneristas veían en el Ministerio de RREE y Culto una cueva de frívolos, vendidos a intereses conservadores, por lo que hace unos años empezó a ocupar posiciones en la estructura central de la misma en Buenos Aires, así como a utilizar la arbitrariedad y el maltrato como norma en las relaciones con los funcionarios de carrera.

La madre de todas las batallas para La Cámpora es hoy cambiar la ley del Servicio Exterior. Quiere hacerlo, entre otras razones, para designar sin límites a embajadores políticos (hoy existe por ley un tope de 25 embajadores políticos). Buscan abrir, de par en par, las puertas que llevan al botín diplomático (fuente de clientelismo) e intentan el nombramiento -en múltiples otros cargos medios- de personas que no han hecho la carrera diplomática. Las tradicionales direcciones generales de la Cancillería, antes ocupadas por funcionarios de carrera, hoy están en manos de militantes leales al gobierno. Lo mismo ocurre con cargos importantes en el exterior: la embajadora en Washington, la joven economista y protegida del zar económico Axel Kicillof, Cecilia Nahón (su esposo trabaja en la embajada mexicana); la embajadora en la OEA y ex ministra de defensa, Nilda Celia Garré; la representante permanente ante la ONU, la política y ex senadora María Cristina Perceval; el sindicalista socialista Ariel Basteiro como jefe de la misión diplomática en Bolivia; y en varias otras embajadas.

Distintos sectores han acusado la existencia de una "Kancillería Nacional y Popular", en la que el ministro de RREE, el obsecuente y "pequeño" ex periodista casado con multimillonaria, Héctor Timerman, parece dirigir el desembarco del kirchnerismo en el Palacio San Martín con una fuerte persecución de los funcionarios de carrera para reemplazarlos por dirigentes políticos. Han habido denuncias judiciales por maltrato de personal y persecución política, por designaciones arbitrarias de ascensos y traslados al exterior, por irregularidades en el manejo de fondos públicos en embajadas y consulados y, lo que es más grave, por la escasa transparencia a la hora de cerrar acuerdos con terceros países. Otro mal ejemplo es el listado de ascensos de diplomáticos que Timerman elevó al Senado para su ratificación, demostrando su afán de ideologizar la carrera diplomática y de establecer un esquema de premios y castigos en función del "amiguismo". El ministro ha dicho sin ningún desparpajo que “los diplomáticos mayores de cincuenta años son irrecuperables.....Tenemos que llenar los cargos de directores de la Cancillería con militantes que nos permitan ejecutar una política exterior que refleje el proceso de cambio de esta nueva etapa”.

Sobre un total de 30 ascensos a embajadores y ministros, más de 12 eludieron su paso por la Junta Calificadora del Ministerio de RREE encargada de evaluar técnicamente los méritos de cada ascenso. El resultado es que, de unos 60 embajadores de carrera que hay actualmente, solo 28 son jefes de misión en el exterior, de modo que el resto de las embajadas han sido cubiertas en un 60% por ministros de primera y segunda clase en calidad de encargados de negocios (a los que se suman los 25 embajadores políticos). Asimismo, según denuncias de los gremios (APSEN y UPCN), en el último tiempo se han incorporado como contratados o planta permanente más de 300 funcionarios que responden al kirchnerismo y sus vertientes (La Cámpora y Kolina). En su mayoría, éstos se encuentran en el área comercial y económica. El APSEN también ha objetado el esquema compulsivo y poco transparente de los traslados y han denunciado irregularidades en el manejo de los gastos consulares y de embajadas por más de US$ 25 millones.

Al parecer, el kirchnerismo no quiere abandonar de la Casa Rosada sin antes reformar la ley del servicio diplomático ("modernizar" la antigua ley 20.957) y nombrar un director afín en el Instituto del Servicio Exterior (academia diplomática). En el primer caso, el objetivo es aumentar la discrecionalidad de la Presidencia (aumentar el cupo de los embajadores políticos) y, en el segundo, darle al instituto un sesgo más ideológico, modificar la currícula e imponer un staff de profesores alineados con La Cámpora. El fin último, en ambas circunstancias, sería cambiar a los diplomáticos de carrera por políticos.

A causa del fuerte proceso de politización de la Cancillería argentina, su diplomacia ha cometido una serie de errores, tales como impulsar el acuerdo ominoso y perjudicial con Irán, o modificar en el lapso de solo 15 días el voto argentino en la ONU sobre la anexión rusa de Crimea, votando de una forma en el Consejo de Seguridad y de otra en la Asamblea General, o bien, pelearse con la mayoría de los gobiernos del mundo occidental.

Los analistas critican que Cristina Fernández ha convertido la política exterior del país en un campo de batallas domésticas. Ella ha insinuado que Argentina sólo tiene dos aliados estratégicos (Rusia y China) y dos países amigos cercanos (Irán y Venezuela), en ninguno de los cuales se vive en un Estado de Derecho. La presidenta también dilapidó el único capital que tenía su gobierno en el exterior: la defensa de los derechos humanos, que marcó a dicho país durante el régimen militar y que ha sido cambiada por petrodólares chavistas. En fin, no hay continuidad en la línea diplomática argentina y ello se ha visto reflejado en el desperfilamiento externo del país.

Otras Cancillerías con los mismos síntomas.-

Muy pocas Cancillerías latinoamericanas son hoy inmunes al fenómeno populista predominante en la región. Varias de ellas están enfrentando, ya sea la intromisión política gradual pero constante en sus servicios diplomáticos, o bien, un fuerte condicionamiento de la política exterior a los intereses del gobierno de turno. En ese sentido, podríamos haber incluido perfectamente a Bolivia entre los ejemplos arriba mencionados de ideologización de las Cancillerías, desde el momento en que la victoria de Evo Morales significó un punto de inflexión en la historia socio-política de Bolivia. Tras dos décadas de alternancia en el poder, los partidos políticos tradicionales quedaron relegados frente a un líder indígena y sindical que esgrime la necesidad de establecer un quiebre con el pasado. Dicho proceso implica llevar adelante la "refundación del Estado-nación", con miras a redefinir no solo los vínculos del Estado con la economía y la sociedad, sino también el relacionamiento externo del país. Entre otras consecuencias, en lugar de capacitar a internacionalistas, el nuevo gobierno se preocupó de incorporar un fuerte influjo de representantes de distintos sectores y regiones del país con el sello distintivo "plurinacional" del Movimiento al Socialismo (MAS). Como cabeza de ese proceso ideológico con el eslogan de la "diplomacia de la coca" fue colocado el activista aymara David Choquehuanca Céspedes, un tipo que afirma ser el "último inca de verdad" y que se las da de místico. Se trata de un Canciller de bajo perfil y poco peso político, pero instrumental a la hora de una conducción personal de la política exterior boliviana por parte de Morales. Es por ello, posiblemente su sucesor.

En Brasil, el Partido de los Trabajadores (PT) no ha "tocado" todavía al todo poderoso Itamaraty, tal vez la Cancillería más profesionalizada de América Latina, pero la izquierdista y dominante Dilma Rousseff igual forzó la renuncia del funcionario de carrera que ejercía como Canciller Antonio de Aguiar Patriota, a raíz del otorgamiento de asilo a un político boliviano. Es cierto que lo reemplazó otro profesional, Luiz Alberto Figueiredo (proveniente de Naciones Unidas), pero la presidenta es marcadamente aislacionista y no se siente cómoda con la autonomía y el gran peso de la Cancillería brasileña, ni con la visión del servicio diplomático para que Brasil ejerza un rol mucho más activo en la región y en el mundo. Los funcionarios de Itamaraty están cada día más defraudados con Dilma.

En Perú, el presidente de corte nacionalista Ollanta Humala terminó por pasarle la cuenta a Torre Tagle por el caso del supuesto espionaje chileno, incidente creado por él ante las dificultades políticas de su gobierno (retiro de confianza a su primera ministra). El ya curtido Canciller Gonzalo Gutierrez habría aconsejado a su presidente no extremar el asunto, pero la llegada de Pedro Cateriano como nuevo primer ministro lo llevó a renunciar en favor de la novata diplomática Ana María Sánchez y al recambio de piezas en la alta dirección de la Cancillería peruana: partieron también los embajadores Claudio de la Puente Rybeiro (viceministro) y Carlos Pareja Ríos (director de América). Todo ello, no es más que el reflejo del debilitamiento institucional de una Cancillería histórica (frente al poder presidencial) en materia de política exterior.

Finalmente, en Chile, el amplio triunfo alcanzado por la coalición de izquierda (Nueva Mayoría) en las elecciones presidenciales de 2013 agudizó el fenómeno de politización que venía sufriendo la Cancillería chilena desde el primer mandato de Michelle Bachelet. No sólo se reforzó la discrecionalidad presidencial en el nombramiento de embajadores políticos y de altos directivos del ministerio de relaciones, en clara discriminación contra el Servicio Exterior, sino que ha determinado un pronunciado giro ideológico en la política exterior chilena. La presidenta y su canciller se han negado a criticar la falta de democracia y la mala situación de los derechos humanos en Cuba y Venezuela, a la vez que se han mostrado indiferentes ante la creciente "chavización" de las diferentes instancias regionales (Celac, OEA, Unasur), lo cual ha roto con una larga tradición integracionista y democrática de la diplomacia chilena. Tal vez esto amerita un análisis más a fondo en el próximo número.

[1] Embajador (r), editor de OpinionGlobal y director ejecutivo de CEPERI. Ésta es la segunda parte de su artículo sobre el populismo latinoamericano (OG Review N*8, abril 2015).-

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