Carta El Mercurio, 25.04.2025 Karin Ebensperger Ahrens
El señor embajador de China, Niu Qing Bao, contesta mi columna publicada en este diario el 18 de abril, con la misma agresividad con que lo ha hecho frente a otros columnistas que critican el proceder de su gobierno.
Argumenta que ignoro que China tiene cinco mil años de cultura y que su pueblo es bondadoso y laborioso.
El embajador tergiversa: mi columna no se refiere a su pueblo, sino a su gobierno, de partido único, que ha sometido a su gente desde 1949 con horribles purgas y “revolución cultural”. Por algo son millones los chinos que han emigrado de su país, especialmente a EE.UU. y Canadá, mientras muy pocos extranjeros eligen ir a vivir a China.
Visité China y comprobé que en su intervenido sistema de información se oculta la historia, como la masacre de estudiantes en Tiananmen. Y es de público conocimiento que su gobierno no permite un sistema judicial independiente.
Llega al extremo el señor embajador cuando argumenta sobre el libre comercio: la verdad es que el gobierno chino practica el dumping, el comercio desleal, con precios bajos artificiales a costa de su propia gente explotada, para penetrar con malas artes mercados como el chileno.
Las pymes de Chile no pueden competir con los malls chinos que proliferan en nuestro país con precios fuera de mercado y apoyados por una política china de penetración deliberada. Eso no significa que yo no sea partidaria del intercambio comercial entre Chile y China cuando es de mutuo beneficio.
Finalmente, no usaré los mismos términos que el embajador —quien debe ser buena persona, pero es muy poco diplomático— emplea contra mí, porque comprendo que, a diferencia de mi libertad, su posición de representante del gobierno dictatorial chino —y, por lo tanto, su absoluta dependencia— lo obligan a actuar como lo hace.