Santos, el componedor

Columna
El Nacional, 22.07.2017
Beatriz de Majo

El prestigioso diario Financial Times afirmaba en días pasados que hay en marcha una suerte de estrategia política regional para ponerle fin a la dolorosa y peligrosa crisis de Venezuela.

Puede que hayan dos o tres o quién sabe si más grupos interesados en darle solución diferente al drama venezolano. La realidad es que cualquiera que se unja a sí mismo con la sacrosanta tarea de colaborar con la terminación del calvario venezolano debe tener en la mira un solo y único fin, que es el de rescatar al país de quienes lo han llevado a la total depauperación, a la pérdida de la democracia, al destrozo de las instituciones, al secuestro de los derechos ciudadanos, a la rampante corrupción, a la instauración del narconegocio en los altos mandos gubernamentales y militares, a la quiebra de PDVSA, a la destrucción del aparato industrial del país, al desestímulo de la inversión extranjera, al imperio del crimen y del terrorismo.

Repito que el fin de cualquier proyecto libertario debe ser rescatar al país de entre las manos de quienes aún consideran que el desastroso modelo que ha sido instaurado en los últimos 18 años tiene algún rasgo de validez.

La pregunta que tiene lugar, entonces, es si uno de esos componedores puede ser Juan Manuel Santos, como lo asegura el diario londinense, después de haber sido expuestas ante el mundo las ejecutorias de su gobierno en los últimos tres años, dentro del campo de la instauración de un esquema de paz en el que es el lado equivocado de la ecuación –los narcocriminales de las FARC– el que ha conseguido para sí los mejores beneficios.

¿Qué es lo que inspira al mandatario neogranadino a trasladarse a La Habana a plantear a sus “socios” dentro del castrismo una solución para Venezuela? ¿Es con los verdugos de nuestro país y con los cómplices de su destrozo con quien deben establecerse tratativas para conseguir una vía para salvar a la sociedad venezolana e instaurar una democracia en la que Cuba no cree y a la que ha bombardeado a su guisa e impunemente a lo largo de dos décadas? ¿Es posible acordar con el comunismo totalitario e intervencionista cubano algún género de solución que deje a La Habana por fuera de la dinámica venezolana cuando es conocido que su único sostén económico proviene del chavismo?

Lo único claro en este nuevo episodio de la historia venezolana es que a Juan Manuel Santos no le conviene un país incendiado e inestable y, para más enemigo, al otro lado de su línea fronteriza más activa y cuyo mandatario se ha transformado en su detractor más cáustico. Eso quizá es una buena razón para que el desiderátum del colombiano se incline hacia el exilio cubano de Maduro. Pero nada hay más ingenuo que creer que con la expulsión geográfica del dictador y algunos de sus secuaces se le devuelve a Venezuela su democracia y su paz interior.

Que nos quede claro que dentro del eje Cuba-Colombia el que tiene acreencias a su favor ganadas recientemente es La Habana y no Bogotá. Por ello hay que preguntarse, además, qué es lo que puede Colombia ofrecer a los cubanos a cambio de una salida de esa naturaleza.

Que Juan Manuel Santos haya sido convocado por terceros o pretenda unilateralmente ser protagonista en la solución venezolana de esta hora nefasta, pasa. Este hombre que vendió su país a sus más crueles enemigos es el único que tiene bien claro lo que aspira a lograr para sí en este nuevo proyecto. Los demás somos los que no sabemos de cuál manera piensa Santos arrimar la brasa para su sardina y salir con otra medalla en su pecho.

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