¿Se le puede creer a Petro?

Columna
El Tiempo, 01.10.2023
Mauricio Vargas, periodista y exembajador colombiano

En una entrevista con el medio digital ‘Contexto’, el exministro Rafael Pardo –a quien nadie puede acusar de derechista– le dijo unas cuantas verdades al presidente Gustavo Petro. Pardo lo conoce muy bien, pues estuvo al frente del proceso que, entre 1989 y 1990, sacó de la guerra al hoy mandatario y a sus compañeros de armas en el M-19, y les otorgó un generoso indulto por el que les fueron perdonados todos sus delitos.

Se refirió Pardo al llamado de Petro a un acuerdo nacional, reiterado en el discurso del miércoles ante varios miles de seguidores y una nutrida delegación indígena traída a la capital para asegurarse de llenar la plaza de Bolívar.

Llama la atención esa presencia indígena para apoyar las reformas, pues no es claro qué ganan las comunidades ancestrales con esos proyectos. En materia de salud, los indígenas cuentan desde 2014 con un sistema propio llamado Sispi: si lo que busca el Gobierno es mejorarlo, no hace falta la reforma sino controlar la inversión de cientos de miles de millones de pesos en esas comunidades, para que en verdad llegue a quienes los necesitan.

Algo similar ocurre con la educación, y en cierto modo con el sistema laboral y pensional. Está claro que si los líderes de esas comunidades trasladaron cientos de kilómetros a miles de indígenas para marchar en Bogotá, no es por las reformas. Es porque el Gobierno les ha entregado decenas de miles de millones de pesos en contratos.

Por cierto, sobre esas inversiones no existe control fiscal: debido a la autonomía de que gozan los indígenas, la Contraloría no puede vigilar el uso de esos fondos. Dijo Petro esta semana que “la estrategia es movilizar al pueblo”. Lo que no dijo es que lo está haciendo con la plata de los contribuyentes. ¿No se llama a eso un peculado?

Pero volvamos a Pardo. “No está clara la metodología ni los puntos sobre los cuáles construir el acuerdo”, hizo ver el exministro, quien sabe bien cómo construir acuerdos exitosos, como el de 1989 con el M-19. “Hasta el momento (el acuerdo) es con los partidos políticos”, dice Pardo y agrega: “El Consejo Gremial se reunió con Petro. Dicen los que asistieron que nada en concreto (hubo)”. Y luego concluye: “Si Gustavo Petro casa peleas en forma permanente y muestra su pugnacidad, no auguro mayor desarrollo al acuerdo nacional”.

Todo cierto. El discurso del miércoles ante los manifestantes mantuvo las características pugnaces y etéreas que Pardo describe: división, en tono incendiario, de Colombia entre “el pueblo” y “los ricos”, y vaguedad en cuanto al qué y al cómo del tal acuerdo.

Y algo más. Para impulsar un acuerdo nacional, el Presidente debe ser creíble. El año pasado dijo que las reformas serían graduales y no radicales, y luego se olvidó de esa promesa. Dijo que invitaría a los partidos de la coalición a escribir con el Gobierno los proyectos, y tampoco cumplió. Dijo que era tolerante con el debate interno, y botó a los ministros que se atrevieron a plantear sus desacuerdos.

En otros campos, prometió que no intervendría en el curso de las investigaciones judiciales contra su hijo Nicolás, por enriquecimiento ilícito y lavado de activos. Y de pronto se fue a Barranquilla a visitarlo y, como por arte de magia, Nicolás cambió de abogado y dejó de colaborar con la justicia como se había comprometido a hacer y como estaba, en efecto, haciendo. El Presidente promete y no cumple, y con alguien así es imposible buscar un acuerdo nacional.

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