Serenidad y sangre fría

Columna
fernandothauby.com, 13.05.2017
Fernando Thauby, capitán de navío (r)
  • La situación política nacional es calificada como “líquida”, es decir, informe, fluida, inasible. La sociedad percibe que vive en una condición inestable e impredecible y eso le produce temor.

Hay una variedad de elementos que están moviéndose, pero a mi parecer ninguno es, en si mismo, ni peligroso ni maligno; son normales y de reiterada ocurrencia, todos ellos han sido estudiados profundamente y disponemos de abundante literatura académica que nos provee de hipótesis, comparaciones de casos y predicciones sobre su evolución y epílogo y muchos de ellos ya han sido vividos y documentados por nuestra propia sociedad.

Esta columna aspira a ser una contribución para ayudar al lector a identificar las tendencias actuales, la interacción entre ellas y los posibles resultados alternativos. No pretende entregar ni una respuesta ni un análisis exhaustivo sino solo una herramienta para enfrentar la recepción de las noticias nacionales y extranjeras disponiendo de un esquema que permita integrarlas e interpretarlas.

Mirado desde nuestra perspectiva -social y personal- nacional, lo mas evidente es la “rotación de elites” político – partidistas. Las elites que conformaron los centros de poder político (partidos y movimientos) durante el siglo XX, que operaron las “máquinas” y conformaron las oligarquías políticas tradicionales perdieron el respeto y adhesión ciudadana, dejaron de ser representativas y perdieron su derecho a ejercer el poder. Están bajo fuerte presión de otros grupos que aspiran a desplazarlas y hacerse de sus cargos.

Como en todo fenómeno de “desvinculación”, algunos miembros de las antiguas oligarquías se resisten a dejar sus puestos, otros hacen abandono voluntario y se hacen a un lado y otros tratan de pasar desapercibidos o de incorporarse a los grupos de relevo con éxito variable. Un ejemplo clásico es la forma en que el liderazgo del Partido Socialista está cambiando de manos. La UDI pasa por el mismo proceso y RN, con un candidato presidencial de sus filas, ha congelado todo cambio hasta después de su actual opción de gobierno. Este atraso en actualizar su liderazgo y sus ideas, tendrá un costo que será pagado mas adelante.

Superpuesto a este fenómeno, tenemos el eclipse de la izquierda tradicional del siglo XX, y en la derecha el fracaso del proyecto de “estado subsidiario” planteado por el Gobierno Militar.

La socialdemocracia fue liquidada desde la extrema izquierda que instaló la idea de que no había sido capaz de hacer “los cambios profundos” requeridos; que sus gobiernos habían sido solo un semi – neo – capitalistas. Las ideologías no desaparecen abruptamente, van esfumándose o fosilizándose. Las ultimas elecciones en Francia así lo confirman. En Chile el representante máximo de este proceso fue Ricardo Lagos, el socialdemócrata por antonomasia, y su grupo.

Los gobiernos del “socialismo del siglo XXI” y el “chavismo” nacidos para dar un nuevo aliento al marxismo agónico en Sudamérica -Venezuela, Brasil, Argentina, Chile- recibieron gobiernos con abundantes recursos económicos provenientes del “ciclo alto” de las materias primas.

Algunos de ellos con el control del congreso total igual terminaron melancólicamente; otros domesticaron a sus FFAA para efectuar la represión interna y concluyeron en la ruina económica, la escases, la pobreza general y la rebelión popular. Todos ellos están siendo desplazados y están desapareciendo. Todo esto sazonado con una intensa corrupción.

En Chile, el intento de la derecha para instalar un “estado subsidiario” no logró superar la combinación de un a) un estado inepto – que fue capturado por el clientelismo y la corrupción y falló en la supervisión de la justicia del proceso y b) de una clase capitalista egoísta, inescrupulosa y depredadora. En estos días se encuentra tratando de definir un nuevo conjunto de valores y formas políticas, sociales y económicas que sea capaz de mantener el progreso y resolver las desigualdades sociales. Esta nueva aproximación es la base desde donde nuevas generaciones desde los Kast hasta Mansuy, que están tratando de asaltar el poder de la oligarquía tradicional de la UDI y RN.

La clase media actual quiere cosas, quiere vivir bien, segura, en paz y estabilidad. Quiere seguir progresando en lo económico, lo personal y lo familiar. La revolución ya no motiva; la evolución “la lleva”. Muchos miembros de la clase trabajadora dejaron atrás la pobreza aguda y, de la mano del cambio tecnológico, ingresaron a la clase media emergente: y les gustó. Y como el progreso surge del acuerdo no quieren conflictos, prefieren la cooperación entre los diversos sectores sociales y productivos.

La corrupción es un fenómeno mundial, los políticos, los empresarios, las burocracias nacionales e internacionales nos sorprenden a diario con nuevos casos de abuso, robos y malversaciones de caudales públicos. Es posible que la incorporación de la informática, nuevas leyes de transparencia y la mayor intrusidad de la opinión pública en los asuntos de gobierno estén ingresando a áreas que antes no tocaban. El hecho de que los delitos se descubran, que parte de ellos sea castigada y que en algo se mejoren los sistemas de control, señala que la tendencia es positiva, lo que debiera preocuparnos es cuando nada se descubre o nadie es castigado.

El caso de Chile es paradigmático. Cuando el país era pobre, digamos en la década de los sesenta y setenta, había poco que robar y los mecanismos institucionales eran mas o menos suficientes. Luego nos llegó el fuerte incremento del PBI, prácticamente se multiplicó por diez y los mecanismos de control no fueron capaces de cumplir su tarea. Se dictaron nuevas leyes de transparencia y probidad y nuevos casos de abusos y robos salieron a la luz. ¿es esto malo o bueno?, ¿nos muestra avanzando en la línea correcta o señala que vamos mal?. Creo que hay que seguir apretando, mejorando las leyes y exigiendo su aplicación.

Los redactores de la Constitución de los EEUU pensaban que “todos lo que tienen poder, abusarán de él” por lo que necesitan ser controlados de cerca. No parece una mala idea.

Como se ve, nada tan novedoso; proyectos sociales, políticos y económicos que se desgastan, que pierden el atractivo, que se alejan de las expectativas de la gente y que son reemplazadas por nuevas ideas o modernizaciones de las mismas. Los cambios sociales, tecnológicos y económicos también plantean nuevos problemas o alteran las características de las sociedades, que buscan nuevas formas de expresión institucional.

También surgen algunas fuerzas disruptivas. En nuestro caso, desde una novedosa extrema izquierda que reclama no ser de izquierda y que no aspira a ser estatista sino mixta privada y estatal y, sobre todo, con énfasis en amplios derechos sociales garantizados por leyes, exigibles por todos los ciudadanos. Aun no logran explicar como financiarían estos nuevos derechos sin reventar la economía, pero es posible confiar en que, si están hablando seriamente, mas pronto que tarde tendrán que aceptar la gradualidad y el hecho de que muchas personas no quieren que el estado las cuide y prefieren hacer su vida a su manera. La disyuntiva que viene, me parece, es el de la elección entre “los derechos ciudadanos” y el “emprendimiento independiente” –el emprendedor de camioneta, computador y celular- apoyado en el cambio tecnológico.

Estos cambios ocurren en el contexto de la globalización. Pocos discuten que la globalización ha aportado riqueza y bienestar a muchos. Pero no todos se beneficiaron igualmente ni al mismo tiempo. Hay trabajadores frustrados, de empresas manufactureras que quedaron obsoletas o fueron transferidas a otros países con mano de obra mas barata. La tecnología está reduciendo la demanda por trabajadores de medio o bajo nivel técnico. Están molestos y asustados, quieren cerrar sus economías pero simultáneamente quieren seguir mejorando sus niveles de vida gracias al comercio global. Son los votantes de Trump y en parte los de Marie Le Pen.

La globalización no solo desplaza empleos, también desplaza personas. Oleadas de inmigrantes dispuestos a trabajar duramente por poco dinero y a hacer trabajos manuales toman los puestos que los trabajadores locales no están dispuestos a desempeñar.

También traen consigo su cultura y sus religiones y eso choca a sus vecinos.

La globalización viene acompañada de reajustes en la producción y con desplazamiento de gente, tómalo o déjalo. Parece difícil encontrar una solución ecléctica y cada uno de nosotros tendrá que tomar una posición al respecto, tratar de volver al pasado o avanzar hacia un futuro desconocido.

En este orden de cosas, se pueden apreciar dos clases de patriotismo: uno, de base norteamericana, basado en valores éticos y formas políticas, particularmente la democracia y los derechos humanos y otro patriotismo, de base europea, basado mas en el territorio, la etnia, la historia y la cultura. Parece evidente que la primera es mas compatible con la globalización que la segunda. Esta es también una pugna en plena vigencia y respecto a la cual debemos elegir y lo mas importante, una vez tomada la decisión, aceptar sus consecuencias.

Los organismos internacionales, típicamente las Naciones Unidas o la Unión Europea, que han prestado importantes servicio a la paz y el desarrollo, están cayendo cada vez mas en manos de minorías ideologizadas o de grupos de interés que imponen sus agendas, que hacen valer sus intereses o que han caído en la obsolescencia. La gente se rebela a ser obligados a recibir a inmigrantes que no quieren en sus países; a ver como se reemplazan siglos de jurisprudencia por los caprichos de un cuasi tribunal de justicia internacional o ser objeto de agendas impuestas vía acuerdo entre burócratas ideologizados.

Los ciudadanos del mundo se sienten usados y manipulados por una burocracia internacional ilegítima, ineficiente y sectaria y exigen –como Trump- su eliminación radical. Otros prefieren su modernización y reducción. Este es un tema actualmente en debate y que influye en otros aspectos del cambio.

Como se puede apreciar todos estos elementos se entrecruzan entre si y se hace complicado distinguir causas de efectos o mejor, acciones de reacciones.

Está surgiendo una diversidad de intereses, gustos y conductas. La globalización incluye a todos pero no nos hace a todos iguales y esas nuevas diferencias son difíciles de aceptar. Especialmente para aquellos que, además, están sufriendo deterioro social y económico.

¿Estamos moviéndonos hacia la anarquía y la ruina?. Mas bien parece que estamos en una encrucijada muy intensa y profunda que, dinamizada por un avance tecnológico mareador, un desarrollo económico y social nunca antes experimentado por la humanidad y una amplia difusión de la información, la educación y el conocimiento pone ante nosotros un futuro brillante.

Si lo miramos en forma optimista, estamos en medio de una crisis derivada del éxito en el desarrollo humano que nos obliga a buscar nuevas formas políticas y culturales.

No sería la primera vez que sucede, y siempre hemos resultado exitosos. Gracias a eso la humanidad está donde está.

Si queremos participar y cooperar en este vibrante momento de la humanidad debemos conservar la sangre fría y la inteligencia alerta para analizar los hechos y llegar a conclusiones que nos permitan tomar decisiones racionales en cada uno de estos temas. El pesimismo o el miedo son las peores opciones.

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