SILALA: ¿empate o derrota?

Editorial
Pagina Siete, 02.12.2022

El Gobierno boliviano tiene la habilidad de mostrar como victoria hasta las más dudosas constataciones. Ejemplos hay muchos; pero, si de los procesos en la Corte Internacional de Justicia de La Haya (CIJ) se trata, tenemos el antecedente de cómo el entonces presidente Evo Morales presentó como un triunfo una clara derrota en las pretensiones del país de avanzar en la reivindicación marítima. En octubre de 2018, el fallo del Tribunal internacional de Justicia de La Haya rechazó categóricamente la demanda boliviana de una inexistente obligación de Chile de negociar una salida soberana al Pacífico.

Ahora, cuatro años después, mientras Chile se arroga una victoria, en Bolivia no se reconoce otra derrota. El Ministerio de Relaciones Exteriores afirmó que el órgano judicial internacional reconoce la “potestad” de Bolivia sobre las aguas del Silala y su soberanía sobre canales artificiales; y el presidente Luis Arce dijo que “Bolivia resolvió la controversia con un pueblo hermano gracias al trabajo basado en estudios científicos y a nuestra estrategia de relaciones internacionales”, como si el ánimo nacional siempre hubiese sido el del diálogo.

Recordemos los hechos que originaron este segundo diferendo boliviano ante Chile en la CIJ. El 23 de marzo de 2016, día del Mar, el expresidente Evo Morales dio un encendido discurso en el que sostuvo que Chile hacía un uso ilegal y abusivo de las aguas del Silala y que las desvía artificialmente. “Ahora que Chile quiere confundir, con más razón, con más fuerza, con más documentación vamos a presentar la demanda ante La Haya para sentar soberanía sobre las aguas del Silala”. El 6 de junio de 2016 Chile se adelantó al anuncio de Evo y demandó ante La Haya que el Silala sea declarado un cauce internacional. Al día siguiente, Morales anunció una contrademanda.

Desde entonces hasta la conclusión del proceso en el que la CIJ ha determinado que el Silala es un río de curso internacional y que Chile tiene derecho a su uso equitativo y razonable al igual que Bolivia, han pasado seis largos años de costosos procesos, estudios y asesoramiento de juristas internacionales. En el trayecto, nuestro país fue bajando el tono de su posición hasta reconocer, en los alegatos escritos y orales, que el Silala es un curso de agua internacional.

Por eso es que la CIJ declaró en su fallo que no está obligada a pronunciarse sobre la demanda chilena y la contrademanda boliviana, ya que hubo una concordancia binacional sobre el estatus y la naturaleza de estas aguas.

De modo que no hubo ganadores ni vencidos, sino un llamado al acuerdo, al diálogo, a resolver aspectos puntuales para garantizar el uso equilibrado de los recursos hídricos y la preservación de ese espacio compartido. Atrás quedó la histórica posición boliviana de propiedad y soberanía sobre el Silala y mucho más la intención de recibir una recompensa económica por el uso de estas aguas.

Pero es un empate con sabor a derrota porque por un lado Bolivia expuso una posición intransigente al principio para luego recular; porque se trató de un proceso de larguísimos cuatro años con costos incalculables para llegar a un resultado que pudo alcanzarse sin este proceso; porque quedó en evidencia la fragilidad de nuestra política internacional, que por un lado comunicó mal y poco en este proceso y por otro lado improvisó una demanda privilegiando una decisión política a las razones y estudios científicos que posteriormente le harían cambiar de postura.

Si bien es cierto que este fallo abre las puertas para que ambos países entren en una nueva etapa de apertura, diálogo y resolución de conflictos; específicamente destinados a mejorar políticas sobre recursos hídricos transfronterizos, no es menos evidente que el país nuevamente queda con un sabor de uso instrumentalizado de estas instancias sin un resultado estratégico ni satisfactorio, y esto es un aspecto sobre el que se debe rendir cuentas al país.

Por otro lado, a pesar de las declaraciones oficiales, este fallo constituye sin duda una nueva derrota para la retórica del MAS y concretamente para la de Evo Morales, quien apostó a un enfrentamiento que dejó más saldos que haberes.

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