Ucrania: las sanciones, España y Frankenstein

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Republica, 01.03.2022
Inocencio F. Arias, embajador (r) y columnista español

Hace un par de días en su editorial el periódico francés Le Monde señalaba: “mientras Ucrania opone una resistencia heroica al invasor ruso, ha llegado el momento de que los dirigentes europeos afronten claramente que la solidaridad tiene un precio y que hay que preparar a nuestras opiniones públicas. Recular ante el coste de las sanciones es exponerse a pagar un precio mucho mayor si Putin consigue sus objetivos”. Conclusión parecida alcanzan otros diarios de renombre: esta vez las sanciones harán de verdad daño a Putin, pero los europeos también tendremos algún sinsabor, precio del gas, etc…

¿Cuál ha sido la reacción de los gobernantes europeos? Bastante comprensiva en la mayoría de ellos en dos aspectos: Un número considerable no ha vacilado en anunciar que mandarán armamento de todo tipo a los sacrificados ucranianos, aunque es obvio que habrá dificultades para que llegue y, algunos, incluida la hasta ahora reticente Alemania pregonan, en un buen discurso de su canciller, que van a aumentar muy considerablemente su presupuesto de defensa. Berlín, percatado de la endeblez de sus Fuerzas armadas, se compromete a dedicar el 2% de su PNB a defensa tal como convinimos los miembros de la OTAN (dedicaba el 1´5%).

Putin ha sacado de su somnolencia defensiva a Europa. Como ha dicho Borrell, al que la agresión rusa ha hecho especialmente elocuente, estamos en el conflicto de mayor gravedad de Europa en bastantes décadas. (El político catalán elogió al ucraniano Zelensky afirmando que no parecía un líder que se escapase en el maletero de un automóvil, alusión a Puigdemont que ha irritado a más de un “indepe” catalán).

¿Y cuál ha sido la reacción oficial española? Un cocktail de buenismo y solidaridad de boquilla: Vamos a enviar ayuda médica y alimenticia a Ucrania, pero lo que nos piden los dirigentes y millones de ucranianos incluidos los residentes en España, armas, eso no, España es muy pacifista. Mandar armas para defenderse a un país al que está machacando un gigante diez veces superior, eso, no. Hacerlo, dijo un inefable joven portavoz de Podemos en unas declaraciones patéticas, sería escalar el conflicto. Es decir, que, si cuando Napoleón nos invadió, le plantamos cara con la misma valentía que ahora despliegan los ucranianos y los ingleses nos ayudaban era algo contraproducente porque estaban escalando el conflicto.

No menos ocurrente por lo insolidaria es la respuesta de Sánchez sobre nuestro gasto en defensa. Mientras muchos en Europa despiertan y se ponen las pilas él dice que no va a aumentar el gasto en defensa, aunque, ¡pásmense”, de los veintitantos países de la OTAN seamos el penúltimo o último en gasto militar. (En vez del prometido 2% gastamos el 0.9%). Los socios de la OTAN se hacen cruces.

¿Por qué nuestro presidente racanea en ambos aspectos? ¿Se ha vuelto de pronto totalmente inhumano? ¿No le ve las orejas al lobo? ¿Ha tenido un arrebato zapateril y piensa que los ucranianos tendrían que recibir a los tanques, que aplastan automóviles, con flores y ramas de olivo y con aleluyas a la vía diplomática?

La respuesta es no. La respuesta es Frankenstein y más concretamente Podemos que tiene cogido a Sánchez por semejante parte. A los de Iglesias les molesta que Putin sufra reveses y compran hasta que Rusia está amenazada por los malvados estadounidenses con armamento nuclear. Los malos son los ucranianos vendidos a Occidente por dirigentes drogatas y nazis. Si los matan, en parte es culpa suya.

Sánchez engaña a más de un español. Pero nuestros aliados le ven el plumero. No es raro que por muchas fotos que se haga hablando por teléfono los poderosos de la OTAN no lo llamen. No es ya que sea un comparsa, es que tiene una quinta columna dentro.

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