Ucrania, Ucrania

Columna
El Mercurio, 03.10.2022
Ricardo Brodsky

La ilegal anexión por parte de Rusia de los territorios ucranianos de Lugansk, Jersón, Zaporiya y el Donetsk forma parte de la inequívoca aspiración de Putin de reconstruir el imperio ruso zarista, recreado posteriormente como la URSS.

Puede en el siglo XXI parecernos extraña esta idea de modificar los mapas sin atender mínimamente al Derecho Internacional, pero la verdad es que en la Europa oriental, y muy especialmente en los territorios ucranianos y polacos, la liquidez de las fronteras ha sido la tónica al menos durante todo el siglo XX.

Philippe Sanders, en su obra “Retorno a Lemberg”, refiere la historia de esta ciudad, que bien podría ser considerada icónica de este fenómeno. Conocida con ese nombre durante el imperio austrohúngaro, después de la Primera Guerra Mundial fue incorporada a Polonia y se convirtió en Lwow; ocupada por los soviéticos al inicio de la Segunda Guerra empezó a llamarse Lvov. El año 1941 los alemanes la invadieron fijando allí la capital del distrito de Galizia. Lvov volvió a llamarse Lemberg. Tras la liberación de la URSS y la victoria del Ejército Rojo, la ciudad devino ucraniana adoptando su nombre actual de Lviv.

Por cierto, la historia de Lviv no solo es interesante por estos cambios; también Lemberg fue un relevante centro cultural. Allí, en su facultad de Derecho —y es esa la verdadera historia que relata Sanders— coincidieron los juristas judíos Hersch Lauterpacht y Raphael Lemkin, autores de los conceptos “crimen contra la humanidad” y “genocidio”, que fueron decisivos durante el juicio de Nuremberg tras el fin de la Segunda Guerra.

Putin ha buscado fundamentar su “operación especial” con un relato antinazi, intentando asimilar la invasión con la heroica historia de la liberación de Ucrania por parte del Ejército Rojo que tan vivamente relata Vasili Grossman en sus relatos de guerra del año 1943 “Ukrania” y “El primer día en el Dniéper”.

La verdad es más compleja. En los años 1931-1932 Ucrania y parte de Rusia fueron devastadas por la hambruna creada como consecuencia de la política estalinista de industrialización y colectivización del campo y, de acuerdo con las investigaciones más recientes de la historiadora Anne Applebaum, esta podría haber sido planificada por Stalin para destruir los movimientos independentistas ucranianos. Como sea, se trató de un verdadero holocausto, conocido como Holodomor, que costó la vida a cerca de un millón y medio de personas fallecidas por hambre.

En ese contexto, a muchos ucranianos la invasión alemana de 1941 les pareció una buena noticia, después de la traumática experiencia del Holodomor. Sin embargo, al poco tiempo las tropas nazis iniciaron la esclavización de Ucrania y la matanza y destrucción de centenares de pueblos en los que se desarrollaba desde siglos una rica vida judía. Entre esos pueblos, lo menciono para efectos de unir este decir soviético, Vasily Grossman.

La destrucción de su autonomía y la rusificación de Ucrania fue una política sistemática del período soviético que Putin ha sostenido de manera metódica desde la anexión de Crimea en 2014. Quedan aún muchas páginas por escribirse en esta agitada y dramática historia.

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