Columna El Imparcial, 03.05.2024 Sadio Garavini Di Turno, exembajador venezolano
Inicia una nueva etapa política en Venezuela. No sabemos cómo terminará. Una antigua maldición china dice: “espero que vivas años interesantes”. Ciertamente, el 2024 será un año “interesante”. Estamos en medio de un intenso y complicado proceso de negociación. La comunidad internacional democrática está haciendo su trabajo. Recordemos las reuniones en París entre el régimen y la oposición, con la presencia de Lula, Petro, Macron y Borrell, con el evidente, pero “discreto”, apoyo de los EEUU, que llevaron a los acuerdos de Barbados. Más recientemente, el CNE, el “árbitro electoral” controlado por el régimen, después de impedir la inscripción de Corina Yoris, la candidata sustituta de María Corina Machado, sin ni siquiera dar una explicación, había fijado un día y una hora más allá de la cual no podía inscribirse ninguna otra candidatura. Pero ese mismo día, en horas de la tarde, los presidentes Lula y Macron, reunidos en Brasilia, declararon su inconformidad con la actuación del CNE y manifestaron que se iban a comunicar con Maduro. “Curiosamente”, se amplió el plazo para la inscripción y así se presentó la candidatura unitaria del embajador Edmundo González Urrutia. Los EEUU, si bien aplicaron de nuevo unas sanciones, anunciaron que la negociación con el régimen seguía. En efecto, la suspensión de las sanciones petroleras más fuertes se vence algo antes del 28 de julio, día de la elección presidencial. Los presidentes Petro y Lula, reunidos en Bogotá, dejaron entender claramente que, para hacer viable una elección libre en Venezuela, es necesario que haya garantías públicas para los “perdedores” de la elección, en el comunicado conjunto utilizan la frase “garantías refrendadas en las urnas”. Garantías personales y políticas. En efecto, recordemos que Pinochet en Chile, entregó la presidencia a Aylwin, pero mantuvo la Comandancia del Ejército por cinco años y después fue Senador de por vida. Daniel Ortega, en 1990, cuando entregó la presidencia a Violeta Chamorro, negoció que su hermano se quedara como comandante del Ejército por unos cuantos años más. En Sur África, De Klerk entregó el poder a Mandela, pero se quedó cinco años de vicepresidente y negoció un proceso de justicia transicional, en el cual los delitos cometidos por funcionarios del régimen fueron denunciados en la Comisión de la Verdad del obispo Desmond Tutu, pero sin consecuencias penales para los culpables.
En este difícil proceso de negociación, tendrá un rol muy relevante Edmundo González Urrutia. Nos conocemos desde 1968 cuando, en la Escuela de Estudios Internacionales de la Universidad Central de Venezuela, participamos juntos en las contiendas electorales universitarias. Fuimos colegas por varias décadas en la Cancillería y después, por casi veinte años, colaboramos en las comisiones de relaciones exteriores de la oposición democrática y en el Grupo Ávila, dedicado al análisis de temas internacionales y que Edmundo coordinó con inteligencia, capacidad y prudencia. Como todo buen diplomático, Edmundo es un experto negociador. Decía André Maurois que la “diplomacia es el arte de exponer la hostilidad con cortesía, la indiferencia con interés y la amistad con prudencia”. Estoy seguro de que Edmundo, con el apoyo de María Corina Machado, la líder de la oposición y los demás dirigentes de la Plataforma Democrática sabrá también “coordinar” este delicado y sumamente complejo proceso de negociación, que permita el reencuentro de todos los venezolanos, en el camino del cambio necesario, en paz y democracia.