Venezuela

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La Tercera, 12.08.2017
Alfredo Jocelyn-Holt, historiador

Se ha estado hablando mucho y con razón sobre Venezuela en estos días. Los motivos son conocidos. No quizá su trasfondo: las décadas de deterioro político y económico anteriores en un país que, por largo tiempo, pareció exento de semejantes males.

Recordemos cómo, mientras nosotros en el Cono Sur vivíamos bajo dictaduras tras quiebres profundos en la sociedad e instituciones, Venezuela se había librado de los militares en 1958, sus partidos políticos claves, consensuados, acordando en lo sucesivo alternarse en el poder; cómo, en vez de penurias, se venía gozando de un increíble crecimiento económico (en los años 50 y de nuevo en los 70) gracias al petróleo. Para, luego, sin embargo -esto lo sorprendente, aunque se olvide- caer en una espiral de ineptitud gubernamental, asonadas y represión (el “Caracazo” el 89), populismo, corrupción y golpismo que conducirían a Chávez (“el gendarme necesario” esta vez de izquierda) y su Revolución Bolivariana.

Es que mirada en retrospectiva larga esta descomposición, ningún sector se salva de su cuota de (ir)responsabilidad (todos han gobernado), y es evidente que el crecimiento no basta para detener y amortiguar procesos degenerativos. Esto es válido para cualquier país latinoamericano pero en Venezuela es donde se hace más evidente el fenómeno. Es cosa de recorrer imágenes de Caracas de los años 50, 60 y 70, y comparar en qué estado esos lugares se encuentran hoy, aunque ya antes deteriorándose, no solo ahora último. Sus flamantes autopistas, hoteles, complejos habitacionales, comerciales e universitarios, entre los más espectaculares de América Latina, habiendo muchísimos más ejemplos de este desarrollismo exitoso quizás en Venezuela que en el resto del continente manifestando estancamiento o declinación muy luego.

Se habla de decadencia de Argentina, pero ahí la caída se percibe más gradual, remontándose décadas antes del peronismo. Lo que se teme estar ocurriendo en México y Brasil hoy (narcos y corruptos mediante) todavía no llega a niveles terminales, pero no es descartable que a ello se encaminen. El retroceso de Cuba, sin duda, fue fulminante, pero hasta en dicho caso cabe hablar de una degeneración anterior al 59 que el castrismo capitaliza y ahonda no interesándole el crecimiento.

Reitero, ¿bastará con solo crecer? La capacidad de desarrollo en este prodigioso continente es solo proporcional a la capacidad de deterioro y degradación, resultando imposible frenar niveles de expectativas que el mismo crecimiento desata y no satisface. Es esa dimensión que se pasa por alto, como cuando Lagos declara que “la tarea número uno es crecer, lo demás es música” y se le aplaude. En Chile hemos crecido y no nos ha inmunizado para nada. ¿No será que en Venezuela falla hace rato lo que tan despectiva y cínicamente insisten en llamar “música”?

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